
Poxi, el ‘hombre Hip-Hop’ que llevó el grafiti a Mallorca en los años ochenta
Tras casi medio siglo de grafiti y música rap, los artistas urbanos celebran el legado de los pioneros y recuperan su propia historia, iniciada a finales de la década de los ochenta en barrios obreros como Son Dameto, Nou Llevant y Son Gotleu
El graffiti como forma de protesta: “Las condiciones precarias de la gente de Ibiza contrastan mucho con el turismo de lujo”
Tras hacer los primeros trazos, la policía pilló a Pedro. Estaba haciendo un grafiti en mitad de la calle y, como era de esperar, le pidieron la documentación. Él les advirtió de que no era ningún vándalo y les recomendó volver al mismo lugar tres horas después. Cuando los agentes se presentaron de nuevo y vieron su obra terminada, le dieron la razón. Este es el relato de Tasiz, un escritor de grafiti mallorquín que, tras aquel suceso a mediados de los noventa, consiguió que se legalizasen los mismos muros donde la policía le sorprendió. Con aquel grafiti, Pedro estaba presentándose a sí mismo como artista, pero también a toda una cultura que en la actualidad celebra más de cuatro décadas de historia.
En un país de muros pintados, vinilos, bailes breakdance y música rap, llegaron a Mallorca los primeros grafitis. Fueron pintados a mediados de los ochenta por Poxi, un writer –escritor de grafiti– que dejó una huella imborrable para toda una generación. Muchos de ellos crecieron viendo películas americanas como Beat Street, The Warriors o Style Wars. Estos filmes, que reflejaban la floreciente cultura Hip-Hop en los Estados Unidos, fueron encarnados en la isla por este artista pionero que, tras aparecer en una revista local en 1988, pronto se convirtió, junto con Omar, en un icono para quienes se iniciaban en el arte callejero.
Graffiti pionero de Caín, de Unit Posse y TCT, en el Liceu Balear en 1991.
Desde Classics Palma, una plataforma de contenidos en redes sociales sobre la historia del grafiti, cuentan que Poxi era un artista avanzado a su tiempo conocido, como el “hombre Hip-Hop” del barrio de Son Dameto, cuna del grafiti mallorquín. Allí comenzó a plasmar letras de colores en los muros de la ciudad, ante el desconcierto de una población todavía ajena a aquella realidad. “Nada más ver aquella portada con la foto de Poxi, fuimos corriendo a ver sus grafitis en unas casetas de electricidad abandonadas. En aquel momento, sin teléfonos móviles y mucho menos Internet, íbamos siempre al lugar para ver las pintadas”, recuerda Lokomas, uno de los escritores de grafiti de primera generación.
“Poco tiempo después vivimos una explosión brutal del movimiento en un concurso de grafiti en la discoteca BCM, donde conocimos a gente de otros barrios de las afueras. De hecho, un amigo nuestro que bailaba breakdance ganó el concurso”, añade el escritor, que lleva toda una vida dedicada al grafiti y a la cultura Hip-Hop. Tras más de 23 años trabajando en la tienda Línea 6, punto de encuentro para muchos artistas, y cerrar tras a la pandemia, decidió abrir un nuevo local por su cuenta, Outline grafiti Mallorca, desde donde atiende a elDiario.es.
A finales de los ochenta aparecieron nuevas firmas como Triqui, Mr. Beat, Cane, Alolo, Nase, Caín, Bosso o JWA, quien organizó las primeras jams de Hip-Hop. “Gracias a mis tíos, que eran discjockeys, empecé a escuchar música negra y acabé montando la primera fiesta de rap en 1989 con dos discos, una mezcladora y algunos cassetes”, recuerda el promotor musical.
“Quería hacer una fiesta tal y como las hacían los americanos y conseguí que me prestasen un local llamado Oh Palma, en el barrio de Gomila. Mi única premisa era no ganar dinero, sólo quería que me dejaran el local porque, en aquella época, los raperos estaban muy mal vistos y yo quería dar la cara por todos”, continúa JWA. Este promotor fue un pionero en la organización de eventos de rap, como el primer concierto de La Puta Opp sobre un escenario.
Gracias a mis tíos, que eran discjockeys, empecé a escuchar música negra y acabé montando la primera fiesta de rap en 1989 con dos discos, una mezcladora y algunos cassetes
A inicios de los años noventa llegó una oleada de nuevos escritores. Según Classics Palma, “surgieron muchos nombres como Obas, Eric, Bazo, Manu, Hezo, Gori, Hock, Scawt, Vore, Jar, Idron y Zoes, entre muchas otras firmas que marcaron una época increíble”. Durante aquellas tardes de pintura y música se formaban diferentes grupos, comúnmente llamados crews, espacios de amistad en los barrios de la periferia en torno a esta cultura representada por la unión de cuatro elementos ineludibles para quienes quisieran participar de ella: el rap, el grafiti, el breakdance y los dj’s. El boom del grafiti llenó las calles de pompas –pintadas con letras redondas y sencillas–, firmas y colores que no dejaban a nadie indiferente, creando, además, diversas publicaciones en formatos fanzine que servían como vehículo de comunicación de la cultura recién llegada a la isla.
Las primeras crews en formarse en Mallorca fueron Unit Posse, Palma Conexión, Todos Contra Ti y La Puta Opp, que además se convirtió en una reconocida banda de rap por publicar Vacaciones en el mar, el primer álbum de rap a nivel estatal. Más adelante llegaron nuevas bandas de escritores de grafiti y raperos de los barrios de El Vivero, el Rafal o Es Molinar, como Vivero Hills 666, Dispersos, Vigila Tu Pared, Zona Prohibida, Triple 6, El Círculo Kruel o Destroy King Town. El grafiti ya estaba plenamente asentado en la sociedad. Fue una época marcada por una alta efervescencia creativa donde los jóvenes de los barrios desfavorecidos comenzaban a organizarse para construir un nuevo estilo de vida.
Grafiti, deseo y trascendencia humana
La autora de L’art urbà a Mallorca, Neus Aguiló, explica que los inicios de la escritura en las paredes pueden remontarse mucho tiempo atrás, incluso siglos. En su libro, cuenta que los comienzos del grafiti podrían, de alguna manera, datarse a partir de las inscripciones en las cuevas de Altamera o en Pompeya. “Esta ciudad romana estuvo sepultada durante unos 1.500 años y, cuando se descubrió, se encontraron muchas pintadas de todo tipo, de publicidad electoral, de avisos entre vecinos, de transacciones de esclavos y de cuestiones personales relacionadas con el duelo, por ejemplo, cuando alguien moría”, expresa la escritora a elDiario.es.
Según la autora, en la isla de Mallorca pueden encontrarse casos semejantes en las inscripciones que se encuentran en las paredes del histórico Castillo de Bellver, construido a principios del siglo XIV, con mensajes escritos durante la guerra de sucesión española y más tarde por prisioneros republicanos en la guerra civil española. “Fue una prisión del bando nacional donde acabaron muchos presos que quisieron dejar constancia de su paso con sus nombres y fechas de reclusión”, matiza Aguiló, recordando que también hay ejemplos similares en el convento de San Francisco o en la Catedral de Palma.
Tras una exhaustiva investigación, la escritora y filóloga conecta estas inscripciones antiguas con el grafiti y el arte urbano actual, como si se tratase de un deseo de trascendencia inseparable del ser humano. “La esencia es la misma, tenemos la necesidad de dejar huellas allí por donde pasamos. Obviamente, las pintadas de hoy se han vuelto verdaderas obras de arte, pero han existido desde que el ser humano supo escribir”, concluye.
Con el paso de los años, este deseo ha pasado por muchas fases y formas distintas. Desde la inscripción para el recuerdo, pasando por la pintada política o de protesta hasta el grafiti, que se establece en las sociedades contemporáneas como una cultura al margen de la norma. “Aunque se haya diluido mucho con el tiempo y ahora el grafiti sea una rama más de la creación artística, desde su nacimiento en Estados Unidos fue siempre un grito de rebelión frente a la situación sociopolítica”, expresa Main, del colectivo Dispersos, actualmente retirada del grafiti.
En este sentido, muchos escritores destacan que el movimiento Hip-Hop siempre ha estado lleno de “mensajes de jóvenes de familias obreras en una posición de protesta en contra de las injusticias y problemas sociales”, defiende Fran S.C, artista urbano desde hace más de 30 años. “Tener tu nombre por toda la ciudad era y es un acto de rebelión, una muestra de talento y actitud, una manera de decir estoy aquí y no puedes pararme, no puedes controlar esto”, añade.
La cultura que unió a los barrios
La idea de trascender y expresarse por parte de quienes pertenecían a la cultura del Hip Hop llevó a organizar grandes eventos en Mallorca como festivales de rap y shows de grafiti que daban a conocer a escritores locales, nacionales e internacionales. Uno de los organizadores de estos encuentros fue el escritor Tasiz, quien en 2001 puso en marcha Calvià Hip Hop, una jam que tuvo dos ediciones donde se encontraron escritores de grafiti, raperos, skaters y demás afines a la cultura urbana.
“Todo empezó cuando la alcaldesa del municipio de Calvià, Margarita Nájera, leyó una carta que le escribí pidiéndole que legalizasen algunas paredes para que pudiésemos pintar. Entonces me citó con un grupo de dinamizadores y conseguimos la única legalización de paredes por decreto en toda Baleares y fue en 1999”, recuerda el escritor, que también fue locutor de radio en el municipio y redactor de Hip Hop Nation, la primera revista española dedicada a la cultura urbana y al grafiti.
La alcaldesa de Calvià, Margarita Nájera, leyó una carta que le escribí pidiéndole que legalizasen algunas paredes para que pudiésemos pintar. Entonces me citó con un grupo de dinamizadores y conseguimos la única legalización de paredes por decreto en toda Baleares y fue en 1999
“Le vendí a los políticos la idea de que la lucha contra el grafiti era una lucha perdida, porque la gente salía de noche con sprays a pintar, y así surgió Calvià Hip Hop. Inspirado por un evento similar en el Poble Espanyol de Barcelona en 1994 donde había estado, quise trasladarlo a la isla y así lo hicimos, trayendo a grandes músicos como SFDK o Falsa Alarma hasta que el Partido Popular entró en el Ayuntamiento y se acabó”, concluye.
Además de este histórico festival, Tasiz, a quien le gustaba juntar a la gente, organizó diversas jornadas de pinturas murales uniendo a grupos de diferentes barrios. “Después de los pioneros, empezaron a llegar escritores menos vandálicos, que dibujaban muy bien, y decidí unirlos para hacer un mural que se llamó Fantasía’ y en el que participaron hasta catorce personas”, explica el escritor, que incluso llevó unos andamios de la empresa de electricidad de su padre para “tener suficiente infrasestructura debido a la altura de los muros”.
Entre el arte y el vandalismo
A lo largo de su existencia, este arte callejero ha sido censurado por una sociedad que lo considera vandalismo ya que, en muchos de los casos, se realiza de manera ilegal y muchos grafitis pueden encontrarse en espacios donde se ha pintado sin permiso. Esta cuestión genera un amplio debate entre los escritores, que va desde la defensa misma de la ilegalidad como una condición esencial de su práctica, tal y como apuntan desde Classics Palma, hasta quienes reclaman espacios legales para poder manifestar su expresión artística en libertad.
“Para mí no es vandalismo, una pintada sobre una superficie supone algo mínimo, no es como romper un cristal, agredir a alguien o robar. Creo que se le da más importancia de la que merece. Hay conductas individuales que generan un impacto brutal sobre el medio ambiente y no se consideran vandalismo, la gente debería mirarse el ombligo antes de criticar”, explica Fran S.C.
En cualquier caso, todas las personas entrevistadas aseguran que “un grafiti nunca puede ser cualquier cosa pintada sobre una pared”. Tal y como expresa Hermano L, pese a que “pueda haber descontrolados”, por lo general “un grafitero hecho y derecho tiene criterio y nunca pintará sobre una muralla del siglo XVI, ya que es una persona que tiene conocimientos sobre arte”. En este sentido, algunos escritores como Tasiz apuntan que “nunca ha sido el objetivo el bombardeo” –una práctica que consiste en pintar firmas y grafitis rápidos de manera ilegal por las ciudades–. “Incluso cuando se pintaba en la Línea 6 del metro de Nueva York, que es de donde viene el grafiti vandálico, la gente quería pintar bien y hacer cosas chulas. Pintadas y grafiti no son lo mismo y no pueden ir en el mismo saco”, concluye.
En esa búsqueda de la legalidad, el escritor Lokomas explica que en una ocasión, junto a Gori, Nase y Obas, solicitaron un permiso a la dirección del colegio IES Josep Sureda i Blanes para poder pintar en sus paredes. “El año pasado quisimos montar un festival en la calle del instituto, pero no conseguimos dar con nadie del Ayuntamiento de Palma que nos pudiese ayudar”, lamenta el escritor. “Desde luego, en Palma no están por la labor de contribuir, a diferencia del municipio de Inca, donde sí estamos en conversaciones a través de diferentes proyectos”, añade.
Un grafitero hecho y derecho tiene criterio y nunca pintará sobre una muralla del siglo XVI, ya que es una persona que tiene conocimientos sobre arte
Hacer la cruz al grafiti: la “guerra” contra los escritores
Lokomas destaca que el Ayuntamiento de la ciudad “acaba de borrar una pieza mítica” que se hizo en conmemoración de los 23 años de Línea 6. “No lo entiendo, no es normal que pinten de gris una pared rodeada de solares”, lamenta el escritor, que anuncia que actualmente se está viviendo una “guerra” contra el grafiti por parte de las instituciones. “Consiguieron hacer algo que no se había hecho en ningún país del mundo, que fue pasar de tapar las pintadas a hacer cruces en forma de equis sobre ellas dejando las paredes mucho peor”, critica.
Esta idea de la “guerra” institucional contra el arte callejero es también compartida por Neus Aguiló, quien considera que “especialmente en Palma se ha emprendido un ataque bastante intenso contra el grafiti, que siempre ha tenido más mala prensa que el street art”, explica la escritora a elDiario.es. Por su parte, Fran S.C. recuerda un momento “muy peculiar”, cuando el Ayuntamiento “cedió una pared del centro cercana al paseo marítimos dando unos sprays de pésima calidad y borrando todo aquello pocos meses después”. “El grafiti no va a desaparecer de las ciudades y creo que gente cualificada deberia tomar las riendas para ceder espacios y poder llegar a acuerdos con los escritores de cada ciudad”, concluye.
TCT fanzine fue la primera publicación de graffiti en 1991
En su libro, Neus Aguiló se acerca a reconocidos artistas del street art, la versión legal y profesionalizada del grafiti, como Joan Aguiló, Soma, Carolina Adán Caro, Sonríe–Ink Terrorist, Fátima de Juan o Grip Face. La autora explica que se trata de artistas que trabajan principalmente a través de encargos privados e institucionales, abarcando un “público cada vez más amplio” y que “va más allá de la subcultura del grafiti, más ligada a lo efímero y a lo ilegal”.
Esta nueva situación del grafiti legal y remunerado, al que han pasado a formar parte muchos escritores de grafiti, pero también nuevas generaciones de artistas alejados del Hip-Hop, genera debates para el futuro de esta cultura. Tal y como apunta Hermano L, “ahora hay quienes se adaptan y lo intentan profesionalizar, pero la verdad es que da un poco de rabia por toda la gente que ha pasado por arrestos y multas por dedicarse a pintar”. Como siempre, el futuro es incierto. Lo que está claro es que, con mucha probabilidad, el ser humano no deje de desear trascender más allá de su tiempo.