Alex Garland recrea la historia de un veterano de Irak en ‘Warfare’: “La guerra no tiene que ver con ser de izquierdas o de derechas”

Alex Garland recrea la historia de un veterano de Irak en ‘Warfare’: “La guerra no tiene que ver con ser de izquierdas o de derechas”

Un año después de ‘Civil War’, el cineasta inglés firma un drama bélico comprometido con la verosimilitud según el recuerdo de Ray Mendoza, excombatiente que además codirige el filme

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Dentro de los videojuegos la preocupación por el realismo ha sido tan importante en los simuladores de deportes o conducción como lo ha sido en los títulos dedicados a las guerras del siglo XX. Hay una afinidad curiosa ahí, por cuanto estos géneros comparten estrecha afinidad con el cine: hace un par de años la película que adaptaba Gran Turismo llevó tan lejos este impulso como para preferir adaptar unos hechos reales relacionados con los videojuegos de PlayStation… en lugar de los videojuegos en sí. Y mucho antes, a finales de los 90, no había sido otro que Steven Spielberg el responsable de darle una dirección y una estética concretas a cualquier posterior videojuego bélico.

De Salvar al soldado Ryan se alabó mucho su realismo. La suciedad, la crudeza visceral de unas circunstancias que pronto darían pie a sofisticados simuladores de gráficos punteros. Un año después, en 1999, el mismo Spielberg produjo el videojuego Medal of Honor regresando a la II Guerra Mundial. Y de Medal of Honor pasamos a su directo sucesor: una saga que se extiende hasta nuestros días presumiendo de un realismo cada vez más exacerbado, sin que nadie pueda pretender seriamente que encierre una crítica antibélica. Nos referimos a Call of Duty. Uno de sus lanzamientos más famosos comparte apellido con el título de la nueva película de Alex Garland.

Call of Duty: Modern Warfare se publicó en 2007, un año después de los hechos que recrea con todo lujo de detalles Warfare: Tiempo de guerra. No es un parentesco buscado ni mucho menos, aunque la preocupación por el realismo reaparece guiando a Garland. Warfare vuelve sobre un pequeño episodio de la guerra de Irak —una dolorosa escaramuza para el ejército estadounidense en la ciudad de Ramadi— con una cuidadosísima descripción de uniformes, armas y tácticas de combate. Su capacidad de absorber al espectador es análoga a lo que Call of Duty podría ofrecer al jugador.


Los combatientes de ‘Warfare’ en acción

Pero lo que Garland quiere es rendir homenaje a los combatientes originales, y esto distingue a Warfare de otros exponentes del cine bélico. “No se me ocurre otra película que haya intentado hacer este ejercicio”, asegura Garland en un encuentro reducido con periodistas. Se refiere a los últimos minutos del film, cuando da paso a imágenes del propio rodaje. “Me preocupaba que el público tuviera la sensación de haber visto lo que de verdad ocurrió”. Garland achaca a un ejercicio de honestidad este vistazo tras las cámaras, explicitando la naturaleza de la película como recreación: “Quería recordar que las experiencias eran las de estas otras personas, reconstruidas en un set con una pantalla azul”.

Warfare se rodó en sets de Londres, según una minuciosa asesoría y desmarcándose por tanto de cualquier pulsión blockbuster. Lo que no quita que estos afables vídeos recuerden mucho a los making ofs de las distintas entregas de Call of Duty y que la sensación resultante, con los remanentes del ejército apadrinándolo todo, sea bastante extraña. Como si hubiéramos pasado de la espectacularización de los videojuegos a algo (todavía más) parecido a la propaganda.

Respeto para los veteranos

Garland no ha estado solo al frente de este artefacto, pues le acompaña codirigiendo Ray Mendoza. Mendoza fue uno de los soldados estadounidenses de Ramadi —en la película le interpreta D’Pharaoh Woon-A-Tai— y su testimonio directo es el motor de Warfare. Coincide con Garland en que el gran propósito de Warfare, al margen de la fidelidad extrema a los hechos, es concienciar a la población sobre el sufrimiento de los combatientes. “Cuando una guerra termina lo hace para los civiles, pero no para nosotros. Mi amigo sigue en una silla de ruedas”, dice con contundencia.

Mendoza es el testigo principal, pero la película se centra sobre todo en el destino de un compañero suyo, que perdió las piernas durante esa misión y no recuerda nada. Warfare está dedicada a Elliot Miller, aquí con los rasgos de Cosmo Jarvis (Shōgun) hasta que su versión real aparece al final del film. Otros actores como Will Poulter, Charles Melton o Joseph Quinn encarnan al resto del batallón, emboscado en Ramadi tras ocupar una casa iraquí. “Abandonamos a nuestras familias pero al volver nadie nos cuida, la gente nos olvida. Luego nos preguntamos por qué los veteranos se automedican o acaban en la calle. O se deprimen o se suicidan”, se lamenta Mendoza.

Ahora que estamos mucho más cerca de la guerra total es positivo pensar en esta realidad y en lo que puede pasar con la gente joven cuando se le manda la guerra

Alex Garland
Cineasta

“Esto es un recordatorio de que si enviamos a los nuestros a combatir por nosotros, nuestro deber como sociedad es abrazarles al volver”, insiste el codirector de Warfare. “La gente protesta por otras causas y derechos y hace bien, pero nadie parpadea cuando un veterano se suicida. No hay música, no hay ningún desfile cuando volvemos ni ningún pueblo que nos reciba”. Garland se muestra de acuerdo: “A la gente de mi industria no se le da bien escuchar a los veteranos”.

Garland ha interiorizado la historia de Mendoza desde una distancia inevitable —él es oriundo de Londres— pero sabiendo encajarla en sus intereses creativos, que una vez despuntaran adaptando el best seller de La playa a finales de los 90 han atendido al colapso y la deshumanización. El detallismo de Warfare —de un cuidado sonoro y visual que linda lo fetichista— obedece a su preocupación por hacer justicia al relato de su colaborador, al tiempo que defiende su relevancia atemporal. “La gente suele olvidar qué es la guerra, en parte por cobardía y en parte por autoprotección. Los civiles no quieren enfrentarse a la realidad de lo que ha hecho su país”, subraya.

“Ahora que estamos mucho más cerca de la guerra total de lo que hemos estado en mucho tiempo es positivo pensar en esta realidad y en lo que puede pasar con la gente joven cuando se le manda la guerra. Quizá mueva a la gente a ser razonable”, apunta Garland, y de esta forma se mete de lleno en el ángulo más peliagudo de Warfare: cómo podría leerse políticamente desde nuestro presente.

De Irak a Donald Trump

Durante gran parte de la promoción de Civil War, Garland se vio en la necesidad de insistir ante los medios que era una persona de izquierdas. Respondía, de esta forma, a una crítica recurrente del film que dirigió antes de Warfare: a la hora de imaginarse una guerra civil en el seno de EEUU no había querido detallar sus causas ni las convicciones políticas de cada bando. Incluso se había resistido a identificar al personaje de Nick Offerman (un presidente que quería alargar su mandato más de dos legislaturas sumiendo al país en el autoritarismo) con el entonces expresidente Donald Trump.


Otro fotograma de ‘Warfare’

A Garland le tacharon de equidistante. Se dijo que Civil War no tenía posicionamiento político, prefiriendo retratar el periodismo en tiempos de guerra sin que la nacionalidad estadounidense tuviera importancia alguna. Warfare, de forma similar, no ahonda en las motivaciones de la guerra de Irak. Y Garland parece irritado cuando se le pregunta si esta indefinición política no le resta crédito como film que pretenda denunciar la tragedia bélica.

“Deberíamos definir qué es ‘política’”, replica. “Ser antibelicista no es una postura política. Las guerras suceden por razones políticas, pero la guerra como tal no tiene nada que ver con ser de izquierdas o de derechas”. Mendoza, con calma, dice por su parte que el único propósito era “recrear esta historia para Elliot”, y que dependerá del espectador considerar si esto conduce a una postura antiguerra o todo lo contrario. “No me quería centrar en el por qué de la guerra sino en el cómo”.

Justamente este “cómo” es lo que ha guiado la carrera de Mendoza una vez volvió de Irak. El excombatiente se ha especializado en los últimos años en ejercer de asesor militar para películas como El último superviviente y Acto de valor… y para los mencionados videojuegos de Call of Duty. A Garland de hecho le conoció así: cuidando que la representación militar de Civil War fuera lo más cercana posible a su experiencia personal. En el rodaje de Civil War Mendoza le contó a Garland su historia, y ambos pasaron a compartir el deseo de llevarla al cine.

Cuando estrené ‘Civil War’ dije que tenía grandes amigos de derechas y la izquierda me atacó por eso. Y soy una persona de izquierdas

Alex Garland
Cineasta

Ahora se enorgullecen de lo bien que se han compenetrado en Warfare. “Políticamente estamos en bandos opuestos”, revela Mendoza sonriente. “No estamos de acuerdo en muchas cosas pero hemos contado una historia en plena armonía, y creo que hemos dado ejemplo al mundo con ello”. Garland, entonces, vuelve a remitirse a Civil War. “Cuando estrené Civil War dije que tenía grandes amigos de derechas y la izquierda me atacó por eso”. Así que lo repite. “Y soy una persona de izquierdas”. 

Lo repite dos veces: “De verdad, soy de izquierdas. Fue muy desagradable lo de Civil War. Este moralismo de la izquierda, que ahora no pueda tener amigos de derechas. ¿Entonces cómo coño vamos a llegar a algún lado? ¿Cuál es nuestro futuro si no podemos trabajar juntos? Es una locura”. De forma inevitable la conversación pasa a girar alrededor de Trump, y de la inestabilidad geopolítica a la que ha conducido su nueva legislatura. “La izquierda cree que la derecha es responsable de la situación mundial en que nos encontramos, pero no es así. La izquierda es tan responsable como la derecha, y cuando se lo digo a la gente de izquierdas se enfada muchísimo”, critica.

“Ellos señalan a Trump, ‘¿cómo puedes decir que somos iguales a esto?’. Pero, ¿qué es Trump? Donald Trump es una reacción a vosotros”, prosigue refiriéndose a sus “amigos de izquierdas”. “Si no queréis a Trump, portaos de forma distinta y no tendréis esta reacción”. Garland, en fin, no tiene ningún problema en considerarse un “personaje secundario” dentro de la iniciativa de Mendoza, habiendo querido ayudarle a “canalizar en términos cinematográficos su experiencia”. “La relación laboral ha sido modélica y nunca hemos entrado en conflicto”, puntualiza.


Todos los jóvenes soldados en ‘Warfare’

El director de Civil War está plenamente conforme con este carácter subsidiario y, es de suponer, con la reconstrucción cuidadosamente despolitizada de Warfare. Solo tiene ojos para el sufrimiento de los soldados estadounidenses —no así para el de la población iraquí, casi totalmente invisible— de cara a obtener la recreación bélica definitiva, el simulacro de detallismo enfermizo cuyo camino allanaran Salvar al soldado Ryan y Call of Duty. Teniendo, al mismo tiempo, la habilidad retórica suficiente para seguir replicando a quienes le reprochan su equidistancia.

“¿Creo que esta película es antibélica? Sí, porque sin duda la guerra es la última opción y jamás habría que recurrir a ella. Pero antibelicismo no es lo mismo que pacifismo; el pacifismo sostiene que bajo ninguna circunstancia hay que ir a la guerra, y el antibelicismo asume que se va a la guerra cuando no hay otra opción”. Esa es la particular interpretación de Garland y la que le impele a sostener que “el antibelicismo no es una postura política”. 

Algo, por otra parte, que no se ajusta a Warfare, pues resulta obvio que la película está haciendo un llamamiento político en su apoyo a los veteranos. El matiz es que este compromiso quiere tejerse después de la guerra, sin preocuparse del antes. De si debería ocurrir, o de a quiénes les interesa que ocurra.