
Lo que podemos aprender de Pepe Mujica en estos tiempos convulsos
El expresidente uruguayo es un ejemplo de una rara sabiduría, de un civismo político inspirador que está muy por encima de las divisiones políticas que nos separan. Su pequeña y modesta chacra se ha convertido en la meca de los que buscan inspiración para construir un mundo más fraterno
Pepe Mujica cultiva flores. Es su primer y principal oficio, que aprendió con su madre. Desde niño ha tenido una conexión visceral con la tierra, con la vida. Con la vida en todas sus formas. A lo largo de los más de 50 años de mi vida pública, me he reunido varias veces con don Pepe, en diversas ocasiones, cuando él era ministro, presidente de Uruguay, senador o dirigente del Frente Amplio. En todas las ocasiones, me llamaron la atención sus intervenciones y actitudes diferentes e improbables. Y en este momento histórico, la trayectoria vital de Pepe sigue siendo inspiradora y fundamental.
Cuando salió de las mazmorras en las que lo había metido la dictadura uruguaya, Mujica pasó varios años trabajando en la chacra de su madre. “Salí de la cárcel con la idea fija de la chacra”, cuenta él. Salió con la obsesión de volver a la tierra. Metiendo sus manos en ella, Mujica volvió a conectar con la vida de forma definitiva.
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