
Quiero la cabeza de María Jesús Montero
El PP intensifica su estrategia de demolición de la vicepresidenta Montero, iniciada cuando ella fue elegida líder del PSOE andaluz, mientras sus diputados continúan con su estilo habitual en la legislatura, que consiste en llamar «gentuza, puteros y payasos» a los socialistas
Feijóo, sobre el decreto para responder a los aranceles: “Hoy no estamos más cerca de apoyarlo”
En estos tiempos de tanto ‘true crime’ en la televisión, los guionistas del Partido Popular han apostado por el montericidio. Consideran a María Jesús Montero una víctima fácil que dejará un bonito cadáver. No será necesario investigar nada. Todo es a plena luz del día y todos le tienen ganas. Como en la novela de Agatha Christie, son legión los diputados del PP que quieren clavar el puñal a la vicepresidenta. Luego dicen que está muerta –“está cesada de facto”, según Cuca Gamarra–, pero no dejan de acuchillarla. Será para asegurarse o porque les pone la sangre.
Como número dos del Gobierno, no es raro que el PP se centre en ella. Es la intensidad lo que llama la atención desde que Montero fue elegida líder de los socialistas andaluces. En principio, lo tiene muy complicado para poner las cosas difíciles a Juanma Moreno, tanto por su pluriempleo como porque el PSOE lleva tiempo en un estado depresivo en Andalucía. Sea porque el PP no quiere correr riesgos o porque ve en Montero una rival que está en condiciones de despertar a su partido, cada sesión de control es un intento de ridiculizarla.
Andalucía reparte 61 escaños en unas elecciones generales, un 17% del total. En las últimas, el PP sólo pudo sacar al PSOE cuatro escaños de diferencia (25-21) cuando todo parecía apuntar a que la ventaja sería mayor. El escaso botín fue una de las razones de su frustración en las urnas.
Con Pedro Sánchez en Vietnam, Montero tuvo que hacer frente a las preguntas sobre el plan del Gobierno frente a los aranceles de Trump. En un giro que no sorprenderá a nadie, el PP fue capaz de regresar a uno de sus temas favoritos. Todo el planeta está alarmado y obsesionado con lo que haga el presidente de EEUU, pero el partido de Feijóo pretende que el tema no sea ese, sino Catalunya. Ya se sabe que los catalanes son peores que los chinos, aunque sean menos.
El Gobierno plantea “una red de protección para sectores, empresas y trabajadores afectados” por la guerra comercial que ascendería a 14.000 millones de euros. Está orientado fundamentalmente a las empresas que exportaban a EEUU y que ahora se arriesgan a quedarse sin ese mercado. Catalunya es la comunidad en principio más dañada por los nuevos aranceles con unas exportaciones a EEUU por valor de 4.351 millones en 2024. Le siguen Andalucía, con 3.188 millones, y la Comunitat Valenciana, con 2.850 millones. De ahí que Junts haya dicho que a Catalunya le correspondería el 25% del total de las ayudas. Nunca tardan mucho tiempo en presumir de lo buenos negociadores que son.
El PP se enteró y empezó a sufrir espasmos. “Estaban esperando la crisis de los aranceles para beneficiar a Junts”, acusó Gamarra. “La última transacción corrupta la conocimos ayer”, denunció Jaime de Olano. “No hay ningún tipo de sesgo territorial más allá del que signifique que allí (en Catalunya o Andalucía) se ubiquen empresas que tengan exportaciones y un mercado importante con EEUU”, les respondió Montero.
Mientras tanto, el Senado debatió y votó a favor de la reprobación de Montero. La verdad es que no merece la pena extenderse en esa noticia. El Senado funciona como la discoteca privada del PP, donde sólo se pinchan sus temas. Cualquier día de estos llevan a Mario Vaquerizo para que les ofrezca sus grandes éxitos.
Las discusiones sobre el plan de ayudas habían suscitado un amago de distensión en las relaciones del PSOE y el PP. El partido de Feijóo no debía de tenerlo muy claro. En un plazo de 24 horas entre el lunes y el martes, envió tres comunicados a los medios de comunicación para terminar alegando que el Gobierno les expulsaba de las negociaciones al “pactar unilateralmente con el independentismo un cupo arancelario que reparte de manera desigual los recursos de todos los españoles”, algo que los socialistas y el Ministerio de Economía han negado siempre que se les ha preguntado.
En la portada de El Mundo, se presentó como un hecho: “Moncloa cede a Junts un ‘cupo arancelario’ a espaldas del PP”. Ponga a todo la palabra ‘cupo’ y ya tiene su titular. Es lo que se lleva en los últimos meses.
En la sesión no podía faltar la pregunta semanal de Elías Bendodo a la vicepresidenta, un fijo desde que ella fue elegida al frente del PSOE andaluz. El diputado malagueño del PP hizo un símil futbolístico con la ausencia de presupuestos tan confuso que Montero no lo entendió. Ni ella ni nadie.
Lo cierto es que Bendodo tiene menos gracia que un esguince de tobillo, pero él no deja de intentarlo. Luego, Montero patinó por todo lo alto al exigirle que retirara “esa superioridad moral y ese tono machista” sin que esté claro en qué los pudo detectar.
Montero no quiso explicar por qué es legítimo no presentar un proyecto de presupuestos frente a lo que dice la Constitución y el PP no quiso definirse y anunciar qué votará cuando haya que ratificar el decreto de ayudas a las empresas por los aranceles. No está decidido y está por ver si la necesidad de mantener la presión sobre el Gobierno es más importante que los problemas de la economía española. La tentación de echar la culpa a los catalanes es muy grande. Feijóo confirmó que de momento no hay acuerdo: “Hoy no estamos más cerca que ayer de apoyar el real decreto ley, que es un parche, no una solución”.
Ni siquiera una guerra comercial es motivo suficiente como para que el Gobierno y la oposición interrumpan sus hostilidades durante un breve espacio de tiempo. Además, las escaramuzas colaterales pueden provocar un incendio mayor que los grandes temas. La diputada del PP Patricia Rodríguez hizo a Óscar Puente una de esas preguntas que sólo son una excusa para repartir cera: “¿Responde personalmente por la auditoría interna de su Ministerio?”. La intención era acusarle de complicidad con Ábalos, aunque resulta que esa auditoría provocó el enfado del exministro investigado por el Tribunal Supremo.
El ministro sacó un asunto de hace nueve años de su marido, que fue contratado como monitor de pádel en un centro municipal de Ávila cuando Rodríguez era teniente de alcalde. La empresa que tenía la concesión se fue al garete, pero recibió otra vez la concesión por parte del equipo de gobierno del PP. No parecía el Watergate o la Gürtel precisamente, pero a Puente le valía.
La respuesta de los escaños del PP no tardó mucho y estuvo en la línea de su comportamiento habitual en esta legislatura. No contaban con que la ministra Diana Morant decidiera contarlo. Está sentada en la fila del banco azul situada debajo de los escaños del PP y está harta de escuchar los comentarios que vienen de las plantas superiores. “No es de recibo que una ministra del Gobierno, por estar aquí sentada, tenga que estar escuchando continuamente insultos como ‘gentuza, puteros, payasos’ y toda una serie de insultos y faltas de respeto”.
Es una de las grandes contribuciones del Partido Popular a la democracia parlamentaria. Pero no es necesario que la utilicen contra esos mismos diputados cuando se los encuentren en la calle. Permite quitarse de encima el cabreo por lo que sea, pero puede ser constitutiva de delito. En el hemiciclo, por el contrario, tus colegas te felicitan y hasta puede que consigas un ascenso.