
Renfe: retirarse no es una opción
La presencia de Renfe en sectores internacionales es estratégica para España. que debe jugar una compañía pública como Renfe Operadora debe ser el que corresponde a una entidad que ha demostrado gran experiencia en la gestión y la operativa del transporte ferroviario
El futuro del ferrocarril pasa por Europa. Si observamos los movimientos de las principales compañías de nuestros países vecinos comprobaremos que todas buscan un objetivo común: crecer y hacer posible que cualquier europeo pueda viajar de una punta a otra del continente en tren.
Aun no podemos hablar de un mercado único del ferrocarril, pero sí de un espacio de facto, en el que las empresas públicas europeas están posicionándose para lograrlo. Así, franceses, italianos, alemanes, belgas, húngaros o checos operan con mayor o menor éxito en los diferentes países que componen la Unión Europea. Nuestro país no es una excepción. España no es ajena a este movimiento. Desde hace ya cinco años circulan otras compañías por nuestras vías, pero en sentido único. Les hemos ofrecido seguridad jurídica para operar en la red de alta velocidad más importante de Europa, con la posibilidad de ofrecer las mismas prestaciones que Renfe. En este sentido, nuestro país es un ejemplo en el que ya operan compañías italianas y francesas que aprovechan “el mejor momento de la historia del ferrocarril”.
Y lo hacen perdiendo decenas de millones de euros en el corto plazo con la intención de ampliar su cuota de mercado en el medio y largo. De ahí sus ofertas comerciales a precio de derribo, sus campañas publicitarias, su inversión en trenes y la contratación de personal para desarrollar una apuesta que en muchos casos es de país, su país, en especial cuando hablamos de empresas públicas extranjeras.
¿Y Renfe? ¿Y España? El proceso de internacionalización de Renfe está plasmado en su plan estratégico. Con la previsión con contar con el 10% de los ingresos procedentes del exterior, Renfe acometió una decidida aventura para posicionarse en mercados estratégicos. Es su salida natural si queremos cumplir ese objetivo y ser una empresa viable económica y técnicamente para prestar un servicio público de calidad en España, pero sin renunciar a ser la empresa de referencia en un mercado que sí o sí, nos empuja a mirar más allá de nuestro terruño.
El papel de Renfe en Francia
Con mucho esfuerzo e incluso sufrimiento, Renfe se ha ido haciendo un hueco en Francia. En la actualidad, operamos dos corredores con Francia: Lyon–Barcelona y Marsella con Barcelona y Madrid. Desde 2023, hemos transportado a más de un millón de viajeros en estos trayectos con más de 15 destinos entre España y Francia. Los niveles de ocupación alcanzan el 70%, una cifra que supera incluso los resultados obtenidos en España.
Es cierto que nuestro vecino no nos lo está poniendo fácil. Si bien el modelo liberalizador español se considera como un ejemplo, al permitir a tres operadores acceder a la Alta Velocidad, los continuos esfuerzos de la administración española, la presidencia de Renfe y sobre todo los trabajadores de la empresa, no han fructificado en más trayectos y París se vislumbra más lejos que cuando comenzamos a operar allí. Quizá esto es lo que está llevando a Renfe, al menos así lo parece, a “replantearse” su presencia en Francia… Retirarnos no debería ser una opción. No debería serlo en términos económicos, ni técnicos, ni tan siquiera estratégicos.
En primer lugar, desde un punto de vista económico, retirarse de Francia implicaría tirar por la borda una importante inversión anterior en forma de permisos, homologaciones, material, trabajadores, formación y dinero público en pro de la presencia de Renfe en el exterior. De especial relevancia son las inversiones y pagos ya realizados en forma de permisos de circulación que pasarían, de manera irreversible, a ser considerados gastos en lugar de inversión en una operación fallida, afectando directamente a las cuentas del Estado. Las pérdidas de Renfe en Francia, en comparación con sus competidores en España, son mínimas y como todo negocio que sale fuera, necesita de una inversión inicial para convertirse en rentable en el futuro.
Así sucedió en Arabia Saudí, en Italia, en la República Checa o en los muchos proyectos internacionales de Renfe, todos rentables, pero siempre tras un periodo de aprendizaje y conocimiento de la marca en el exterior.
Retirarse no es una opción
En relación con los aspectos técnicos, las continuas trabas encontradas en la homologación de trenes por parte de las autoridades francesas no deberían ser un obstáculo que justifiquen la rendición. Por el contrario, abandonar el proyecto daría una muy mala señal al proceso de construcción de un mercado ferroviario único. En lugar de desistir, hay que insistir, tanto al fabricante como a las autoridades francesas, para que los trenes prometidos puedan operar en el país.
Si franceses e italianos lo han logrado, ¿no vamos a ser capaces de hacerlo nosotros? Al margen de esta consideración, nuestra presencia en Marsella, Lyon o Montpellier tienen su justificación si creamos una red de ciudades y polos industriales como Toulouse, donde una importante masa de personas trabajadoras, altamente cualificadas, prestan su servicio, bien de forma temporal o estable y que únicamente encuentran en el avión su solución de movilidad. Ni siquiera el autobús, solo el tren puede y debe ser la alternativa. Si no estamos allí, otros lo estarán… y probablemente lo aprovecharán.
Presencia estratégica
Por último, el carácter estratégico de la presencia de Renfe en Francia es indiscutible. Su previsión, ratificada en diferentes consejos de administración de la ferroviaria, refleja la fortaleza de esta apuesta que trasciende incluso a la propia empresa, al situarse en la órbita de la relación entre socios comunitariosque buscan la integración plena de sus sistemas ferroviarios. No tenemos más que ver cómo se las gastan nuestros vecinos franceses que en cuanto observaron dificultades en su operación en Italia no desistieron, llegando incluso a demandar a sus homólogos ante las autoridades de la competencia del país transalpino. Ellos no abandonaron. Se mantuvieron firmes.
Hace falta valentía y firmeza para mantener una decisión pensada, meditada y asumida por todas las personas que formamos parte de Renfe y que llevamos años ofreciendo un servicio de calidad, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. A menudo desconocida, la presencia de Renfe en el exterior necesita, ahora más que nunca, su desarrollo para evitar reducir su perímetro vital y dejar de ser la principal empresa ferroviaria de España. Renunciar no es una opción. Esconderse en el replanteamiento, tampoco.