Harvard somos todos

Harvard somos todos

En la visión depredadora del mundo, para que la cadena del adoctrinamiento funcione, el control debe empezar desde la cima de la cadena educativa. El miedo siempre fluye hacia abajo. La democracia siempre cae asesinada sin testigos

Lo posh es lo nuevo radical. Harvard somos todos, aunque nunca podamos estudiar allí. Lo más cerca que nos pillaba era el Harvard de Aravaca donde tanto brilló Pablo Casado. Así está cambiando el mundo Donald Trump. En China lo calaron enseguida. Parece que en Harvard también. En la Universidad de Columbia y otras que siguen negociando aún no se han enterado, pero ya se caerán de la burra. 

Con Trump no hay mucho que negociar. Es la misma estrategia repetida en la guerra y en la paz, en los mercados y en la universidad. Primero te meto el miedo en el cuerpo y después aceptas mi protección para que no te meta más miedo en el cuerpo. Al rector de Harvard le está aplicado la táctica Zelenski. Primero un buen escarmiento en la plaza pública de los medios y las redes sociales; después a callar y pagar. 

El siguiente seguramente será algún mandatario europeo para acabar con la resistencia comunitaria y dejarla en una fiesta de almohadas. Pedro Sánchez ya lleva dos avisos. Uno por irse a China sin pase de pernocta y otro a través del ministro Carlos Cuerpo, que vio espacio para el acuerdo entre bofetada y bofetada del secretario de Estado del Tesoro, Scott Kenneth Homer Bessent –Lo sé, pero es su nombre completo–. De poco le ha servido a la administración Sánchez evitar mencionar el nombre de Trump en vano desde que se coronó presidente en enero.

El presidente Trump ha calculado que la dignidad y la independencia de la Universidad de Harvard vale poco más de dos mil millones de dólares; lo que le ha congelado en fondos federales que, por supuesto, ahora son fondos Trump, que para eso es el presidente. Para Europa ha calculado sobre un 30%, para la India en torno al 26% y para la Argentina de Milei un cómodo 10%; precio de amigo. 

La fórmula es la misma en todos los casos: miedo por dinero dividido por besoculería. A más “kissingmyass”, mejor descuento. Trump lo hace a plena luz del día porque le va lo barroco y fardar con los colegas. En otros lares, como en el Madrid de las cañas en libertad, se pretende lo mismo, pero aplicándole a la universidad pública la muerte por inanición; más discreta, más de aquí.

Lo que se reclama a las universidades es lo mismo que siempre han reclamado todos los autócratas a todas las universidades a lo largo de la historia: a quién contratan, a quién admiten, a quién expulsan, lo que enseñan y lo que niegan es ahora cosa del gobierno, que para eso paga. Ningún idiota para que lo critiquen o le lleven la contraria. Una cosa es ser demócrata y otra comportarse como un pagafantas. Para los honorables decanos y magníficos rectores se reserva el honor de encender la hoguera donde se quemarán los libros malditos o presidir los tribunales que mandarán al destierro a los colegas previamente condenados. 

En la visión depredadora del mundo, para que la cadena del adoctrinamiento funcione, el control debe empezar desde la cima de la cadena educativa. El miedo siempre fluye hacia abajo. La democracia siempre cae asesinada sin testigos.