Los rincones naturales que inspiraron a Gaudí: así nació la geometría viva de la Sagrada Familia

Los rincones naturales que inspiraron a Gaudí: así nació la geometría viva de la Sagrada Familia

Las cuevas de Collbató, en la montaña de Montserrat, marcaron un punto de inflexión en la evolución artística del arquitecto catalán

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Antoni Gaudí no solo transformó la arquitectura de Barcelona: transformó la forma de entenderla. Su obra más célebre, la Sagrada Familia, sigue en construcción más de un siglo después de su muerte, pero continúa siendo el templo más visitado de España y uno de los monumentos religiosos más reconocidos del mundo.

No es casualidad. En su diseño, Gaudí logró algo extraordinariotrasladar la lógica de la naturaleza a la arquitectura.

Durante los años en que trabajó en esta basílica —especialmente en la etapa final de su carrera, cuando ya había abrazado por completo el naturalismo— Gaudí se apoyó en sus observaciones del mundo natural, animal y geológico para crear un templo que parece crecer como un organismo vivo.

Y, entre todas esas influencias, hubo una que resultó clave para su imaginario: la montaña de Montserrat y, en concreto, las cuevas de Collbató.

Las cuevas de Collbató, el punto de inflexión

La visita a estas formaciones geológicas marcó un antes y un después en la carrera del arquitecto.

A principios del siglo XX, tras haber diseñado la cripta de la Sagrada FamiliaGaudí se adentró en las cuevas del macizo de Montserrat y quedó fascinado por las estalactitas, estalagmitas y formas sinuosas de la roca, modeladas por siglos de agua y tiempo.

Fue entonces cuando decidió abandonar los estilos más rectilíneos de sus inicios para abrazar un enfoque plenamente orgánico.

La influencia es visible en todo el templo, pero especialmente en las columnas ramificadas del interior, que evocan la estructura de los árboles, y en las torres de la fachada, cuya silueta irregular parece emular los picos escarpados de Montserrat.

También en los ángeles esculpidos, cuyas posturas inusuales parecen derivar de las siluetas asimétricas observadas en las cuevas. Para Gaudí, la naturaleza no era solo una fuente de belleza, sino un modelo estructural.

Montserrat: inspiración desde los inicios

La relación de Gaudí con Montserrat, sin embargo, no comenzó en esas cuevas. Años antes, cuando aún era estudiante, trabajó en la restauración de la Basílica de Santa María de Montserrat, colocando frisos y esculturas, una experiencia que le permitió familiarizarse con la espiritualidad del lugar.

Más adelante, diseñó también una de las esculturas del Rosario Monumental de Montserrat, concretamente el Primer Misterio de Gloria, una obra de marcado simbolismo religioso.

Este entorno, entre lo sacro y lo salvaje, alimentó una visión que acabaría cristalizando en la Sagrada Familia. De ahí que, más allá de su fe católica o su compromiso con la tradición arquitectónica catalana, Gaudí encontrara en Montserrat un espacio donde convergían el misticismo, la geología y el arte.

Un lugar que, sin ser monumental, cambió el curso de uno de los monumentos más importantes del mundo.

Una basílica que crece como un bosque

La Sagrada Familia no imita la naturaleza: la encarna. Gaudí concibió sus estructuras como organismos, aplicando principios matemáticos derivados del mundo natural.

Por eso, más que una iglesia al uso, la Sagrada Familia parece una montaña tallada por el tiempo o un bosque convertido en piedra, con cada rama, cada detalle decorativo, brotando de una lógica interna.

Y aunque el proyecto ha sido continuado por generaciones de arquitectos, ese legado permanece intacto. La cueva de Collbató, con su silencio mineral y su lenguaje geológico, sigue latiendo entre las columnas y vitrales del templo.

Como si Gaudí, al entrar en ella, hubiera encontrado el código genético del edificio más icónico de Barcelona.