
Mazón o no Mazón, he ahí la cuestión
Aguantar a Mazón parecía y parece la única forma de controlar daños tras una gestión irresponsable de la Dana que no puede acabar más que en el juzgado o en el escarnio. Pero para que funcione, el interpelado ha de ser el primer interesado en sufrir en silencio y aguantar la parte que le toque sin rechistar
Cual personaje shakesperiano deambula sumido en esa duda Alberto Núñez Feijóo durante los últimos meses de estos dos años que nunca deberían haber existido porque, en un pasado como debería haber sido, no en este insoportable futuro paralelo, él estaría haciendo su vida en la Moncloa. Y cuando en el Partido Popular duda el líder, duda todo el partido. No como entre los socialistas, que solo se sienten seguros cuando duda el líder. O como entre los de Sumar, que ya no recuerdan qué significaba estar seguro.
El dilema entre aguantar a Mazón o rematar a Mazón había podido manejarse hasta ahora con cierto orden mientras el presidente valenciano atravesaba las fases de negación -a ver si nos convencía de que el reservado del restaurante era un puesto de mando y su móvil una centralita de comunicaciones-, o de negociación -a ver si conseguía repartir las culpas a pachas entre todas las administraciones-. Si algo aprendió Feijóo en los años del Prestige es que el efecto balsámico del tiempo y las ayudas para la recuperación lo alivian casi todo.
Pero la fase de auto reivindicación iniciada por el President tras su desayuno informativo en Madrid y la imagen de su entrada con saludo torero en el Cecopi lo ha vuelto a desordenar todo. Mañana mismo el president Mazón podría pactar con Vox que las expresiones “ingente información” e “inexplicable falta de respuesta” empleadas por la juez de Catarroja en su último auto se refieren no al gobierno valenciano y a su incompetente gestión de la Dana, sino a las políticas migratorias del gobierno de Pedro Sánchez y quedarse tan ancho mientras Borja Sémper nos lo explica desde el centrismo y la moderación.
Reemplazar a Mazón ni era ni es una opción porque el PP ni tenía ni tiene los votos para elegir nuevo president. Vox no se los va a prestar para elegir un candidato o candidata que le birle durante lo que quede de legislatura los beneficios electorales acumulados gracias al fileteo diario de la permanencia de Mazón. No parece probable que Feijóo pueda encontrar los votos que le faltan entre los socialistas; aunque ahora la geoestrategia y las urgencias europeas le abran una ventana de oportunidad que volverá a despreciar. Mucho menos le estarán esperando en los escaños de un Compromís encantado en su papel de Campanilla activista del gobierno de coalición.
Así que todo se reducía y se reduce a elegir entre quemar a Mazón; o ir a elecciones para perderlas en el peor de los casos, o tener que pactar a la baja con Vox en el mejor de los escenarios. Con el agravante de que esos comicios se colocarían en las puertas de un 2026 que se anticipa triunfal para los populares, con gobiernos revalidados con claras mayorías en Castilla y León y en Andalucía, demostrando al respetable que la alternativa a Pedro Sánchez conformada por un ejecutivo monocolor presidido por Feijóo supone algo más que un deseo y resulta perfectamente viable.
Aguantar a Mazón parecía y parece la única forma de controlar daños tras una gestión irresponsable de la Dana que no puede acabar más que en el juzgado o en el escarnio. Tiempo por presupuestos no es un mal trato. Pero para que funcione, el interpelado ha de ser el primer interesado en sufrir en silencio y aguantar la parte que le toque sin rechistar, no empeñarse en que le organicen una comida de homenaje y le regalen un reloj bañado en oro. Cuando el daño no se puede controlar, lo mejor es pasarlo cuanto antes.