De reclamar la devolución de piezas a colaborar con sus nuevos dueños: la nueva mentalidad sobre el patrimonio exiliado

De reclamar la devolución de piezas a colaborar con sus nuevos dueños: la nueva mentalidad sobre el patrimonio exiliado

Castilla y León lanza un proyecto de divulgación de cientos de obras vendidas a otros países a principios del siglo XX que supera el concepto de expolio. Llama a otras comunidades para convertir el arte desplazado en embajador español

Bénédicte Savoy, experta en expolio artístico: “Los museos tienen un lado oscuro muy violento en el origen de sus colecciones”

Hace exactamente un siglo, España perdía algunos de sus tesoros medievales más preciados. En la provincia de Soria, el comerciante italiano Leon Levi obtenía el aval del Tribunal Supremo español para arrancar las pinturas de la ermita de San Baudelio de Berlanga, lienzos que se esparcirían por diversos museos de Norteamérica, antes de regresar —en una minúscula proporción— al Museo del Prado.

El magnate de la prensa norteamericana William Randolph Hearst encargaba a su agente en España, Arthur Byne, la compra y envío al puerto de Nueva York de algunas de las dependencias más preciadas del monasterio segoviano de Sacramenia, que acabaría transformado en parque temático de la Edad Media en Florida, antes de convertirse definitivamente en espacio de celebración de bodas. Y a finales de los años cincuenta, el Gobierno de Franco entregó (prácticamente, a modo de regalo) el ábside de la iglesia románica de Fuentidueña (Segovia) a EEUU, para completar el museo The Cloisters, la división del Metropolitan (Nueva York) dedicada al arte medieval europeo.

Los tres ejemplos —todos localizados en provincias de la actual Castilla y León— han remitido durante largo tiempo al término expolio, cuando todos ellos fueron producto de operaciones comerciales o políticas, que habrían de procurar un beneficio a vendedores y compradores, a viejos y nuevos propietarios. De ahí que en una sociedad española indignada por los pecados cometidos por los antepasados haya prevalecido el victimismo (“nos robaron”, se suele escuchar) y la reclamación —infructuosa e ilegítima, en la mayoría de los casos— de los bienes artísticos que abandonaron este país entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX.

Precisamente, un siglo después, el territorio más afectado por la venta indiscriminada del patrimonio artístico ha lanzado un proyecto que inaugura una nueva mentalidad: ya no se trata de lamentarse por el pasado, sino que colaborar con las instituciones que custodian estos bienes en otros países, para convertir la excelencia del arte español desplazado en un eficaz embajador.


Una guía turística habla del León de San Leonardo (Zamora), una de las piezas de Castilla y León hoy en Nueva York

“No tiene sentido llorar por la leche derramada; a partir de ahora, vamos a pensar en positivo”, sostiene Juan Zapatero, director de la Fundación de Castilla y León, que acaba de poner a disposición del público un catálogo digitalizado de bienes desplazados bajo el título Nostra et Mundi, que recoge 252 obras de arte que hoy se encuentran en 14 países diferentes, aunque buena parte de ellos están reunidos en EEUU. “Hemos huido de la palabra expolio, dado que en muchos casos se trató de ventas lícitas, incluso avaladas por el Tribunal Supremo, por lo que no somos quienes para plantear que ese patrimonio deba volver”, declara Zapatero, quien define la principal idea de la iniciativa: “Vamos a aprovechar esta circunstancia para que no se olvide que existen trocitos de Castilla y León, cuidando su memoria y también la del patrimonio que tenemos en nuestra comunidad”.

La mentalidad remite a iniciativas pasadas en la propia autonomía, como la réplica practicada, en colaboración con el Metropolitan de Nueva York, de una antigua pieza (esta sí, robada) de la cartuja burgalesa de Miraflores o a experiencias como la recreación digital de los sepulcros góticos de los condes de Urgell, a cargo del monasterio ilerdense de Bellpuig. No obstante, la determinación y los medios puestos a disposición convierten el proyecto en un antes y un después, dentro de las iniciativas institucionales sobre bienes supuestamente expoliados.

Entender qué ocurrió

En la práctica, el inventario tendrá como objetivo “establecer alianzas allá donde está nuestro patrimonio, despertar el interés de las personas que lo visitan para que conozcan Castilla y León”. “Que nos sirva a nosotros para conocer, valorar y cuidar la memoria de lo que tenemos aquí”, resume Juan Zapatero. “Lo que, en principio, iba a ser un inventario ha terminado transformándose en un catálogo bastante versátil gracias a la labor de la Real Academia de Bellas Artes y de su informático, Juan Víctor Mejías”, señala María José Martínez Ruiz, coordinadora académica de esta iniciativa.

Se refiere la profesora de la Universidad de Valladolid a la cantidad de datos, referencias bibliográficas y recursos gráficos —como los mapas que identifican el largo viaje de algunas de estas piezas— que acompañan a las obras exiliadas, y que componen un tejido informativo que ayuda, no solo a conocer mejor pinturas, esculturas, tapices o vestigios bibliográficos, sino también a entender qué ocurrió en la España de hace un siglo y quiénes estuvieron detrás de la masiva venta del patrimonio de nuestro país.


Mapa que muestra el recorrido de una de las pinturas arrancadas en la iglesia de San Baudelio (Soria), actualmente en el Metropolitan de Nueva York

“Al cruzar los datos y crear todo este entramado, es fácil apreciar quiénes fueron los protagonistas de la dispersión del patrimonio: casas de antigüedades, anticuarios o coleccionistas que afloran en el recorrido de cada pieza”, expone Martínez Ruiz, una de las mayores especialistas del país en el patrimonio exiliado. La profesora apunta a los casos más populares —el mencionado empresario William Randolph Hearst y su agente Byne—, pero también a otros personajes “interesantísimos”, como es el caso del coleccionista John Charles Robinson, que trabajó para el Victoria & Albert Museum de Londres, una de las instituciones que custodian obras españolas.

“Estas piezas han sido estudiadas a través de su autor, su estilo o su época, pero hacer esta confección de rutas del devenir de la historia y de todo lo que sucedió para que salieran del país nos parecía muy interesante”, añade Martínez Ruiz, con la convicción de que la accesibilidad y el diseño de la herramienta de búsqueda abrirá el conocimiento del arte español en el exterior al gran público, que ahora puede indagar sobre el apasionante itinerario del patrimonio en el exterior.

Para la coordinadora académica del proyecto, que ha contado con una decena de expertos de diferentes universidades de Castilla y León y Madrid, el acento determinante de la iniciativa ha sido, precisamente, sortear el término expolio. “En algunos casos, se trató de un expolio, pero no siempre fue así. Algo en lo que he insistido siempre es que hay que conocer la historia de cada obra, porque son muy variadas y diversas: la mayoría de los casos fueron ventas en las que estaban tan interesados quienes vendían como quienes compraban”. 

Casos conocidos y otros muchos que fueron aflorando a lo largo del siglo XX, y que alentaron a la sociedad a reclamar medidas de preservación del patrimonio, como la protección masiva de monumentos en 1931, o la Ley del Tesoro Artístico, que llegó en 1933 con la II República, con ayuda de personajes especialmente significados en la salvaguarda del pasado en tiempos tan difíciles. El catálogo que ofrece desde hace semanas el proyecto Nostra et Mundi crecerá con nuevas fichas de obras de arte que se encuentran en un centenar de localizaciones, pero también está abierto al público, que puede contribuir a encontrar una parte de ese patrimonio cuyas huellas se encargaron de borrar los propios anticuarios y coleccionistas, para facilitar las operaciones comerciales.

Sumar otras comunidades

El paso lo da Castilla y León en calidad de territorio con mayor cantidad de patrimonio histórico del país, pero podría sumar en el futuro a otras comunidades, también muy afectadas por la venta masiva de bienes artísticos, como es el caso de Aragón, Catalunya o Castilla-La Mancha. “Este proyecto tiene más sentido aquí que en otras comunidades, aunque el fenómeno de la pérdida de patrimonio afecta, desafortunadamente, a otras autonomías”, reconoce Juan Zapatero. Para María José Martínez Ruiz, sería “interesante y deseable” que la iniciativa se pueda exportar.


Motor de búsqueda del catálogo de bienes de Castilla y León en el exterior

“No veo tanto que cada comunidad realice algo parecido, como que esta plataforma acabe acogiendo una representación del patrimonio artístico del patrimonio de España fuera del país”, reconoce la coordinadora. De hecho, la posibilidad de seguir cruzando los datos de las obras de arte en el exterior, con las instituciones, galerías, coleccionistas y anticuarios que estuvieron detrás de su exilio arrojaría, sin duda, nuevos datos y conclusiones, que seguramente ayudarán a localizar piezas hasta ahora desconocidas. 

Por otro lado, la labor de investigación que ha conllevado la confección del catálogo está contribuyendo ya a corregir errores de identificación de algunas piezas que hoy se encuentran en museos extranjeros, cuyos fondos españoles, o lucían datos confusos o erróneos, o directamente, carecían de información para fijar su procedencia. El proyecto lanzado por Castilla y León, pretende, en este sentido, colaborar en el mejor conocimiento de centenares de obras de arte vendidas durante las primeras décadas del siglo XX, facilitando recreaciones virtuales de sus lugares de procedencia: iglesias, monasterios, catedrales.

“A cambio, pediremos a los museos una pequeña contraprestación: que orienten a sus visitantes a conocer Castilla y León, por ejemplo, a través de un código QR que remita a información de nuestra comunidad”, expone Juan Zapatero, director de la Fundación de Castilla y León. Esa perspectiva —utilizar la excelencia del arte español en el extranjero como embajador— se suma también a las peculiaridades de un trabajo que abre paso a una nueva mentalidad, un proyecto al que pronto podrían incorporarse otros territorios en el país.