
El mundo no necesita más hijos de Elon Musk
Figuras como Musk sirven para concebir a la mujer como un recipiente donde verter el semen del gran macho fecundador, y borrar a los hijos que no cumplen los estándares de pureza o calidad exigidos. Hay que levantarse para que ‘El cuento de la criada’ no deje de ser una obra de ficción
Si han perdido la cuenta de los hijos (conocidos) de Elon Musk les voy a refrescar la memoria: ha tenido 14 hijos de cuatro mujeres diferentes. Con Justine Musk, madre de su hija trans Vivian Wilson, tuvo seis hijos (uno de ellos murió cuando era un bebé); con la artista Grimes, cuyo nombre legal es Claire Boucher, tiene tres (entre ellos, X, su favorito); con la ejecutiva de Neuralink Shivon Zilis, a la que amable y asépticamente ofreció su esperma sin necesidad de pasar por el catre, tiene cuatro hijos, y con la influencer Ashley St Clair, escritora de libros infantiles de ultraderecha, tiene uno que concibió a la antigua usanza en la isla de St Barth. Catorce en total, aunque hay medios americanos que aseguran que tiene muchos más. The Wall Street Journal publicó la semana pasada un artículo sobre esta “legión”, que es el término que Musk usa para denominar a su prole, y sus madres, a las que el millonario intenta controlar a través de pagos y amenazas legales y que se ven envueltas en lo que una de ellas, Ashley St Clair, llama el drama del harén de Musk. En el reportaje cuentan, entre otras cosas, que la criptoinfluencer Tiffany Fong, después de varias interacciones con Musk, que la promocionó en su red social X, recibió un mensaje directo del multimillonario en el que le preguntaba si estaba interesada en tener a su hijo. Ni que decir tengo que no se habían visto nunca en persona. La fecundación no cuajó porque Fong, que prefiere tener hijos de una manera más clásica, se lo contó a sus amigos y a Musk le molestó tamaña falta de discreción.
Quizá les esté dando demasiada información sobre las costumbres reproductivas del hombre más rico del mundo pero, si siguen leyendo, llegaremos al meollo de la cuestión, esto es, el movimiento pronatalista con tintes eugenésicos que hace furor entre la derecha MAGA. Musk no se cansa de repetir que quiere ser padre de una “legión” de bebés que debe crecer “antes del apocalipsis, ya que ”la civilización se va a desmoronar“ si la gente inteligente, educada y blanca no comienza a tener más hijos. El objetivo es que esos nuevos nepobabies formen una élite superior y multiplanetaria que dominará la Tierra y acabará viviendo en mansiones en Marte.
La idea de que una nueva estirpe blanca que resista los avances y el “gran reemplazo” de los hijos de otras razas y países resume bastante bien la visión y misión del movimiento pronatalista que celebró su reunión anual (NatalCon) en Austin la semana pasada. Elon Musk no estuvo en persona, aunque sí en espíritu. Austin es la ciudad soñada por el magnate para establecer su harén, y allí ha adquirido un complejo de lujo con varias viviendas para que sus hijos actuales y futuros y sus madres vivan en amor y compañía mientras él va y viene. Allí, en Austin, las figuras más prominentes del pronatalismo estadounidense compartieron sus preocupaciones y sus estrategias. En un informe sobre el evento del año pasado dejaron claro que el objetivo es tener más y mejores hijos y conseguir revertir los cambios sociales y culturales asociados a la maternidad que les han sido impuestos por fuerzas externas. Están en contra de los derechos reproductivos, del aborto y el control de la natalidad. Algunos de ellos utilizan la FIV para seleccionar los mejores embriones para su implantación. Abogan por tener tantos hijos como puedan y aseguran que el trabajo más importante de una mujer es parir. Educan a sus hijos en casa o en los colegios más exclusivos. Se dividen en dos ramas, los trad (tradicionales) y los tech (tecnoconservadores) pero todos han convertido una preocupación razonable sobre la caída de la natalidad y las condiciones en las que las familias deben criar a sus hijos en una ideología ultraconservadora que relega a la mujer a su papel reproductor y mezclan el hecho de tener bebés con el supremacismo blanco, la misoginia y la eugenesia.
En el orden social posterior a la sentencia Dobbs, que anuló la protección federal al aborto, y la segunda victoria de Trump la justicia reproductiva y la defensa de derechos como el aborto y de la libertad de la mujer para elegir cómo y cuándo quiere (si quiere) ser madre se han vuelto aún más vitales y no solo en EEUU. Figuras como Elon Musk sirven para concebir a la mujer como un recipiente donde verter el semen del gran macho fecundador, y borrar a los hijos que no cumplen los estándares de pureza o calidad exigidos. Hay que levantarse para que El cuento de la criada no deje de ser una obra de ficción y defender condiciones de vida dignas para las madres y los niños de cualquier lugar que ya están aquí y no sueñan con vivir en Marte, solo en hacerlo con libertad y dignidad.