
Biblioterapia: cómo los libros pueden ayudarnos a pasar situaciones de duelo o malestar
Con orígenes que pueden trazarse hasta la antigüedad clásica y relanzada por Freud en el siglo XX, hoy en día todo tipo de personas, desde quienes atraviesan un duelo, una enfermedad o una situación de acoso, pueden beneficiarse de ella
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La mayoría de nosotros hemos sentido alguna vez al leer un libro una sensación de calma, de consuelo, de alivio. De alguna manera, lo que ocurría en el libro, sus personajes, sus emociones, lograban conectar profundamente con lo que nosotros mismos estábamos viviendo en la realidad, reflejando nuestras propias dudas y deseos e incluso dándonos la clave para resolver nuestros problemas.
Estamos hechos de historias y estas nos ayudan a vivir y a construirnos como personas. Cualquier adolescente verá la vida con otros ojos después de conocer a Holden Caulfield, el protagonista de El guardián entre el centeno. Alguien que haya perdido a un ser querido se sentirá arropado al leer La ridícula idea de no volver a verte de Rosa Montero. Y aquellos que se machacan y se comparan todo el tiempo con los demás, destruyendo su autoestima, se reconfortarán leyendo cómo la protagonista de Rebeca, de Daphne du Maurier, destruye su propia vida debido a la obsesión con la anterior esposa de su marido.
Biblioterapia: leer para estar mejor
Al uso de la lectura como recurso terapéutico se le llama biblioterapia. Un término relativamente nuevo en nuestro país pero que, poco a poco, va ganando importancia y está siendo utilizado cada vez más en bibliotecas y servicios médicos como, por ejemplo, en este proyecto del Servizo Galego de Saúde.
Laura García es periodista y durante muchos años trabajó en la radio hablando de libros. Fue en esa época, hace unos 15 años, cuando leyó un artículo en inglés sobre la biblioterapia y empezó a investigar sobre ella. Leyó libros al respecto, realizó algunos cursos y, quizá lo más importante, comenzó a clasificar sus propias lecturas en función del efecto que podrían tener sobre sus potenciales lectores, construyendo un original vademécum formado enteramente por libros.
Hoy en día Laura dirige la única agencia de biblioterapia que existe en nuestro país, Booklife. “Fundé mi empresa en enero de 2020 tras varios años de investigación y formación”, explica. “Lo hice porque estaba convencida de que la biblioterapia era una herramienta fundamental para ayudar a las personas a entendernos, a acompañarnos en situaciones complejas, a poner palabras a aquellas cosas que sentimos y sobre todo también a lidiar con temas que a veces son difíciles de abordar”.
La experta pone un ejemplo: “Durante la pandemia, uno de los libros más leídos fue La peste de Albert Camus [una novela que se desarrolla en la ciudad argelina de Orán, donde estalla una epidemia de peste bubónica]. La gente buscaba respuestas y la literatura se las proporcionaba”.
La agencia de Laura ofrece servicios de biblioterapia tanto para grupos, a través de instituciones como el Hospital Clínic de Barcelona, colegios, centros penitenciarios o bibliotecas, como sesiones personalizadas. El proceso con estas últimas es el siguiente: primero se inicia un proceso en el que la biblioterapeuta conoce a su paciente, quién es, su trayectoria vital y lo que está pasando en su vida en ese momento. Con esto, la biblioterapeuta elabora una biografía lectora y, a partir de esta información, le ‘receta’ una ‘prescripción literaria’: una lista de unos diez o quince libros dirigidos a ayudarle a sobrellevar un determinado problema personal o que simplemente pueda disfrutar en el futuro debido a su manera de ser, sus aficiones o sus gustos.
Una disciplina de orígenes remotos
Ella Berthoud y Susan Elderkin, dos de las pioneras de la biblioterapia moderna y autoras del libro Manual de remedios literarios (Siruela, 2017), sitúan la primera referencia a algo parecido a su especialidad en el libro Biblioteca histórica, del historiador griego Diodoro Sículo. En esta obra, el autor rememora su visita a Egipto con motivo de la celebración, entre los años 60 y 56 a.C., de la 180ª Olimpiada. En uno de los pasajes, Diodoro describe la ciudad de Tebas, y relata cómo, en la entrada de la Biblioteca Sagrada de la ciudad, había una inscripción en la que podía leerse: “Refugio del alma”. Esa inscripción revela algo que quizá cualquiera podría sospechar: que la biblioterapia, aunque no se practicara por expertos ni se llamara así, es tan antigua como los libros e incluso más aún que estos. Probablemente las historias contadas oralmente habrían tenido previamente el mismo efecto en las personas, si no mayor.
Una prueba de que no hemos cambiado tanto en los últimos milenios. Los seres humanos tendemos a identificarnos con lo que leemos, con lo que nos cuentan. No lo podemos evitar. De las situaciones o las aventuras que les pasan a los otros solemos sacar lecciones para nuestra propia vida.
Pero fue Freud, muchos siglos después, el primero en hablar sobre la importancia de la identificación con las historias de los demás para ayudarnos a reflexionar sobre nuestra propia vida. En su teoría psicoanalítica explicó que ese reconocimiento puede generarnos consuelo, darnos nuevas perspectivas sobre nosotros mismos y ayudarnos a superar experiencias personales complejas.
Quizá precisamente inspirados por los estudios de Freud, tras la Primera Guerra Mundial, los gobiernos británico y norteamericano promovieron programas de lecturas para los soldados que volvían del frente con problemas mentales. En el Reino Unido, por ejemplo, fueron las novelas de Jane Austen las que se utilizaron con fines terapéuticos.
Tras la Primera Guerra Mundial, en el Reino Unido fueron las novelas de Jane Austen las que se utilizaron con fines terapéuticos para los soldados
No obstante, la primera vez que se tiene constancia del término impreso es en un artículo satírico publicado en la revista The Atlantic escrito en 1916 por Samuel McChord Crothers. En él el autor cuenta que se ha enterado de la existencia de una nueva clínica, el Instituto Bibliopatético que, bajo la dirección del Dr. Bagster, proporciona “tratamiento libresco administrado por especialistas competentes”.
En una entrevista que aparece más adelante en la misma pieza, el doctor Bagster declara: “Durante el último año he estado desarrollando un sistema de biblioterapia. No presto mucha atención a las clasificaciones puramente literarias o históricas. No me importa si un libro es antiguo o moderno, si es inglés o alemán, si está escrito en prosa o en verso, si es una historia o una colección de ensayos, si es romántico o realista. Solo me pregunto: ‘¿Cuál es su valor terapéutico?”
“Mucho más que una simple recomendación de libros”
Olga es paciente de cáncer de mama en el Hospital Clínic de Barcelona, donde Laura realiza desde 2024 un proyecto de biblioterapia personalizada para pacientes oncológicos y trasplantados, entre otros. “El primer día que conocí a Laura entró muy discreta en la sala donde otra señora y yo estábamos recibiendo quimioterapia”, recuerda Olga. “En cinco minutos nos habíamos hecho amigas. Yo le expliqué mi historia. Me abrí con ella como no me había abierto nunca con nadie. Ella tiene una gran capacidad para llegar y conocer a las personas que tiene delante”.
Uno de los talleres de biblioterapia que realiza Laura García: «Es mucho más que una simple recomendación de libros»
“Yo no tenía ni idea de lo que era la biblioterapia, pero ha sido una experiencia muy enriquecedora. Es mucho más que una simple recomendación de libros”, continúa. “Me ha ayudado mucho. Laura me dijo que leyera La historia interminable, Ikigai y algunos otros libros que me conectaron con lo que para mí es el paraíso: el Pirineo Aragonés. También libros relacionados con el cáncer que me ayudaron a entender cosas que me estaban pasando. Yo también le recomendé a ella algunos que a mí me habían servido para que se los pudiera proponer a sus otros pacientes”.
“El trabajo de seleccionar libros para la terapia no se termina nunca”, confiesa Laura. “Tenemos casi 70 temas seleccionados con sus lecturas respectivas y cada vez vamos añadiendo más. Tanto de lecturas propias como de recomendaciones de los propios pacientes. Es un trabajo realmente muy enriquecedor”.
La ficción nos proporciona cierta distancia emocional al presentarnos personajes e historias que no son reales. Nos permite conectar con la trama y los personajes sin prejuicios, reflejándonos en sus experiencias y generando un vínculo más profundo con la historia
Entre los libros, los hay de todo tipo, aunque con un foco decidido por la ficción. “La ficción nos proporciona cierta distancia emocional al presentarnos personajes e historias que no son reales”, afirma la biblioterapeuta. “Eso nos permite conectar con la trama y los personajes sin prejuicios, reflejándonos en sus experiencias y generando un vínculo más profundo con la historia”.
Entre los libros más prescritos en sus sesiones de biblioterapia, Laura cita El año del pensamiento mágico de Joan Didion, para casos de duelo, Invisible y Redes de Eloy Moreno o La rabia de Lolita Bosch para casos de acoso escolar, y Casada y callada de Emma Zafón o Formas de estar lejos de Edurne Portela, para mujeres que están sufriendo o han sufrido abusos.
Mucho camino por recorrer
Como decíamos al principio de este artículo, la biblioterapia todavía está muy poco desarrollada en nuestro país. Mucho menos que en los países anglosajones. No obstante, esto está en vías de cambiar. Ya existen titulaciones universitarias en las que se están incorporando estudios de biblioterapia. Por ejemplo, la Universidad Autónoma de Madrid, en la asignatura de Enfermería en Salud Mental de su Grado de Enfermería, dedica un apartado a la biblioterapia. La misma Laura confiesa que está trabajando en un proyecto con una universidad, que se hará público pronto, relacionado con la biblioterapia.
Cada vez, por tanto, hemos de esperar que la biblioterapia sea algo más común en nuestras vidas y ayude a más personas. Olga, la paciente de cáncer espera que esto sea así. “Las prescripciones médicas en los hospitales son fundamentales, pero las de otro tipo, como pueden ser las deportivas o estas, las literarias, ayudan mucho a estar mejor y a gestionar situaciones difíciles de una forma mucho más tranquila. Descubriendo o redescubriendo el placer de la lectura”, concluye.