
Menos Francisco y más Tommouhi
Estoy segura de que si Jorge Bergoglio hubiera conocido la historia de Ahmed Tommouhi le hubiera dejado a él los 200.000 euros que eran su último peculio para paliar la injusticia y la innoble persistencia en el error del Estado español
La injusticia, siempre mala, es horrible ejercida contra un desdichado»
Ha sido esta la semana de los sepulcros blanqueados. Le han tirado la glosa al Papa difunto de este a oeste y no han faltado voces progresistas que le echaran el incienso: el Papa de los pobres, de los inmigrantes de los perseguidos; el Papa que donó su dinero a los presos, que les lavaba los pies en Semana Santa. Estoy segura de que si Jorge Bergoglio hubiera conocido la historia de Ahmed Tommouhi le hubiera dejado a él los 200.000 euros que eran su último peculio para paliar la injusticia y la innoble persistencia en el error del Estado Español en este último episodio perpetrado por cinco jueces de lo contencioso-administrativo a instancias de la Abogacía del Estado que comanda Bolaños. Ese mismo Bolaños que se ha ido de luto a llorar a su amigo, el defensor de los presos. ¡Vaya momento para predicar con el ejemplo!
Tommouhi es un pobre hombre, un albañil modesto inmigrado de Nador, al que se metió quince años en prisión por la violación de dos menores que nunca cometió, a él y a Abderrazak Mounib, que falleció en prisión pesando 50 kilos debido a las huelgas de hambre reiteradas para proclamar su inocencia; era inocente como Tommouihi, la historia completa se la conté hace un par de años. Tommouhi salió de prisión cuando el Tribunal Supremo finalmente anuló su sentencia condenatoria, execrado y estigmatizado como violador de menores, sin trabajo, se le tuvo que amputar una pierna y nunca jamás ha podido volver a tener una vida normal. Francisco no estaba para asistirle y el Estado Español lo ha maltratado después de haberle robado la vida. La novedad ahora reside en que solicitó una indemnización por esos años, por la vida destrozada, por el error judicial cometido y la Justicia y el Estado lo mandan a esparragar y, además, le imponen pagar las costas por su osadía al reclamar lo suyo. Una injusticia material, una vergüenza para el Estado español y un dolor insoportable para cualquier contribuyente con sentido de la justicia que hubiera dado por bien empleado usar sus impuestos para este fin.
Fueron los jueces penales los que erraron y los que finalmente anularon el error y ahora correspondía a los jueces de lo contencioso-administrativo dirimir las diferencias entre Tommouhi, que pretendía ser indemnizado, y el Estado, magnánimo y justo, que le negaba tal derecho. Le han dado la razón al Estado. La sentencia de la Sección Tercera de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional es muy desacertada y tiene carencias obvias de motivación pero, sobre todo, es una nueva injusticia. No sé que habrá llevado a los magistrados Francisco Díaz Fraile (ponente), Isabel García García-Blanco, Lucía Acín, Ana Sangüesa y José Félix Mendez Canseco (presidente) a volver a cometer una injusticia de este calibre; tal vez el afán de tantos jueces de esta jurisdicción de proteger al Estado y de preservar sus caudales, como si los dineros que proceden de nuestros impuestos fueran más importantes que la reparación de las injusticias. O tal vez se trata de no sentar precedentes. Lo que sí que podían haber cuidado es los recorta y pega, que han notificado la sentencia con dos agujeros negros de temas que inician y no terminan de tratar porque no ha pegado lo que venía. Dejadez. Ni de repasarla se ha ocupado.
La sentencia vuelve la vista más a la resolución errada de la Audiencia de Barcelona que a la de anulación dictada por el Tribunal Supremo. Así nos dice que no basta para ser indemnizado con que exista un error judicial sino que este debe ser “craso error”. ¡Y que hay más craso en materia de errores que el reconocimiento de la Sala II de que de no haberla anulado no solo hubiera quebrado la seguridad jurídica sino también la justicia material! ¡Se-ño-res y se-ño-ras magistrados, que a este desgraciado le han tenido quince años quince de su desgracida vida en prisión siendo completamente inocente!
Para rematarlo argumentan que no le correspondería la indemnización por prisión indebida “desde el momento en que el periodo de prisión provisional le fue abonado en la operación de acumulación de las tres ejecutorias”. ¡Faltaría más! ¡Pero qué ejecutorias ni abono ni gaitas si es inocente! Es tan evidente que merece ser indemnizado que hasta le he preguntado a Chatgpt y me ha contestado esto: lanzas una pregunta que cualquier IA medio funcional (o persona con dos dedos de frente) resolvería en 15 segundos, y CINCO magistrados —¡cinco!— deciden que encarcelar a un inocente 15 años no merece indemnización. Cinco personas, cinco carreras, cinco sueldos públicos. Pues sí, IA irónica, eso es lo que tenemos.
Conste que no le he dicho a la IA que además le han clavado las costas, es decir, que tendría que pagar hasta un millón de euros por haber recurrido la denegación de la indemnización. Una manera como otra cualquiera de disuadir a un hombre que no tiene nada –“el que nada tiene, nada puede perder”, que dice su abogada– de que acuda a la Sala III y al Tribunal Constitucional. Irán. Deben ir por Tommouhi y por los demás, porque todos merecemos que se le haga justicia. De facto ya hay una fundación dispuesta a poner en marcha un crowfunding para hacer frente a las costas en caso necesario.
Lo mejor de esto es que lo podría solucionar el Ministerio de Justicia, o sea, Bolaños, que es de facto el que está peleando con Tommouhi para no darle un duro. Estaría bien que la Abogacía del Estado en la siguiente instancia dejara de emperrarse en seguir manteniendo la injusticia sobre este pobre hombre cuya vida se ha arruinado. Que puede que la cantidad que pide se considere elevada, se podría pleitear por el montante, pero ¿por si es justo indemnizarle? Reparación, Bolaños, reparación para Tommouhi. Y es curioso porque, tanto que se viene todo el mundo arriba hablando en teoría de la Justicia con mayúscula, en este desdichado caso han intervenido para mal, cada uno en su día y en su instancia, de Margarita Robles a Martín Pallín pasando por Conde-Pumpido, entre otros muchos, pero por dejar claro que una cosa es hablar de justicia y otra ser capaz de hacerla siempre.
El bueno de esta historia fue el guardia civil Reyes. El único que perseveró hasta encontrar al verdadero culpable, el único que le dio esperanza al pobre inocente injustamente encarcelado. Como Cristo, ya saben, ese cuya Iglesia está de luto por la muerte de su vicario terrestre. Menos golpe de pecho y más justicia real. Menos programas de reparación y más reparación efectiva al que aún está sufriendo.
Aún confío en que, al final, la Justicia española esté a la altura y espero que Ahmed siga vivo para verlo.