
Salirse de la Iglesia en nombre de Matilde Landa, la comunista bautizada a la fuerza
Un grupo de ciudadanos lanza una apostasía colectiva para abrir la conversación sobre la laicidad del Estado y rescatar la figura de la antifranquista, condenada en 1939 y sometida a chantajes para que se bautizara, algo que finalmente hizo el capellán penitenciario en su agonía tras arrojarse ella al vacío
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A pesar de haber nacido cuando todavía empezaba a despuntar el siglo XX, en 1904, Matilde Landa no fue bautizada al llegar al mundo. Lo sería, sin embargo, al final de sus días, con 38 años. Procedente de una familia burguesa y de tradición republicana, Landa se convirtió en una de las dirigentes clave del Partido Comunista, lo que la llevó a ser condenada al acabar la Guerra Civil. Murió en una cárcel franquista de Mallorca, donde fue presionada para bautizarse hasta que se suicidó tirándose de la galería superior de la prisión. Pero Landa no murió en el acto y aquello fue cruelmente aprovechado por el capellán penitenciario, que la acabó bautizando en los 45 minutos que duró su agonía.
La historia de la militante antifranquista ha sido recuperada ahora por un grupo de personas que han impulsado una campaña que se extenderá hasta el 26 de septiembre, cuando se cumplen 83 años de su muerte. La iniciativa invita a quien quiera a unirse a una apostasía colectiva, es decir, a darse de baja de la Iglesia católica. Y a hacerlo en nombre de Matilde Landa: “Su figura, de primer orden político, es muy desconocida y también su trágico final, el acto político que llevó a cabo al no claudicar ante el franquismo y ante su intento de convertir su caso en ejemplarizante”, esgrime María Victoria Morán, una de las cuatro impulsoras.
La campaña, lanzada el pasado 7 de abril, tiene una doble vertiente: a lo largo de estos meses se desarrollarán diferentes actividades en torno al laicismo, la memoria histórica y Matilde Landa y al mismo tiempo se configurará como un “espacio de asesoramiento” para apostatar y formalizar la renuncia a pertenecer a la Iglesia. “Damos la información y los pasos necesarios para que, quien así lo desee, pueda hacerlo”, apunta Morán, que incide en que la acción “no va dirigida contra la religión católica ni contra las personas que libremente la practican”.
A quienes sí se enfoca la campaña es a quienes “fueron bautizadas sin su consentimiento” y no quieren seguir constando como adeptas de la fe católica “por no practicarla ni compartirla”. “Yo tengo 53 años y me bautizaron porque nací aún en dictadura. Como yo, muchas personas, pero también niños y niñas que siguen naciendo en democracia y se les sigue bautizando sin dejarles decidir. En general, en España, el bautizo no es voluntario y para nosotras es muy importante que pueda desarrollarse la libertad de religión”, añade la impulsora de la campaña, que cuenta con el asesoramiento de entidades como Europa Laica.
Su idea es ayudar con el procedimiento a quienes quieran apostatar y asesorar “en caso de que surjan dificultades”, dice Morán en relación con los testimonios que en los últimos años han relatado obstáculos de las diócesis para llevarlo a cabo. No obstante, los apóstatas no pueden exigir que la Iglesia borre del registro bautismal su nombre, tal como zanjó el Tribunal Constitucional en 2011. Es decir, deben confiar en que se haga la anotación correspondiente en el libro. La experiencia de la apostasía colectiva no es nueva, son iniciativas que suelen partir de grupos laicos que, con ello, buscan una visibilidad e impacto mayores.
Matilde Landa en 1922.
De momento, una treintena de personas se han puesto en contacto vía correo electrónico para interesarse por la iniciativa, cuenta Morán. Y eso que aún está en construcción una página web que la dará a conocer. Una de ellas es Soledad, que a sus 66 años tiene claro que quiere apostatar bajo el paraguas de la campaña. “Me bautizaron como a todas las personas de mi edad pero no soy creyente y estoy muy lejos de una institución que no representa los valores que dice representar, algo que vemos, por ejemplo, con el tema de la pederastia o las inmatriculaciones”, sostiene esta mujer madrileña para la que conocer la historia de Matilde Landa ha sido “el último empujón que necesitaba”.
El periplo de Matilde
La antifranquista, nacida en Badajoz, se adhirió a mediados de los años 30 a las ideas del PCE, participó –según Dolores Ibárruri– en el Socorro Internacional Rojo y se movilizó con el estallido de la Guerra Civil. Su actividad política fue intensa desde un inicio y se encargó de múltiples tareas sanitarias y de asistencia así como de dar conferencias en territorio republicano para levantar el ánimo de un Ejército cada vez más débil. Poco antes de que las tropas franquistas entraran en Madrid, el partido le encargó su organización interior, lo que la mantuvo en el país. Sin embargo, casi no tuvo tiempo porque el 4 de abril de 1939 fue detenida.
Matilde fue encarcelada en la prisión de Ventas y después trasladada a Can Sales, en Mallorca. Fue condenada a la pena de muerte, finalmente conmutada por 30 años de prisión. Según señala el historiador David Gerard i Ferón, que ha escrito dos libros sobre ella, en ello influyeron las gestiones de su hermana Aída con personas “del entorno de la familia Landa y de la Institución Libre de Enseñanza” y que en 1939 tenían “buenas relaciones” con las autoridades franquistas. Sin embargo, Matilde, ya convertida en una figura popular del republicanismo, fue sometida en prisión a “intensas presiones” para que se bautizara. Estas habían comenzado ya en Ventas, pero se “acentuaron” en Palma.
David Gerard lo define como un verdadero “asedio” personal y a partir del verano de 1942 las religiosas de la cárcel comenzaron a chantajearla con que si no accedía, los hijos de las presas apenas comerían. Este intento de coacción fue común en el caso de las mujeres no bautizadas, que eran una minoría. A ello contribuyó el hecho de que las cárceles femeninas fueran administradas entonces por monjas y la mentalidad católica de la época, que consideraba “particularmente escandaloso que la laicización de la preguerra hubiera llegado incluso a las mujeres, consideradas un bastión de la Iglesia”. Todo ello tenía, además, un componente propagandístico: la catequización se presentaba como “una forma de redención y reinserción en la Nueva España” y “podía ser exhibido como un triunfo del régimen contra sus opositores”.
Más aún en casos como el de Landa, destacada comunista. Sin embargo, no cedió a las presiones y el 26 de septiembre de 1942 se suicidó tirándose de la enfermería de la prisión. Según ha investigado Gerard, aquellas coacciones tuvieron mucho que ver con la decisión, unido a otros factores como un estado de salud “débil” o las durísimas condiciones de la cárcel. Las autoridades bautizaron a la antifranquista “durante los tres cuartos de hora de agonía previos a su muerte”, cuenta el historiador en Matilde Landa. El compromiso y la tragedia. Así se lo trasladaron los responsables a su hermana, Aída, aunque aseguraron que lo habían hecho “cumpliendo sus deseos”, una versión que ella nunca creyó: “Hicieron lo que no habían logrado que hiciera mientras vivió”, se lamentaba en una carta.
Grupo de presas en la prisión de mujeres de Palma (septiembre, 1941). Matilde Landa está situada en la fila superior -es la cuarta por la derecha, debajo de la columna-.
La historia de Landa no la conocía Nuria, otra de las personas que estos días se ha interesado por la campaña y está a punto de iniciar el trámite para apostatar. “Me resultó impactante la biografía de Matilde Landa y darme de baja de la Iglesia es algo que llevo tiempo teniendo ahí”, traslada la mujer, que si no lo ha hecho antes ha sido “por no abrir situaciones familiares conflictivas”. Ahora, sin embargo, está convencida: “Para mí es un acto de coherencia y de ejercicio de libertad. La Iglesia tiene prebendas por parte del Estado y no debería ser así”, añade.
Este es otro de los elementos que la campaña pone sobre la mesa para justificar su lanzamiento. Aseguran sus impulsores que la Iglesia “esgrime ante el Estado” el número de personas que están bautizadas “como prueba de su hegemonía”, lo que a su juicio fomenta “relaciones de cooperación” que en realidad “son privilegios”. “Las personas que no queremos ser rehenes de una institución que nos utiliza para mantener su poder social y económico tenemos el derecho de apostatar. Matilde Landa pagó con su vida su resistencia a ser bautizada. ¿Qué nos impide en el presente anular el bautismo a quienes lo vivimos como algo ajeno a nuestros valores?”, se preguntan.