Kate Beaton, ilustradora: «El ambiente de amenaza que sobrevuela las petrolíferas te hace estar siempre alerta»

Kate Beaton, ilustradora: «El ambiente de amenaza que sobrevuela las petrolíferas te hace estar siempre alerta»

La artista canadiense se ha convertido en una de las voces más destacadas del cómic social a raíz del éxito de su novela gráfica autobiográfica ‘Patos’

Palacios del pueblo, wikipedias, bibliotecas y archivos: la cultura libre y gratuita que busca salirse del mercado

Kate Beaton (Mabou, Canadá, 1983) es actualmente una prestigiosa autora de cómics, pero en 2005 era una graduada en Historia y Antropología sin blanca. Para poder pagar su crédito universitario, Beaton, procedente de una comunidad empobrecida, tomó una decisión complicada: cogió sus bártulos y se plantó en las plataformas petrolíferas de Alberta, en busca de un contrato sustancioso que le resolviera la papeleta.

Allí le esperaban temperaturas de hasta 50 grados bajo cero y un entorno laboral muy hostil para las mujeres: llegó a ser agredida sexualmente en dos ocasiones. La canadiense contó su experiencia en Patos (2023, Norma Editorial), una novela gráfica de cuatrocientas páginas que ha sido premiada en los certámenes más prestigiosos del mundo del cómic.

Beaton ha estado de gira por primera vez en España aprovechando la salida al mercado de La tiburonilla, un álbum ilustrado que conjuga denuncia ecologista y feminismo, también publicado por Norma. Destinado a un público infantil, La tiburonilla es el último libro realizado hasta la fecha por su autora, que cuenta ya con una larga carrera que se prolonga durante más de una década y que comenzó con el webcómic de humor Hark! A vagrant (un recopilatorio homónimo con una selección de las tiras fue publicado en España por Ponent Mon en 2013), que se convirtió en un éxito fulgurante en los tiempos en los que Tumblr era la plataforma favorita para compartir el arte en Internet.

“Al principio, fue todo muy gradual. Cuando empecé, era feliz en mi pequeño rincón de Internet. Pero aquello se fue haciendo más y más grande y fue difícil de manejar. Llegué a pensar que tenía que contestar a todos los comentarios, incluso a los de los trolls. Pero todo se hizo tan grande que hacer aquello era inmanejable. Todos los que empezamos en aquellos tiempos aprendimos a lidiar con el público en tiempo real, pero sí que descubrimos pronto que era mejor ignorar según qué mensajes y centrarnos en nuestra comunidad, en quienes entendían realmente nuestro trabajo”, comenta Beaton.

El humor de la ilustradora era fresco, intelectual y no exento de activismo: desde un lugar tan insospechado como los cómics online, Hark! A vagrant reivindicaba una revisión del canon masculino de la literatura. “Para mí fue muy natural, porque lo que más me interesaba durante mi formación universitaria era fijarme en las vidas de los silenciados, de las minorías, de las mujeres. Incorporarlo a mi trabajo fue muy sencillo, y hacerlo con humor fue deliberado, las historias se cuentan y perduran mejor con humor”, confiesa la autora.

Aunque continuó trabajando en su webcómic, Beaton se labró una exitosa carrera como autora infantil (su libro La princesa y el poni se convirtió en una serie de animación), pero la necesidad de contar su estancia en las arenas bituminosas de Alberta y lo que tuvo que enfrentar allí la llevó a dibujar su multipremiada novela gráfica. Beaton, como persona migrante que fue en aquel momento, confiere una especial importancia a las conexiones que se tejen con las historias: “Cuando dejas atrás tu hogar para trabajar, encuentras que tu experiencia es común a gente de tantos y tantos sitios diferentes, y todas ellas tienen sus propias historias personales. Pero hay muchos puntos en común: la pena por dejar atrás el hogar, los problemas de comunicación, los problemas de dinero… Contar tu historia personal ayuda a que personas que en principio no tienen mucho que ver entre sí se vean reflejadas en otras narrativas”.


Páginas del interior de ‘Patos’

El trabajo en la plataforma petrolífera era tan extenuante que al principio ni pensaba en dibujar su experiencia. “Cuando volví a casa, mis recuerdos eran muy desordenados, era muy difícil convertir todo aquello en un cómic. Aunque la necesidad de contarlo se iba haciendo cada vez más fuerte. Pasaron más de diez años, pero así tuve la oportunidad de mejorar mis habilidades como artista, cada vez tenía más confianza en mi trabajo. Hice unas tiras de prueba, vi que funcionaba, y me puse a ello”, dice la ilustradora.

La naturaleza fragmentaria del cómic, el discurso en viñetas, fue ideal para su manera de trabajar. “Es cierto que algunos lectores se sienten algo confusos con la estructura del libro, porque no hay una voz de una narradora, o cambio de escenario de manera abrupta, pero es que así funciona la memoria, y quería ajustarme lo máximo posible a mi verdad, y es así como lo recuerdo, no de manera lineal”, señala.

El compromiso de Beaton con la verdad le llevó a no esconder los episodios más dramáticos: durante su estancia en Alberta, sufrió abusos sexuales en dos ocasiones. “No haberlo contado hubiera arruinado mi propósito al dibujar este cómic. El ambiente de amenaza que sobrevuela por ese entorno te hace estar siempre alerta, sabes que algo va a pasar, pero no sabes cuándo. Y cuando finalmente ocurre, no estás preparada. Además, yo era muy joven”, reconoce. Pese a la dureza de los hechos, la canadiense realiza en el libro un considerable ejercicio de comprensión de sus agresores.


La dibujante Kate Beaton

“Creo que la gente que trabaja allí no se comporta de la misma manera que lo haría en casa. Se convierten en otras personas. Es como si, salvando las distancias, fueran a la guerra. Es un escenario donde funcionan otras reglas, otra manera de funcionar. Y eso es algo también he escuchado decir a trabajadores de las plataformas, que no les gustaba cómo eran allí, quienes eran allí”, dice Beaton.

“Estoy hablando de gente que se ocultaba en armarios en las habitaciones de compañeras, o que probaban a ver qué puertas no tenían cerrojo para entrar sin avisar. Y muchos de ellos venían de donde venía yo, de la zona de Cape Breton. Es una estructura de trabajo que te deshumaniza. Con esto no quiero decir que no fueran responsables de lo que hicieron, pero yo necesitaba respuestas y pensar en ellos de esta manera me ayudó”, añade.

En Patos, Beaton también se preocupa por el medio ambiente. El nombre del cómic tiene su origen en un incidente en el que miles de aves murieron al posarse en una laguna con residuos químicos procedentes de las extracciones petrolíferas donde ella trabajaba: “En Canadá, la contaminación que suponen las arenas petrolíferas es un tema que está sobre la mesa, y además se acercan elecciones, ambos candidatos lo llevan en el programa y hay voces que piden que las energéticas paguen más por sus actividades”.


La dibujante Kate Beaton

“El problema es que Alberta, que tradicionalmente era una región muy pobre, habitada por granjeros, se enriqueció súbitamente por el petróleo, y ahora forma parte de su cultura. Es muy difícil hablar sobre conservacionismo con ellos. Y tienes que sumar el factor Trump y sus aranceles. Hay un sentimiento de nacionalismo que considera que Canadá tiene que ser autosuficiente energéticamente, así que el debate parte desde posiciones muy extremas”, continúa diciendo la ilustradora.

Y en La tiburonilla también habla sobre ecologismo, esta vez para un público infantil. “No creo que los cómics infantiles deban tener necesariamente un ‘mensaje’, pero me gusta hablar sobre cosas que me interesan, da igual si me va leer una niña o un adulto. Mi región es una región pesquera, muy preocupada por la gestión de sus recursos, y creo que los pescadores son los primeros en preocuparse por su entorno”, alega.

“La sobreexplotación de la pesca en mi región causó mucha pobreza, y ahora que se está recuperando, hay un interés decidido en respetar el medio. Quería hablar de esto en mi libro, defender a los trabajadores. Son los que estaban por encima en la pirámide, los grandes empresarios, los que se lucraron esquilmando los recursos. ¡Así que si hay algún mensaje en mis libros infantiles, que sea contra las grandes corporaciones!”, concluye.