
El puente romano más largo del mundo en perfecto estado está en este lugar de España
Con casi 800 metros de longitud y más de 2.000 años de historia, el puente de Mérida sigue en pie como testigo del esplendor del Imperio Romano y Patrimonio de la Humanidad
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Quien accede hoy al centro de Mérida a pie lo hace del mismo modo que lo hacían los habitantes de la antigua Emérita Augusta hace dos milenios: cruzando su majestuoso puente romano sobre el río Guadiana.
Esta imponente estructura, construida a finales del siglo I a.C. con motivo de la fundación de la colonia, no solo fue clave para el desarrollo de la ciudad, sino que ha sobrevivido a guerras, crecidas fluviales y siglos de desgaste, consolidándose como el puente romano más largo que se conserva de la antigüedad.
Su longitud de casi 800 metros, sostenida sobre 60 arcos de medio punto, lo convierte en una obra sin igual dentro de la ingeniería civil romana. Más que un lugar de paso, fue pieza estratégica para controlar rutas clave que conectaban el oeste peninsular con puntos como Olissipo (Lisboa), Corduba (Córdoba) o Cesaraugusta (Zaragoza).
Dos puentes en uno, un mercado en medio
El puente que hoy puede cruzarse de un tirón no siempre fue una única estructura. Originalmente, se dividía en dos tramos separados por un tajamar —una especie de islote en mitad del Guadiana— que servía para frenar la fuerza del agua. Aquel espacio fue tan grande y útil que llegó a albergar un mercado de ganado durante la época romana.
Levantado con hormigón revestido en sillares de granito, su resistencia ha sido probada a lo largo de los siglos. De hecho, tres de sus arcos permanecieron ocultos hasta los años noventa, cuando unas obras urbanísticas los sacaron a la luz.
Esta recuperación forma parte de la continua restauración que ha vivido el puente, desde época visigoda hasta el siglo XIX, pasando por reconstrucciones tras daños durante la Guerra de la Independencia Española.
Descendedero del Puente Romano de Mérida
De vía militar a paso peatonal iluminado
Durante siglos, el puente soportó el paso de todo tipo de tráfico, incluidas carretas y automóviles. No fue hasta 1991cuando se peatonalizó por completo, coincidiendo con la construcción del Puente Lusitania, ideado por Santiago Calatrava, para desviar la circulación moderna y preservar este legado histórico.
Hoy en día, iluminado al anochecer, el puente romano no solo conserva su función de entrada simbólica a Mérida, sino que ofrece un recorrido mágico al ritmo del Guadiana.
Reconocido como Bien de Interés Cultural en 1912 y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1993 dentro del Conjunto Arqueológico de Mérida, es sin duda una de las joyas arquitectónicas más valiosas de la ciudad y de toda España.
Testigo de imperios: de Augusto a los omeyas
Desde el puente, mirando hacia el margen derecho del río, se alza imponente la Alcazaba Árabe de Mérida, construida en el siglo IX. Considerada la más antigua de la península ibérica, esta fortaleza fue edificada por los omeyas como punto de control sobre el acceso a la ciudad desde el puente romano.
Con claras influencias bizantinas, la Alcazaba se convirtió en residencia del gobernador y centro administrativo, pero también en una barrera defensiva y símbolo del poder musulmán en la región. Así, el puente no solo conectó rutas comerciales y peregrinas, sino también civilizaciones enteras que dejaron su impronta en la historia de España.
Templo de Diana en Mérida
El legado eterno de Mérida
Caminar por el puente romano de Mérida es mucho más que cruzar un río: es un viaje por la historia, un paseo entre arcos que han resistido el paso de los siglos y que siguen contando, piedra a piedra, la grandeza del Imperio Romano.
Mérida, capital de la antigua Lusitania, no solo conserva uno de los mejores conjuntos arqueológicos de la península, sino que permite, como pocas ciudades, vivir el pasado en presente. Y todo comienza, como hace 2.000 años, por el puente.