Así era el Tour de Trump: el fallido intento del ahora presidente de Estados Unidos de suplantar al Tour de Francia

Así era el Tour de Trump: el fallido intento del ahora presidente de Estados Unidos de suplantar al Tour de Francia

El experimento, montado a base de dólares y que recorría Boston o las calles de Nueva York, duró solamente dos años y Raúl Alcalá, un mexicano que residió en Donostia, relata sus vivencias tras ser el mejor en la edición de 1990

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Se cumplen cien días del inicio de la segunda parte del gran negocio para el magnate Donald Trump, la presidencia de los Estados Unidos. Pero en este arranque de mayo también se cumplen 36 años de otro negocio frustrado, el Tour de Trump, pronunciado a la francesa. En 1989, intentando contraprogramar a la Vuelta a España –entonces ubicada en abril y mayo en el calendario ciclista– y al Giro de Italia –en mayo y junio–, el ya famoso empresario de 43 años montó una gran carrera por etapas en los estados de la costa este de su país.

Su objetivo manifiesto era suplantar al Tour de Francia con un evento confeccionado a su medida y a golpe de talonario. Trump daba nombre a la prueba y su apellido aparecía en pancartas, maillots y vallas publicitarias. Trump alzaba el brazo derecho, empuñaba una pistola y daba la salida. Y Trump entregaba los jugosos premios a los ganadores. El experimento duró dos años, aunque otro patrocinador le dio continuidad hasta 1996 como Tour DuPont hasta su total desaparición.

La aventura empezó el 5 de mayo de 1989 en Albany, la capital del estado de Nueva York. En una entrevista para la NBC, la televisión oficial de la carrera, Trump fue muy claro: “Puede ser tremendo en el futuro y podrá rivalizar con el Tour de France”. Grabó el reportaje en el Senado estatal y lanzó al aire dos mensajes. Uno, que en diez años su carrera sería mejor que la centenaria ronda francesa. Y, dos, que nunca sería político. No cumplió ni lo uno ni lo otro.

De hecho, justamente en 1999 un corredor de Estados Unidos que había participado en el pelotón de esta prueba en su juventud se obsesionó con el Tour de Francia precisamente por ser la mejor prueba del mundo. Se llamaba Lance Armstrong y llegó como primero siete años seguidos a París, aunque luego se comprobó que fue un gran fraude por haber seguido un programa de dopaje sistemático.

—¿Por qué no un Tour de Estados Unidos o Tour de Nueva Inglaterra?

—Si no, no estaríamos haciendo la entrevista ahora. […] El nombre es un plus.

La primera edición, en 1989, atrajo ya a Greg LeMond, primer estadounidense en haber sido campeón del mundo de ciclismo y ganador del Tour de Francia. También a un puñado de estructuras europeas potentes. Pero el pelotón se tuvo que completar con corredores no profesionales. Uno de esos ‘amateurs’ era un joven de la URSS, Viacheslav Ekimov, que luego triunfaría al lado de Armstrong y en el velódromo. Había también participantes de las dos Alemanias o de Checoslaquia: quedaban unos meses para la caída del muro de Berlín.

Aquel primer recorrido terminó el 15 de mayo en Atlantic City junto a uno de los casinos de Trump tras haber pasado por Nueva York, Baltimore o Arlington, pegada a Washington D.C. Ganó un maillot no amarillo sino “neon pink” el noruego Dag–Otto Lauritzen. Corría en el gran equipo de Estados Unidos, el 7 Eleven. Hace apenas unos días, en la Lieja–Bastoña–Lieja, la clásica decana del calendario ciclista, el actual equipo noruego Uno X decidió correr con los colores del 7 Eleven y montar en sus coches a Lauritzen por ser un inspirador. También fue el primero en su país en ganar en el Tour de Francia.

Se estima en 800 los periodistas acreditados. Procedían de 15 países. La “producción” del evento tenía un coste estimado de unos 4,5 millones de dólares. “No se puede tener sólo pasión por el deporte, sino un sentido de negocio”, se explicaba desde el entorno de Trump. Él mismo no ocultaba su deseo de sacar tajada a cuenta de las bicicletas, aunque afirmaba llevar más de 30 años sin tocar una.

En 1990 llegó la segunda edición del Tour de Trump. Arrancó en Wilmington y terminó después de catorce etapas en Boston. También tuvo entre medias un circuito en pleno centro de Manhattan, en el Central Park de Nueva York, una ciudad donde hubo protestas contra los “ricos”. El ganador de la segunda edición fue un mexicano de Monterrey, Raúl Alcalá, entonces estrella del equipo neerlandés patrocinado por la marca de cintas de vídeo y de casete PDM.

“Sí, Trump quería hacer una carrera más grande que el Tour de Francia”, confirma por teléfono Alcalá, que ahora tiene 61 años, desde la Guadalajara mexicana. Se encuentra en tierras tapatías para una prueba cicloturista y anuncia que la siguiente en la que participará, en mayo, es una de gran fondo “en Nueva York”. Exactamente como hace 35 años.

Relata Alcalá, que residió seis años en Donostia o Alsasua durante sus años como profesional, que le gustaba la Vuelta a España pero que, por la época del año en que se disputaba, la meteorología era mala, particularmente en las etapas montañosas del norte peninsular. Y se decantó por una carrera en América. Ya unos años antes había campeonado en otra ronda patrocinada por Corrs y que igualmente tuvo un paso fugaz por la historia del deporte de los pedales.

Define el evento como “una carrera bastante interesante” y como una buena idea por la afición existente al ciclismo allí. Las imágenes del archivo de la NBC prueban que en las cunetas había una abundante presencia de público. En entrevistas de la época, Alcalá contaba que iba a “entrenarse” a Estados Unidos. En julio era el Tour de Francia. Este corredor fue el primer mexicano en vencer allí en una etapa y hasta la recentísima irrupción de Isaac del Toro o los fogonazos en el Giro de Italia de Julio Alberto Pérez Cuapio ha sido el único gran referente en su país en la historia del ciclismo. Ha ganado también la clásica de Donostia o etapas en la Itzulia, entre otros muchos hitos.


Donald Trump, con una pistola, dando la salida a una etapa de su carrera

Pero Alcalá ganó ya el prólogo de la edición de 1990, se vio con opciones y terminó estrechando la mano al hoy presidente de Estados Unidos en el final de Boston. Recibió un auténtico baño de masas. El ‘Washington Post’ apunta que Alcalá se llevó un premio en metálico de 50.000 dólares estadounidenses de la época, aunque él aporta una cifra menor. Normalmente, se suelen repartir entre todos los componentes del equipo del ganador. Con la inflación, esos 50.000 dólares podrían equivaler a unos 130.000 actuales (115.000 euros al cambio). Ese año, por ejemplo, el Tour de Francia le dio a Greg Lemond 1,5 millones de francos franceses (unos 258.000 dólares al cambio de 2002, cuando desapareció esta divisa).

Pero el mexicano se llevó como plus “un coche y dos motos” de aquella aventura. El turismo era de la marca Saturn, una filial de General Motors ya liquidada en 2010. Se lo compró alguien allí mismo por unos “7.000–8–000 dólares”, recuerda. Nunca supo más de él. Las motocicletas eran para el mejor “norteamericano”, una categoría en la que Trump admitía también a los mexicanos y a los canadienses en la época. Eran BMW 750. Alcalá conserva una de ellas y la otra la regaló “a un amigo”.

“Había mucho dinero. Eran buenos premios, la verdad”, bromea. Apunta que la carrera tenía un recorrido “no muy montañoso pero quebrado” y carreteras “muy buenas y anchas”, muy diferentes a las de Europa. Las infraestructuras eran a lo grande. Lamenta, eso sí, los largos “arrastres”, es decir, traslados de horas a las salidas o desde la meta a los hoteles de descanso.

Alcalá volvió a ganar la prueba en 1993, ya como Tour DuPont. Lo hizo justamente el primer año tras dejar el equipo PDM, que son las siglas de Phillips DuPont Magnetics. Entonces corría para el equipo patrocinado por un nuevo y revolucionario invento, el procesador de textos en ordenador Word. Es el actual Visma–Lease a Bike. El mexicano aparece como el más laureado en el historial conjunto del Tour de Trump y del Tour DuPont junto con Armstrong, que se impuso en 1995 y 1996. Solamente el texano logró más etapas que él (diez a cuatro).


Raúl Alcalá, con el maillot de líder del Tour de Trump, con Greg LeMond, con el arcoíris de campeón del mundo, en mayo de 1990

Los medios locales adujeron que los problemas financieros del imperio Trump le hicieron desistir tras solamente dos ediciones de su anhelo de reemplazar al Tour de Francia, que sigue como gran referencia ciclística junto con las carreras de tres semanas en España e Italia a las que más daño hizo por solaparse el Tour de Trump en sus calendarios. Estados Unidos, por el contrario, continúa sin tener una gran carrera ciclista, aunque entre 2006 y 2019 existió el Tour of California patrocinado por los laboratorios Amgen, creadores de la sustancia EPO, clave en el pasado negro de dopaje en el deporte. La prueba era en mayo también, pero quedaba sombreada por el Giro de Italia. Su último ganador, entonces jovencísimo, fue Tadej Pogačar. El esloveno logró allí, con apenas 20 años, su primer gran éxito antes de una fulgurante carrera que lo ha llevado a ser el más laureado del mundo en la actualidad.