Quién quiere a Carlos Mazón

Quién quiere a Carlos Mazón

El botón rojo de la Generalitat Valenciana lo tienen dos personas: Carlos Mazón y Santiago Abascal. Ambos pueden decidir acabar con la legislatura o dar un relevo al president, acechado por la calle, Génova, la prensa conservadora y, lo que es peor para él, por los que eran sus leales y por los empresarios valencianos

A Carlos Mazón el editorial de Abc que decía este miércoles que “debe irse ya” le importa poco. O las masivas manifestaciones mensuales. Tampoco las tibias señales que está recibiendo de los suyos, tan locuaces en privado y tan alineados en público. La prensa conservadora clásica no le puede marcar el camino, porque el president tiene su propio ecosistema mental y mediático y no le importan ni la tele autonómica, ni La Razón, ni Ana Rosa ni Federico Jiménez Losantos. De momento, los medios de Vox y sus tótems, como Julio Ariza, le dicen que aguante.

Los mismos medios y políticos de la cúpula del PP que el 30 de octubre decidieron embarcarse sin chaleco salvavidas con Mazón en su peligrosa aventura de resistir 228 muertos mientras estaba de comida se han quedado sin argumentario. Sobre todo después del auto de la jueza, que dice tres cosas muy relevantes por separado y que, leídas juntas, es un proyectil en la línea de flotación del president y de todo el que le siga: había suficiente información, la competencia para salvar vidas era “exclusiva” de la Generalitat y se hizo todo tarde y mal. Augura un viacrucis judicial que muchos minusvaloraron cuando abrazaban a Mazón y pocos están dispuestos ahora a recorrer. Solo uno está dispuesto: el president. De momento, nadie de su partido le ha dicho lo contrario a las claras y en público. Este mismo miércoles su gestión fue indirectamente respaldada por la bancada del PP en el Congreso, ovación cerrada y en pie, dejando atónitos a quienes leían en los silencios de Feijóo una defenestración exprés. “Todo a su debido tiempo”, había dicho unas horas antes.

El globo de la justificación política se ha pinchado y ha dejado a Feijóo descubierto con una desgracia evitable y con un dilema. No quiere perder el gobierno de la Comunitat Valenciana, esencial para su éxito en Madrid. Y da muestras de no saber si es peor dejar a Mazón o quitar a Mazón. En este último caso, ¿cómo y cuándo? En Reino Unido un reto viral filmó una lechuga con peluca a ver si duraba más que su primera ministra Liz Truss. Los barones del PP y el partido esperan algo más contundente de su líder nacional que un concurso vegetal. De momento se lo está pensando y está trasladando que quiere pero no puede. Que quiere, pero no ahora. En el futuro (¿si lo imputan?) veremos si quiere.

Hace meses que Mazón vive refractario a todo lo que no sea quedarse y resistir la legislatura, y se rodea de quien sea capaz de decirle que aún va vestido. Cifuentes padeció de la misma ceguera con el máster, un asunto infinitamente menor, pero en la Asamblea de Madrid sí había una mayoría alternativa factible, con un PSOE que presentó una moción de censura que podía ganar con Ciudadanos. En Les Corts no está Ciudadanos apoyando a Mazón, sino Vox, lo que hace imposible que le desalojen sin que concurran las ganas de Santiago Abascal, que de momento prefiere que se abrase y sostener a un gobierno que pudiendo salvar vidas no las salvó, según los indicios de la instrucción. A Cifuentes le sacaron unas cremas. Quizás haya ya gente buscando por la “M” de Mazón en los cajones de la infamia.

El president acaba de encontrarse una bombona de oxígeno inesperada: su sustituta natural y enemiga acérrima, la alcaldesa de València, tiene un lío monumental en el Ayuntamiento, después de que dos concejales de Vox se hayan pasado al grupo mixto, lo que deja a su gobierno en minoría y obliga a poner en pausa los inventos y malabares, porque el PP podría perder también el gobierno municipal. Iba enfilada a heredar a Generalitat, pero ahora está centrada en no perder su propio cetro.

Ni la prensa conservadora ni el PP de Madrid son suficiente para mover a Mazón de una silla que le dieron las elecciones, pero ahora tiene otros dos frentes sumados que le debilitan. Uno son los grandes empresarios y la patronal de la Comunitat Valenciana, que le arroparon en su llegada en 2023 y vieron la oportunidad de que beneficiara a empresas, de ahondar en el modelo de privatización o la bajada de impuestos. Pero ellos saben más que nadie que cuando el escándalo político entra por la puerta, el capital salta por la ventana. Que València esté todo el día en los informativos es nefasto. Que alguien como Mazón pueda liderar la necesaria reconstrucción es dudoso. Para ellos y para muchos supervivientes que aún no han cobrado, que siguen sin casa, que no han sido atendidos, recibidos por las autoridades autonómicas y reparados.

Además, en el PP valenciano, donde antes del 29-O Mazón no tenía oposición y todo eran lisonjas, empiezan a mirarle como a un fantasma. Aquellos cargos que le ayudaron a coser el partido y obtener votos ven cómo cada día que pasa se tiran papeletas a la papelera o se derivan a Vox. El president tiene un estilo vanidoso y protagonista que está chocando con la parte más orgánica del partido, que en su día se puso a su servicio lealmente, pero que hoy tiene dudas sobre el daño que está haciendo a futuro a los que van a quedarse y a ser igualmente leales con el siguiente que venga. La provincia de València se está indignando contra un president que se refugia en Alicante y que está demostrando una histórica desconexión con la calle. El expresident Camps tampoco está desaprovechando la ocasión de zarandear el partido para que caiga más pronto que tarde la manzana podrida.

Un frente no es suficiente, pero todos los frentes a la vez en todos los sitios hacen casi imposible que el president de la Generalitat pueda resucitar de una muerte que se infligió a sí mismo un lunes en el hotel Ritz de Madrid y luego con la cifra y foto de las 20.28. Dos lunes después una jueza expuso todas sus vergüenzas con nombres y apellidos. Pocos creían que fuera capaz de hacer gala de la mentira y su ausencia y atrincherarse contra la lógica, aunque ya supieran de su tendencia a la vanidad, a no hacer equipo y al liderazgo instagramer.

No es lo mismo vivir que durar, pero Carlos Mazón quiere simplemente concluir su sueño, hasta que despierte de esa ensoñación narcisista o alguien le devuelva a la realidad con una declaración contundente, un secreto revelado u otro auto judicial. Pueden ser días o meses. Para Camps y sus trajes fueron años. Con 228 víctimas es de esperar que se acorten los plazos.

Cuando tomó posesión en julio de 2023 rodeado de pompa, sonrisas y fotos, Mazón eligió citar como frase épica de su discurso la película El Candidato. Cuando Robert Redford dice: “Tan solo os pido el beneficio de la duda”. Un año y medio después de aquella cita, la duda ha quedado despejada. Nadie lo quiere. Otra cosa es que nadie más que Vox pueda echarlo, y como lo sabe se conjura a acabar la legislatura, dando por hecho que su partido no lo volverá a proponer como candidato. Pronto o tarde, Mazón está acabado moral y políticamente. Solo falta por saber cómo y cuándo.