
El Gran Apagón (por el autor de ‘El Gran Apagón’)
De cómo viví El Gran Apagón real nueve años después de escribir el de ficción
Qué es el cero absoluto que ha sufrido España
“El 11 de abril de 2018 se produjo la tormenta solar más intensa jamás registrada. Dos días después, el planeta quedó en completa oscuridad. Este evento fue conocido como El Gran Apagón”.
Escribí eso hace nueve años, a principios de 2016. Es el arranque de una audioserie, esto es, un podcast de ficción titulado precisamente ‘El Gran Apagón’. Con dirección de Ana Alonso y diseño sonoro de Roberto Maján, fue uno de los primeros estrenos de Podium Podcast, la plataforma de audio del Grupo Prisa, y también uno de sus primeros éxitos.
Narraba las consecuencias de un apagón global a través de varios personajes repartidos por toda España. El Gobierno reaccionaba deprisa: decretaba el estado de alarma (años antes de la pandemia) y emitía por radio un mensaje en bucle con una serie de recomendaciones: conserve la calma, evite los desplazamientos, racione el agua… En las primeras horas todo iba bien, pero, con el paso de los días, la situación empezaba a descontrolarse.
Fundimos a negro y salimos casi una década después. 28 de abril de 2025. Estoy en mi casa, delante del ordenador, manteniendo una reunión telemática. En mitad de una frase, la pantalla se va a negro. Córcholis. Cojo el móvil para disculparme ante mi interlocutora cuando veo el icono de un satélite. Solo llamadas de emergencia.
Si esto fuese una ficción, es aquí donde iría la careta, pero, como es la vida real, no me alarmo. Vivo en Gordexola, un pueblo vizcaíno de apenas 2.000 habitantes repartidos a lo largo de un frondoso valle. No es del todo raro que, de cuando en cuando, las tormentas nos dejen sin luz y sin telecomunicaciones. Solo que hoy brilla el sol.
Mi portátil tiene batería de sobra, de modo que salgo con él al pequeño jardín de mi casa y me dedico a pulir los diálogos de una serie. De vez en cuando, miro el móvil. Nada de nada.
Varias secuencias después, empiezo a estar inquieto. Decido ir al supermercado porque necesito mandarinas para el niño, aunque sospecho que un psicólogo diría que eso no es más que una excusa. Voy caminando, apenas dos minutos, y allí me encuentro a varios vecinos paseándose por los lineales con las linternas del móvil encendidas. La encargada nos pide que miremos el precio de lo que cogemos y lo vayamos sumando. Se fía de nuestras matemáticas. Me gusta el detalle y lo anoto mentalmente para usarlo en alguna historia.
De vuelta a casa con las mandarinas, un vecino me pregunta si alguien habrá avisado a las autoridades. Yo qué sé. Saca a colación una extravagante noticia de hace un par de semanas. En una zona de Bizkaia, no lejos de donde estamos, una vaca se enredó con unos cables y dejó a varios pueblos sin internet durante días. Nos preguntamos si habrá sido la misma vaca. No es descabellado, esos animales son francamente estúpidos.
Sea como sea, ha pasado ya hora y media y seguimos a oscuras. Mi pareja está en Málaga, quizá esté preocupada, así que decido mandarle un mensaje. Me monto en el coche y empiezo a alejarme del pueblo en busca de cobertura. Exactamente lo que haría un personaje de ficción.
Solo que un personaje de ficción pondría la radio. Yo pongo un podcast. Campamento Krypton, especial frutos secos, con Berto Romero de invitado.
Me alejo más y más del pueblo mientras escucho las teorías de Berto sobre los pistachos (que no vienen al caso). En un momento dado, me cruzo con unas obras en la carretera. Están instalando un semáforo nuevo y pienso: tate, estos han cortado un cable. No tengo ninguna duda. La vaca es inocente. La culpa de todo la tiene esta gente que a saber de dónde la saca el ayuntamiento.
Pero llego al pueblo vecino, mucho más grande que el mío, y descubro que los semáforos no funcionan. Entonces, solo entonces, se me ocurre interrumpir las disquisiciones de Berto (ahora sobre los kikos) y pongo la SER.
Y ahí está. El primer capítulo de ‘El Gran Apagón’, con las mismas voces. Los mimos periodistas que amablemente colaboraron en el podcast haciendo de sí mismos dicen ahora cosas inquietantemente parecidas a las que escribí hace nueve años.
Soy un personaje de mi propia historia y, al igual que ellos, carezco de todo lo necesario. No tengo radio a pilas, ni linterna, ni agua embotellada. Voy bien de mandarinas, eso sí. Lo peor: un rato después, oigo a Pedro Sánchez diciendo casi lo mismo que dice mi presidente de ficción. Que nadie sabe nada, pero que todo el mundo tranquilo. Estupendo. Si tengo razón, esto durará meses. Pero no dura meses, aunque sí más de lo que me gustaría.
La luz e internet se restablecen a las ocho y pico de la tarde, cuando ya he convencido a mi hijo de lo guay que va a ser cenar a oscuras. El teléfono vuelve en sí con decenas de mensajes de oyentes que aluden a la serie y de periodistas que quieren que entre en directo (lo querían, horas antes). Consigo hablar con mi pareja y con mi madre. Todos bien.
Respiro por fin aliviado… y entonces me viene a la mente mi última ficción sonora. La Quiebra. Narra las consecuencias de la desaparición del dinero. Una mañana todas las cuentas bancarias amanecen a cero, no se sabe si por un fallo informático o por un ataque. En la serie sale el presidente del Gobierno, que, ¿lo adivinas? Sí. Pide que estemos tranquilos.