Viajar solo: las ventajas, inconvenientes y destinos ideales que recomienda un viajero experimentado

Viajar solo: las ventajas, inconvenientes y destinos ideales que recomienda un viajero experimentado

Emprender un viaje de manera independiente tiene mucho de libertad, algo de vértigo y bastante de descubrimiento. Con sus cosas buenas y las que no lo son tanto, a veces basta con intentarlo una vez para desear repetir pronto

Bolonia, la gran desconocida italiana: más genuina que Florencia, menos turística que Roma

Emprender un viaje en solitario puede responder a muchos motivos: la necesidad de desconectar, la dificultad de cuadrar agendas con otras personas o, simplemente, las ganas de hacer las cosas a otro ritmo y por cuenta propia. Sea cual sea la razón, lo cierto es que esta forma de viajar ofrece una libertad poco habitual, esa sensación de poder decidir en todo momento qué hacer, a dónde ir y cómo aprovechar el tiempo.

Poco a poco, lo que empieza como una solución práctica o un pequeño reto personal acaba convirtiéndose, para muchos, en una experiencia transformadora. Viajar solo me ha permitido descubrir lugares con una mirada distinta, conectar más con el entorno, conocerme mejor a mí mismo y, también, descubrir a otros viajeros. Y cuando se eligen destinos que combinan los atractivos suficientes y los requisitos necesarios, todo fluye con una naturalidad que, normalmente, anima a repetir.


Viajando en solitario la toma de decisiones es solo tuya.

Ventajas de viajar solo

Viajando en solitario se aprenden muchas lecciones. Vas a poder diseñar tu itinerario sin ataduras, viajar a tu ritmo y comprobar cómo pequeños imprevistos llegan a convertirse en verdaderas aventuras. Pero también es posible que te encuentres con ciertos retos que te pedirán una preparación y una mentalidad especial. Porque como todo, viajar en solitario tiene sus cosas buenas y sus cosas menos buenas, por lo que no está de más tener en cuenta algunos consejos prácticos.

La libertad de decidirlo todo

Hay algo muy liberador en no tener que consultar cada plan. Si un lugar te atrapa, te quedas. Si no te dice nada, te vas. No hay discusiones ni votaciones. Esa autonomía convierte el viaje en algo mucho más personal.

Cosas que uno descubre de sí mismo

Cuando no hay nadie más que resuelva los imprevistos, uno se ve obligado a reaccionar. Lo que al principio puede parecer un problema, a menudo se convierte en una anécdota que contar. Y ahí es cuando te puedes dar cuenta de que te manejas mejor de lo que creías.

El entorno entra con más fuerza

Sin conversaciones constantes ni decisiones compartidas, se agudiza la atención. Se mira más, se escucha más y se huele más. Las ciudades, los paisajes y la gente dejan una huella distinta cuando se viaja en solitario.

Presupuesto y tiempo a tu manera

Hay días en los que apetecen planes sencillos y baratos, y otros en los que el cuerpo pide un capricho. Viajar solo permite jugar con eso sin tener que explicar nada. Lo mismo con los horarios, ya sea para comer, para moverte o, incluso, para dormir. 

Todo pasa por uno mismo

La independencia en la toma de decisiones suele ser total. Desde qué transporte elegir hasta cómo organizar una ruta, todo depende de lo que prefieras hacer y lo que mejor te venga. Puede ser agotador a ratos, sí, pero también enseña a confiar en el propio criterio.

Momentos para estar a solas, de verdad

Hay trayectos infinitos, atardeceres que se alargan o simples cafés en los que apetece estar en silencio. Y en ese espacio es donde surgen ideas, reflexiones y preguntas. Es un tipo de conversación que solo se da cuando uno está solo, y más aún cuando es de viaje y tu mente está más liberada y piensa desde otra perspectiva.

Se habla más con otros

Curiosamente, viajar sin compañía hace que uno se vuelva más sociable. Se busca más el contacto, se agradece una charla espontánea, se rompen ciertas barreras. Y en ese cruce de caminos aparecen personas que, aunque pasajeras, suelen dejar una impresión duradera.


Curiosamente, viajar sin compañía hace que uno se vuelva más sociable.

Lo que no siempre es tan fácil

Cuando falta alguien con quien compartir lo bonito

Hay momentos que impresionan. Un paisaje, una comida increíble, una historia que emociona. Y a veces se echa en falta poder mirar a alguien y decirle: “¿Has visto esto? ¿No es maravilloso?”. No pasa nada por estar solo, pero hay instantes en los que una compañía no estaría de más.

Tomar todas las decisiones cansa

Elegir dónde dormir, cómo moverse, qué hacer o incluso tener que regatear. A veces es un gusto y otras veces termina agotando. Especialmente después de un día largo o cuando las cosas no salen como esperabas.

Las fotos no salen igual

Puede no parecer importante, pero no tener a alguien que te saque una foto natural, sin posar, se nota. Entre el trípode, los selfis y los favores a desconocidos, se pierde un poco la frescura del momento, y también del recuerdo.

Toca estar más pendiente de todo

Cuando se viaja solo hay que estar más alerta. Desde dónde se deja la mochila hasta qué zona es mejor evitar de noche. No es vivir con miedo, pero sí con un extra de atención que te acompaña durante todo el viaje.

Todo el peso logístico recae en ti

Reservas, billetes, mapas, traducciones… Si se olvida algo, no hay una red de seguridad que evite una metedura de pata. Puede ser estimulante, claro, pero también cansa y puede llegar a asustar.

Si algo va mal, se nota más

Un resfriado, una pérdida de equipaje, un malentendido o un transporte que falla. En compañía se sobrelleva mejor. Solo, toca improvisar soluciones sin ese apoyo inmediato que a veces tanto se agradece. Cuando todo deja de ir bien es cuando eres realmente consciente de que estás viajando en solitario.

Y sí, a veces sale más caro

Porque no se comparten habitaciones, ni taxis, ni comida, ni excursiones o actividades. El coste por persona sube, y aunque se puede compensar con otras decisiones, es un factor que siempre está ahí.


La experiencia de viajar en solitario en la naturaleza.

Algunos destinos que hacen que viajar solo sea más fácil

Hay lugares que, por su ambiente, su infraestructura o simplemente por cómo está organizada la vida allí, facilitan mucho la experiencia en solitario. Sitios en los que la seguridad no es una preocupación constante y donde uno puede disfrutar sin complicaciones. La lista de lugares recomendados podría ser larga, larguísima, pero aquí tienes cinco opciones que nunca fallan.

Cádiz

Si quieres lanzarte a viajar en solitario por primera vez, quizá la mejor idea es empezar por un destino nacional, cercano, accesible y asequible, como Cádiz. Una ciudad acogedora, manejable a pie y con una vida local muy latente. Puedes perderte por su casco histórico sin rumbo, sentarte en cualquier terraza sin sentirte ‘solo’ y disfrutar del mar, la historia y la gastronomía sin prisas. Y si en vez de playa prefieres montaña, tienes un buen número de Pueblos Blancos al alcance de la mano si te apetece aventurarte más allá de la ciudad.

Portugal

Portugal está lo suficientemente cerca como para que te sientas en casa. Es un destino perfecto para un primer viaje en solitario, pues te costará poco desenvolverte y ser uno más. Su gente hace que uno se sienta bien, incluso cuando no pasa gran cosa. Además, hay buena comida, paisajes variados y la sensación de estar en un sitio donde nada puede salir mal.

Tailandia

Para muchos, el primer gran viaje en solitario empieza aquí. Será por lo acogedor del ambiente, lo bien conectado que está todo o por esa combinación de templos, mercados, playas, gastronomía y naturaleza. Tailandia es exótica pero fácil. Hay lugares tranquilos para quien busca desconexión y también rincones llenos de vida para quien no quiere parar. Todo sin complicarse demasiado.

Malta

Una isla pequeña, luminosa, con historia en cada piedra y mucha gente joven. Mdina, con su silencio e historia medieval, invita a pasear sin rumbo. Valletta, algo más bulliciosa, es igualmente disfrutable. Es fácil sentirse cómodo, moverse sin prisa y dejar que el día se organice solo. Además, la gente tiene esa mezcla de calma y amabilidad que hace que todo parezca sencillo.

Japón

Si hay un sitio donde se respira organización y respeto, es este. Viajar solo en Japón es sinónimo de eficiencia, seguridad y fascinación constante. Todo funciona, la gente es amable (aunque reservada), y cada rincón sorprende. No hace falta un plan muy elaborado, con que te dejes llevar un poco, todo encajará.

Suiza

Puede que no sea el destino más barato, pero pocos países ofrecen una experiencia tan tranquila. Todo está cuidado al detalle: los trenes, las calles, los alojamientos. El paisaje es de absoluta postal entre lagos, montañas y pueblos que parecen de cuento. Para quien busca naturaleza y una experiencia sin mucho sobresalto, Suiza siempre es una apuesta segura.