
En qué se parecen las ‘terf’ a Trump
Las personas trans no dejan de existir por muchas decisiones que adopten los tribunales patriarcales racistas y órdenes ejecutivas que firmen líderes autoritarios y sádicos que solo buscan enriquecerse. Lo que desaparece es la protección de sus derechos humanos y en este camino, desaparecerán también los del resto de las mujeres
La Corte Suprema de Inglaterra ha adoptado una decisión que casa a la perfección con una de las órdenes ejecutivas de Trump que establece que es el sexo biológico el único criterio válido para determinar quién es mujer. Excluye, por tanto, de esta categoría, a las mujeres trans, aunque tengan reconocida legalmente dicha condición e incluso una cirugía de reasignación. La decisión británica se aplicará en todo el país a efectos de interpretar la Ley de Igualdad de 2010, y las consecuencias serán prácticamente similares a las que se están produciendo en EEUU en esta cruzada fascista contra la dignidad y la integridad de las personas trans: más estigma, más violencia, más exclusión, más dolor, más incomprensión.
La imagen de un par de mujeres blancas y cis celebrando la decisión a la salida de la Corte Suprema me recordaba a la imagen de esas parejas que, recién contraído matrimonio, celebran eufóricas su unión a la salida de la Iglesia. Imagen que no deja de tener algo de cierto porque esta decisión no deja de consagrar una unión casi sagrada entre el movimiento terf y los Donald Trump del momento, esos que han elegido a las personas trans como diana de su odio y sus bulos a semejanza a como hicieron los nazis con los judíos, los gitanos, los homosexuales…
A medida que vayan produciéndose las violaciones de los derechos humanos de las mujeres trans (y también de hombres trans a los que se les obligará a ser lo que su sexo biológico defina) cabe plantearse la apelación de la decisión de la Corte Suprema inglesa ante el TEDH. A mi juicio esta viola derechos protegidos por el Convenio Europeo de Derechos Humanos. Pero mientras esto llega, el daño está hecho para miles y miles de mujeres, hombres y niñes, trans o no. La decisión es una imposición de violencia.Es la victoria del supremacismo biológico sobre los derechos humanos y entraña un giro de paradigma en la comprensión del respeto a la vida que afecta a todas, a todos y a todes.
Ese giro biológico que defienden Trump, Orban, Milei, Abascal y también las Terf va tomando poco a poco el imaginario colectivo para crear un conflicto inexistente en los baños de mujeres, en las prisiones, en los centros educativos, en el deporte, en los lugares de trabajo, en el acceso a la protección como víctimas de violencia machista… La decisión de la Corte Suprema inglesa de excluir a las mujeres trans de las medidas de protección que una ley garantiza a una mujer por la discriminación que sufre por su género, es un error histórico que pagaremos todas y todos. Como ya está sucediendo en EEUU.
La biología humana como ideología se acerca peligrosamente a la idea de eugenesia en la que el centro es la “higiene” de la especie, lo puro. Es decir, solo son mujeres aquellas cuya genitalidad así lo determinan, las que menstrúan, las que tienen ovarios, vagina, tetas… La mujer pura y de verdad frente a quienes son un fraude, un desvío de la naturaleza. Es la biología la que decide lo que somos y el trato que recibimos, la que establece la jerarquía de qué personas tienen acceso a protección y quiénes pueden ser expulsadas y violentadas. Una idea de mujer en la biología sirve para definir quiénes son humanas y quienes no, quienes tienen derechos humanos y quienes no. Binarismo biológico para ordenar el mundo.
Ese binarismo es parte del negacionismo fascista que busca imponer un sistema de creencias y valores que niega la diversidad, la pluralidad, y también la capacidad de las personas y a la propia naturaleza. Que niega, por ejemplo, la existencia de más de 150 tribus nativas de América del Norte en donde se documentó el reconocimiento y existencia de personas transgénero a las que se les conoce como “dos espíritus”. Que fomenta la ignorancia para borrar la Historia y como esta refleja que hace 4.500 años se documentan por todo el mundo representaciones de mujeres y hombres que serían categorizados a fecha de hoy como trans.
Sobre cómo en la construcción de categorías “válidas” se refugia el patriarcado colonialista para ejercer violencia y oprimir a las más vulnerables deberíamos haber aprendido las feministas lo suficiente como para no ser las promotoras de otra persecución. Sin embargo, no es esa la lección extraída, la de que el feminismo es un pensamiento único (menos mal por otro lado). Efectivamente, feminismo hay más de uno, está aquel hegemónico que celebra el estigma y la violencia contra las hermanas y hermanos trans y firmaría las órdenes ejecutivas de Trump, y el de quienes nos sentimos parte de la comunidad trans y de su familia, y resistiremos juntes ante el fascismo.
Las personas trans no dejan de existir por muchas decisiones que adopten los tribunales patriarcales racistas y órdenes ejecutivas que firmen líderes autoritarios y sádicos que solo buscan enriquecerse. Lo que desaparece es la protección de sus derechos humanos y en este camino, desaparecerán también los del resto de las mujeres. Han ido a por ellas, después vendrán a por nosotras. Basta mirar el modelo de mujer ideal que propone Trump, la más tradicional: casada, rubia, blanca, femenina, sumisa, de pelo largo, muchos hijos, sin derecho a voto, violada por su marido y, a poder ser, con muchas chachas y esclavos.
Claramente, entre la ideología de Trump y los derechos de las mujeres trans. Yo prefiero el mundo de estas al de aquel. Me parece un mundo más sano y feliz. Al menos para quienes lo trans y su genealogía nos libera del corsé de ser la mujer que ni somos ni sentimos ni queremos ser. Lo trans representa la libertad a ser. Por eso, no les gusta ni a Trump, ni a Abascal ni las Terf .