
El pueblo pesquero de casitas blancas asomadas a un barranco que desemboca en playas de agua transparente
Este paraíso no queda en el sudeste asiático, sino en una pequeña isla canaria, orgullosa de su herencia y abierta al mundo
Esta pequeña aldea de cuatro habitantes está considerada ‘La Covadonga andaluza’ y alberga uno de los santuarios más antiguos de la región
En el suroeste de la isla de La Gomera, donde los acantilados caen abruptos hacia un mar turquesa y el tiempo parece haber hecho una parada voluntaria, se encuentra uno de los secretos mejor guardados del archipiélago canario: Valle Gran Rey. Este antiguo pueblo pesquero, de casas encaladas encaramadas a laderas de vértigo y barrancos frondosos que desembocan en playas cristalinas, es un paraíso que nada tiene que envidiar a destinos exóticos. Con una identidad profundamente canaria, Valle Gran Rey no solo seduce por su belleza natural, sino también por su historia y un estilo de vida donde la calma manda.
Valle Gran Rey es mucho más que una postal bonita. Aquí, la naturaleza impone su ley con una geografía escarpada y espectacular, moldeada durante siglos por la erosión y los movimientos volcánicos. El pueblo se divide en varios caseríos escalonados que se extienden desde el barranco principal hasta la costa: La Calera, Borbalán, Vueltas o La Playa, entre otros. Todos ellos conservan ese aire rural y auténtico, con calles estrechas, huertas familiares y casas bajas de fachadas blancas que contrastan con el verde de las palmeras y el marrón rojizo de las montañas.
A diferencia de otros enclaves turísticos masificados, Valle Gran Rey ha sabido resistirse a la fiebre urbanística. Su crecimiento ha sido pausado y respetuoso con el entorno, lo que le permite conservar una atmósfera tranquila, muy apreciada por los viajeros que buscan algo más que sol y playa.
Un lugar donde quedarse
Una postal que combina el blanco de las fachadas con el verde de las palmeras y el marrón rojizo de las montañas
En un mundo que gira cada vez más deprisa, Valle Gran Rey representa una forma de vivir más lenta, más consciente y más humana. A pesar de la llegada de visitantes, no ha perdido su esencia. Todavía es común ver a los vecinos sentados a la sombra de las buganvillas conversando, o a los pescadores remendando sus redes junto al muelle.
La historia del pueblo está marcada por la supervivencia y el aislamiento. Durante siglos, la vida en el valle giró en torno a la agricultura, especialmente el cultivo de plátano, papa y caña, y a la pesca artesanal. Hasta mediados del siglo XX, no existía una carretera que conectara el municipio con el resto de la isla, lo que explica en parte la fuerte identidad local y el apego a las tradiciones. Hoy, el turismo ha tomado el relevo como motor económico. Eso sí, se trata de un turismo más consciente y más respetuoso con el entorno.
Una de las manifestaciones culturales más peculiares es el silbo gomero, un lenguaje silbado que los antiguos pobladores idearon para comunicarse a largas distancias a través de los profundos barrancos. Esta joya del patrimonio inmaterial ha sido reconocida por la UNESCO y sigue enseñándose en las escuelas.
Y no nos olvidemos de la gastronomía. En Valle Gran Rey se come bien. Muy bien. La cocina gomera es sencilla pero sabrosa. No puede faltar en ninguna mesa el almogrote, una pasta de queso curado, ajo y pimienta que se unta en pan o papas arrugadas. Tampoco el potaje de berros, los pescados frescos como la vieja o el cherne, ni el gofio, esa harina tostada de cereales que acompaña casi todos los platos tradicionales.
Playas que parecen de otro continente
Las playas de Valle Gran Rey son, sin duda, una parada obligatoria
El litoral de Valle Gran Rey es uno de sus grandes atractivos. Playas de arena negra volcánica y aguas limpias se reparten a lo largo de la costa. La más conocida es Playa del Inglés, una amplia franja de arena oscura abrazada por acantilados, frecuentada por nudistas y viajeros alternativos desde los años 70. Su ambiente relajado y su puesta de sol inolvidable la convierten en una parada obligatoria.
Más al norte, se encuentra Playa de Vueltas, una cala protegida por el muelle pesquero, ideal para el baño y perfecta para familias. También merece la pena visitar Charco del Conde, una pequeña laguna natural que se forma con la marea y es completamente segura para los más pequeños. Y para quienes busquen algo más aventurero, Argaga o El Charco del Cieno ofrecen escenarios casi vírgenes donde el Atlántico se muestra en su forma más salvaje.
Senderismo con vistas de otro mundo
No te olvides disfrutar de las mejores panorámicas
Los amantes de la naturaleza no pueden dejar de visitar el propio Parque Nacional de Garajonay, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, donde se conserva una de las últimas masas de bosque de laurisilva del planeta. Un verdadero viaje al pasado geológico del mundo.
Valle Gran Rey es punto de partida, o llegada, de algunas de las mejores rutas de senderismo de La Gomera. La más emblemática es la que conecta el parque nacional de Garajonay con el pueblo a través del Barranco de Arure, un descenso espectacular de más de mil metros de desnivel entre laurisilva, palmerales y terrazas agrícolas. También es muy recomendable el camino entre La Calera y la Ermita del Santo, que ofrece panorámicas impresionantes del valle y de la costa.
Qué hacer en Valle Gran Rey
Para quienes buscan reconectar consigo mismos, además del senderismo y el baño, hay muchas otras actividades que permiten conocer el entorno de forma activa. Las excursiones en barco para avistar delfines y ballenas son muy populares, ya que las aguas entre La Gomera y Tenerife forman una zona protegida por su riqueza biológica. También es posible practicar kayak, buceo, esnórquel o alquilar una bicicleta eléctrica para explorar el valle con calma.