
Suelo pélvico: cómo cuidar de esta importante red de músculos que a menudo pasa desapercibida
La rehabilitación del suelo pélvico persigue restaurar la funcionalidad muscular de la pelvis
El suelo pélvico es un conjunto de músculos, ligamentos y tejidos que sostienen y envuelven los órganos del interior de la pelvis –vejiga, útero, recto y vagina. Su función es la de mantenerlos en una posición correcta y facilitar que funcionen de la forma correcta, además de ejercer una importante función en la estabilidad y el equilibrio de la pelvis y la columna lumbar.
Por tanto, los usamos a diario y de manera constante, trabajan las 24 horas del día los siete días de la semana: para sentarnos, ponernos de pie, caminar o incluso levantarnos de la cama. Para todo ello necesitamos la participación de la pelvis. Su composición es similar al resto de músculos del cuerpo, lo que nos permite controlarlo de forma voluntaria, pero también es lo que provoca que se vuelva disfuncional. De ahí que, cuando esta zona corporal empieza a mostrar signos de debilidad, dolor o disfunción, sea necesario abordarlo de forma similar a como se haría con una lesión.
¿Por qué es necesaria la rehabilitación del suelo pélvico?
Hay varias razones por las que una persona puede necesitar rehabilitación pélvica. Puede ocurrir que se debilite o que sufra alguna lesión “tras un embarazo o un parto, por cirugías ginecológicas, del aparato digestivo o urológicas, cánceres de la región pélvica o simplemente por el transcurso de la edad”, explica la Doctora Carmen Urbaneja Dorado, Facultativo especialista en Medicina Física y Rehabilitación de la Unidad de Suelo Pélvico del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz.
Es frecuente que todo ello se traduzca en “disfunciones del suelo pélvico que provocan patologías que van desde la incontinencia urinaria (IU), prolapsos de órganos pélvicos (POP), la incontinencia de gases o fecal, el estreñimiento o el dolor pélvico”, afirma por otro lado el Doctor Carmelo Fernández García, jefe de Servicio de Medicina Física y Rehabilitación del citado hospital.
Se calcula, por ejemplo, que una de cada tres mujeres a partir de los 50 años y uno de cada cuatro hombres a partir de los 40 han experimentado pérdidas de orina, lo que indican que la incontinencia urinaria, con una prevalencia del 15%, según datos de la Asociación Española de Urología (AEU). Pero no porque estas disfunciones sean comunes significa que sean normales: todas tienen una importante carga en la calidad de vida de quien las sufre.
La buena noticia es que, con rehabilitación, es posible mejorar estos síntomas y, por tanto, ganar en bienestar de vida. Y es precisamente en lo que trabajan en los cuatro hospitales de Quirónsalud que forman parte de la red pública madrileña (Sermas) gracias al trabajo de personal cualificado, desde médicos rehabilitadores a fisioterapeutas.
El primer paso de la rehabilitación
El tratamiento de los problemas del suelo pélvico suele empezar con una evaluación personalizada que inicia el médico rehabilitador con la historia clínica en la que se recoge información detallada para conocer a la persona —antecedentes, edad, sexo, enfermedades asociadas, cirugías previas, antecedentes ginecológicos, actividad física o hábitos nutricionales, entre otros—, el problema que tiene y sus ganas de recuperación.
Durante esta primera evaluación también se realiza una exploración física para valorar la fuerza y la flexibilidad de los músculos del suelo pélvico y determinar el estado de la musculatura abdominal; el tono del diafragma; la posible presencia de prolapsos en los genitales externos y la distancia anovulvar, así como el tono del periné y la inspección del canal vaginal; la aplicación de la maniobra de Bonney para evaluar la pérdida de orina durante el esfuerzo; la sensibilidad cutánea del suelo pélvico y su tono muscular.
Ejercicios, terapia conductual y electroestimulación
Tras la valoración, los especialistas trabajan para “elaborar un programa de tratamiento individualizado para cada paciente”, afirma Urbaneja Dorado. Aunque dependerá de la gravedad y de la afectación de la calidad de vida, en la mayoría de los casos las sesiones se basan en tres ejes básicos: ejercicios y estiramientos, terapia conductual y eletroestimulación.
En el primer caso, los ejercicios de Kegel, siempre realizados bajo supervisión, ayudan a fortalecer el suelo pélvico y restaurar el tono de la musculatura perineal laxa mediante trabajo físico, al menos de “20 a 40 horas de ejercicios progresivos de resistencia repartidos entre 20-60 días”, explica Fernández García. Estos ejercicios, que se coordinan con otros de respiración y que se realizan en distintas posiciones, permiten activar las fibras que forman la musculatura del suelo pélvico.
Mujer realizando ejercicios hipopresivos para el suelo pélvico
El biofeedback —o biorretroalimentación— es una herramienta fundamental para la rehabilitación del suelo pélvico que suele usar electrodos adhesivos en zonas concretas de la musculatura perineal y sondas intracavitarias, ayuda a fortalecer los músculos débiles y a relajar los músculos tensos. La finalidad es “localizar, potenciar y relajar la musculatura mediante un estímulo visual o auditivo que sirve de feedback para disociar la musculatura del suelo pélvico del resto de músculos que pueden llegar a contraerse de forma sinérgica al activarlos”, explica Urbaneja Dorado. La biorretroalimentación permite a algunas personas ver qué están haciendo sus músculos.
Por último, la electroestimulación es un procedimiento indoloro que consiste en aplicar una corriente eléctrica de baja intensidad y que se usa para estimular la contracción muscular. Este movimiento fortalece los músculos del suelo pélvico, lo que puede ayudar a mejorar la frecuencia urinaria, la incontinencia, y aumentar la fuerza del suelo pélvico, pero también para relajar la musculatura o inhibir la urgencia miccional o defecatoria. Sin embargo, no es aconsejable para personas que llevan “marcapasos, con infecciones o mujeres embarazadas, portadoras de un dispositivo intrauterino con cobre o durante la menstruación”, advierte Fernández García. Pero, ¿y si todo esto no funciona?
Más allá del tratamiento rehabilitador
Cuando hablamos de disfunciones del suelo pélvico, la vejiga hiperactiva, hipoactiva y la urgencia defecatoria son síndromes más complejos que afectan de manera significativa la calidad de vida de quien los sufre. La neuromodulación del nervio tibial (NMT) posterior, un tratamiento que se aplica cuando los otros tratamientos no han funcionado, es una de las opciones para estas afecciones. Consiste en aplicar corriente eléctrica cerca del nervio tibial, un nervio que “comparte el mismo segmento espinal que las inervaciones del suelo pélvico y de la vejiga”, afirma Urbaneja Dorado.
La estimulación eléctrica envía un mensaje a los nervios sacros que modifica y regula los nervios que controlan la vejiga. En cada sesión, que dura unos 30 minutos y que se realiza una vez a la semana a lo largo de doce sesiones, se inserta una aguja en la piel justo detrás del tobillo o un electrodo adhesivo en la cara interna de la pierna, conectada a un dispositivo que envía una señal eléctrica de bajo voltaje que viaja por los nervios de la pierna hasta los nervios que controlan la vejiga.
Como reconoce Fernández García, “estimulando un nervio en el tobillo podemos conseguir, de manera retroactiva, acciones sobre la musculatura del suelo pélvico, el ano y la vejiga