El ‘Atles Català’ de los judíos mallorquines que trazaron el camino de la vuelta al mundo y cuestionaron el terraplanismo

El ‘Atles Català’ de los judíos mallorquines que trazaron el camino de la vuelta al mundo y cuestionaron el terraplanismo

Abraham y Jafudà Cresques dibujaron a finales del siglo XIV un mapamundi fundamental para las expediciones oceánicos. Tras el asalto de la judería de Palma, la familia se convirtió al cristianismo y cerró su taller: fue el ocaso de la Escuela cartográfica mallorquina

La ‘gentrificación’ hace desaparecer pueblos desde el siglo XIV: qué fue de Santa Maria de la Torre o Guinyent

Cresques Abraham y Jafudà Cresques tenían dos ventanas para mirar el mundo sin salir de la ciudad amurallada en la que vivían. Una, tras las paredes de su casa, situada en el barrio de los judíos. Padre e hijo disponían de una biblioteca que condensaba el conocimiento de muchos siglos. Mitos, religión, filosofía, astronomía, botánica, geografías. Fe y ciencias, datos para iluminar lo desconocido. Aunque no pudieran comprobarlo, y su credo, el judaísmo, dijera, literalmente, lo contrario, se fiaban de Aristóteles y Ptolomeo e intuían que la Tierra no era plana. La otra ventana era el puerto.

Todavía faltaban décadas para que Guillem Sagrera proyectara los planos de la Llotja dels Mercaders, pero, a mediados del siglo XIV, Mallorques (el nombre que cien años antes le dieron las tropas de Jaume I a la ciudad de la isla musulmana que conquistaron para la Corona de Aragón) era una capital comercial.

Naves que iban y venían de una costa a otra del Mediterráneo, e incluso del otro lado del peñón de Gibraltar, tanto del Atlántico que golpea las costas del norte de Europa como del que baña las costas africanas, al menos hasta las Canarias y el temido cabo Bojador, donde la piel empieza a ser negra. De las bodegas se descargaba todo tipo de mercancías.


La Llotja de Palma

Las más preciadas eran las más ligeras: las especias orientales. Había otras todavía más livianas, tanto que resultaban intangibles: los relatos de los marineros y comerciantes sobre tierras desconocidas. Los Cresques se dedicaban a escucharlos. Les iba el oficio en ello. O, como mínimo, uno de los oficios que dominaban. Narrados en lingua franca (una mezcla de catalán, genovés, veneciano, francés, griego, latín, hebreo o árabe), a medio camino entre la crónica y el cuento, aquellos testimonios eran realmente una cascada. De olores, sabores y paisajes. Muchos lugares, ajenos por lejanos, iban convirtiéndose en una idea a través de la palabra. Las ideas no tocan, pero, guardadas en la memoria, luego se pueden plasmar.


La carta de Guillem de Vallseca es la última gran obra de los cartógrafos medievales de Mallorca. Museo Marítimo, Barcelona. 1439

El taller de las cartas náuticas y los portulanos

Abraham y Jafudà las almacenaron sobre pergaminos o encima de un revolucionario soporte que había llegado a Mallorca desde la Península Itálica poco antes. El papel. A varias tintas las escribían y, también, las dibujaban. En su taller se hacían cartas náuticas y portulanos. Mapas. 

–Es una cuestión polémica definir su oficio, pero a los Cresques se les identifica como mestres bruixolers (fabricantes de brújulas)… pero, a la vez, como fabricantes de mapamundis. También, en su taller se producían mapas y cartolanos de carácter artístico. De Abraham se conservan varias Biblias que copió y iluminó. Eso quiere decir que dominaban varias artes a la vez (la astronomía y la geografía eran imprescindibles para un cartógrafo). Por eso, optaría por una vía intermedia y los consideraría cartógrafos e ilustradores. Alrededor de Abraham y de sus hijos, de los que Jafudà fue el más reconocido, había un grupo de personas. Un núcleo pequeño y muy conectado; muchos de ellos eran familiares (tiene sentido porque el conocimiento que atesoraban era muy valioso, tanto a nivel comercial como político). Los Cresques no son los primeros cartógrafos de la isla, reciben cierta herencia tanto interna como externa, pero sí podemos decir que su taller ayuda a configurar una escuela, la Escuela cartográfica mallorquina.


Las primeras páginas del atlas ideado por Cresques Abraham contienen información muy útil para los navegantes

Lo explica el doctor Jordi Maíz Chacón. Medievalista y especializado en la historia de los judíos mallorquines, además de impartir clases en varios institutos, es profesor asociado de la Universitat de les Illes Balears. El foco del historiador se ha posado tanto en la represión que sufrieron los hebreos de Mallorca y en el papel que, antes y después, tuvo esa comunidad en las redes financieras de la Corona de Aragón. Los Cresques interesan, por tanto, a Maíz Chacón de forma especial. Revisando las vidas de Abraham y Jafudà pueden entenderse los pogromos y movimientos bancarios de la Corona de Aragón en su momento más esplendoroso.

Un reino en mitad del mar

“Tendríamos que contextualizar lo que supuso el comercio y la navegación para la Mallorca del siglo XIII y XIV”, explica el historiador. Independiente o dependiente del Comtat de Barcelona, la isla fue “un reino en mitad del mar”. Continúa Maíz Chacón: “Los mallorquines están obligados a mirar hacia el mar, entre otras cosas por la dependencia de la población del cereal importado. Pero, además, la isla tiene una situación estratégica para los intereses de la corona: es el centro del Mediterráneo occidental y adquiere una importancia que la lleva a rivalizar con Barcelona; además de con Génova, Venecia y otros puertos itálicos. Por eso se construyen y reforman las atarazanas de Palma. Las brújulas y las cartas de navegar se convierten en objetos importantísimos. Su compraventa, por tanto, era muy exclusiva, estaba dirigida a una minoría, y ahí entran los reyes aragoneses. La monarquía era un agente comercial de primer nivel”.

La isla tiene una situación estratégica para los intereses de la corona: es el centro del Mediterráneo occidental y adquiere una importancia que la lleva a rivalizar con Barcelona; además de con Génova, Venecia y otros puertos itálicos. Por eso se construyen y reforman las atarazanas de Palma. Las brújulas y las cartas de navegar se convierten en objetos importantísimos. Su compraventa, por tanto, era muy exclusiva, estaba dirigida a una minoría, y ahí entran los reyes aragoneses. La monarquía era un agente comercial de primer nivel

Jordi Maíz Chacón
Medievalista y especialista en la historia de los judíos mallorquines


La Rosa de los Vientos y la posición de estrellas y planetas era fundamental a bordo en una época donde el barco era la forma de viaje más veloz

Los Cresques tenían privilegios. Libertad de movimientos fuera del gueto, la honra de no tener que llevar la estrella amarilla bordada en la ropa e incluso un salvoconducto con el sello real que prohibía expresamente hacerles daño. Eran muy útiles a Pere IV (el Cerimoniós) y su hijo Joan I. Durante sus reinados se produce la gran expansión mediterránea de la confederación de reinos y condados que llegaron a dominar. Es entonces cuando las cuatro barras rojas y amarillas alcanzan Atenas. Se necesitan manos que sepan dibujar los rincones del imperio, empujar sus límites. Las de los Cresques tenían ese talento.

“Su trabajo es la síntesis de las tres culturas, la cristiana, la musulmana y la judía”, dice Maíz Chacón, “y, aunque se desconoce el origen de la familia, pero es probable que fuera norteafricano. ¿Por qué? La exactitud con la que en sus cartas se dibuja la costa africana es increíble, tienen un conocimiento minucioso de ella. Si no procedían de allí, sí tenían, al menos, contacto con las comunidades hebreas de la región [Tetuán, Orán, Argel, Túnez, Trípoli, Alejandria…]. Lo mismo ocurría con los judíos que vivían en ciudades del sur de Francia, como Montpellier”.

El trabajo de los Cresques es la síntesis de las tres culturas, la cristiana, la musulmana y la judía y, aunque se desconoce el origen de la familia, pero es probable que fuera norteafricano. ¿Por qué? La exactitud con la que en sus cartas se dibuja la costa africana es increíble, tienen un conocimiento minucioso de ella. Si no procedían de allí, sí tenían, al menos, contacto con las comunidades hebreas de la región [Tetuán, Orán, Argel, Túnez, Trípoli, Alejandria…]. Lo mismo ocurría con los judíos que vivían en ciudades del sur de Francia, como Montpellier».

Jordi Maíz Chacón
Medievalista y especializado en la historia de los judíos mallorquines

El Atles Català, el mapamundi que no se concibió para navegar

El call mallorquín es un lugar eferverscente durante aquellas décadas. Eso, unido con la herencia que recibieron de los cartógrafos genoveses, y las historias que escuchaban directamente de los navegantes en el puerto de Palma hizo posible su obra más famosa: el Atlas Català, un mapamundi que, curiosamente, no se concibió para navegar; tenía un carácter ornamental. Hay que pensar que las condiciones en la mar eran tan malas en aquella época que la mayor parte de las cartas náuticas, probablemente, no sobrevivieran a las travesías. Por eso no estaban tan decoradas ni contenían tanta información: “hubiera sido tirar el dinero”.

Son seis pergaminos gigantescos. Desplegados, forman una superficie de sesenta y cinco centímetros por tres metros. El artefacto es tan largo que tuvo que montarse sobre dos maderas articuladas. No se fechó, pero se le calculan siete siglos y medio de vida. Es el Atles català y, no por capricho, puede verse en la Bibliothèque nationale de France. Viajó a París hace muchísimo tiempo. El Infante Joan, hijo de El Cerimoniós, se lo regaló al primo de su esposa, Carlos de Valois, cuando subió al trono de Francia (y antes de que lo apodaran Le Fou, el loco). Una ostentación en toda regla del dominio del globo terráqueo que poseían sus judíos predilectos.


Los topónimos del mapamundi están escritos en la lengua que utilizaban los Cresques en ‘Mallorques’: el catalán del Medievo, mezclado con la ‘lingua franca’ que se hablaba en el Mediterráneo

Topónimos, principalmente, en catalán (porque usaban, en realidad, la lingua franca). Las armas de la Corona de Aragón, bien presentes. El Mar Rojo, coloreado. Los Alpes, representados como una pata de gallina. Las Canarias, islas que antes de ser conquistadas por Castilla ya conocían capitanes mallorquines como Jaume Ferrer, cierran el sur. Lanzarote está, curiosamente, en brazos de la princesa Ginebra. El maridaje entre leyenda y rigor envuelve todo el mapamundi.

Por ejemplo, el emperador de Mali, sentado sobre una mina de oro. Las tierras en las que comprar esclavos –otro elemento fundamental–, bien reflejadas, como el arca de Noé, varada sobre el monte Ararat, o la Gran Muralla China, que como otros tantos lugares incluye una pequeña descripción sobre sus características. Rumbos trazados y, en las dos primeras páginas, una especie de tratado sobre el arte de la navegación, hay calendarios, información astronómica muy valiosa, y, también, sobre el comportamiento de las mareas. La Rosa de los Vientos y la Estrella Polar, para no perder el norte. El Mediterráneo se radiografía cabo a cabo, puerto a puerto. Asia, en cambio, es una masa bastante amorfa. Los Cresques bebían de los viajes de Marco Polo. Unas islas, en oriente, representarían Sri Lanka o Sumatra. Al oeste, el vacío. Finis terrae.

Rumbos trazados y, en las dos primeras páginas, una especie de tratado sobre el arte de la navegación, hay calendarios, información astronómica muy valiosa, y, también, sobre el comportamiento de las mareas. La Rosa de los Vientos y la Estrella Polar, para no perder el norte. El Mediterráneo se radiografía cabo a cabo, puerto a puerto. Asia, en cambio, es una masa bastante amorfa. Los Cresques bebían de los viajes de Marco Polo. Unas islas, en oriente, representarían Sri Lanka o Sumatra. Al oeste, el vacío. Finis terrae

El fin de la Escuela cartográfica mallorquina

El conjunto es una especie de delta de sabidurías tan distintas como complementarias. La obra maestra de los portulanos. “El estilo mallorquín encuentra su expresión más brillante en el Atles català”, dice Maíz Chacón. ¿Influyó, por tanto, el trabajo de los Cresques a la Escola de Sagres, la academia que ideó, a principios del siglo XV, Enrique el Navegante para lanzar a los portugueses a la exploración de los océanos, el paso previo al primer viaje de Cristóbal Colón que tropezó con las Antillas? “Sí creo que de forma indirecta, parte de sus conocimientos acaban llegando a las escuelas de navegación que, a posteriori, se van abriendo. No sólo las cartas de los Cresques, también las que se trazan en otros talleres. No sé, por ejemplo, si Colón conocía el trabajo de estos judíos mallorquines, pero sí que creo que llegó a tener información indirecta del gran avance técnico que se produce en su taller que, no lo olvidemos, se cierra prácticamente a principios del siglo XV”.


La estatua de Jafudà Cresques está situada en la Plaça del Temple, muy cerca del lugar donde la familia tuvo su domicilio y taller

Como indica el doctor Maíz Chacón, la saga de los Cresques termina, casi completamente, el capítulo de la Escuela cartográfica mallorquina. Había empezado con Angelí Dolcet, que firmó un portolano allá por 1339, y culmina con Gabiel de Vallseca, que firmó otro portolano justo un siglo después, en 1439, con una flecha hacia poniente que parece anticipar los viajes colombinos. La geopolítica estaba empezando a bascular hacia el Atlántico cuando Mallorca se borró del mapa de los portulanos. El odio religioso tuvo mucho que ver. Cresques Abraham murió en 1387. Eso salvó al patriarca del asalto al gueto mallorquín, una ola de violencia que se produjo a lo largo de 1391 en muchas juderías del resto de la Corona de Aragón. Eso explicó que Gabriel de Vallseca, nacido en Barcelona, se trasladara a Mallorca: era converso.

Al cristianismo también se convirtió la familia Cresques. Jafudà se bautizó para recibir un nombre muy alejado de su tradición. Lo llamaron Jaume Ribes. Con ese nombre fue enterrado en 1410. La fecha no es baladí: elimina la posibilidad de que, en su vejez, el cartógrafo se trasladara a Sagres. Se ha especulado con ello porque en la academia portuguesa hay referencia de un judío mallorquín, llamado también Jafudà, pero hacia 1420. La historiografía no ha encontrado más fuentes fiables para descubrir quién fue.

Al cristianismo también se convirtió la familia Cresques. Jafudà se bautizó para recibir un nombre muy alejado de su tradición. Lo llamaron Jaume Ribes. Con ese nombre fue enterrado en 1410. La fecha no es baladí: elimina la posibilidad de que, en su vejez, el cartógrafo se trasladara a Sagres

Jafudà Cresques observa, hoy, la vida desde un pedestal, la mirada un poco inclinada hacia el suelo. Además de dos calles, en los barrios del ensanche extramuros, el hijo de aquella dinastía de cartógrafos mallorquines tiene una estatua en el casco antiguo de su ciudad natal. Los artesanos y comerciantes de su época se han convertido en rebaños de turistas conducidos por guías que explican, brevemente, quién fue y qué hizo. A Jafudà lo esculpieron con barba larga y un plano, enrollado, en la mano izquierda. En la diestra tiene un compás. La herramienta y su obra. Verla no podrán: toda la cartografía que se conserva de los Cresques está esparcida –París, Jerusalén, San Petersburgo– lejos de Mallorca. En cambio, el Jafudà petrificado está en la Plaça del Temple, muy cerca del lugar donde su familia imaginó un planeta tan amplio que, por fuerza, había de ser esférico.