
«Tengo 95 años y busco a mi padre»: localizan dos fosas comunes con víctimas del franquismo en un pueblo de Cádiz
Tres hijos de desaparecidos, con más de 90 años de edad, asisten a los trabajos arqueológicos en San José del Valle (Cádiz) que suman hasta el momento dos personas exhumadas y otras tres localizadas
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“El Valle encantado guardaba un grito de silencio”. El trabajo arqueológico ha localizado en San José del Valle (Cádiz) dos fosas comunes con cinco cuerpos y una voz de mujer desvela, con esa frase, el quejido latente de las víctimas del franquismo. Junto a la tierra abierta hay tres hijos de desaparecidos, ya nonagenarios, que reclaman “verdad, justicia y reparación”, como reza la camiseta roja de Rosa Pérez, nieta de la Libertaria y presidenta de la asociación local de memoria histórica.
El proyecto de búsqueda en el cementerio viejo del pueblo, que dirige el arqueólogo Jesús Román, está financiado a través de la secretaría de Estado de Memoria Democrática del Gobierno de España y la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) dentro del plan para localizar, exhumar e identificar a personas asesinadas “durante la Guerra Civil y el franquismo”. En fases previas participaron la Junta de Andalucía y la Universidad de Cádiz (UCA).
Pero en ese desfiladero gaditano no hubo guerra. Como tampoco hubo batallas en el resto de la provincia, solo represión y pedagogía del terror a manos golpistas en una región, Andalucía, que suma un tercio de los desaparecidos forzados de todo el país. San José del Valle suma 68 civiles ejecutados según del Mapa de Fosas andaluz que el Gobierno de Juan Manuel Moreno (PP) elevó en cifras oficiales a 50.000 víctimas en 900 fosas comunes, como adelantó elDiario.es Andalucía.
“No esperaba llegar a este momento”
“Tengo 95 años y busco a mi padre”, dice José Soto en conversación a pie de fosa con este periódico. Al lado está su hermano, que comparte nombre con su progenitor. Ambos sostienen la foto de la persona a la que nunca pudieron llamar “papá”. Pedro Soto Delgado, asesinado por los golpistas el 3 de agosto de 1936, sigue desaparecido. Los dos comparten búsqueda, y esperanza, con José Fernández, Pepe, que sentencia: “Me daría una alegría grande encontrar a mi padre y enterrarlo, ya está”.
Familias víctimas del franquismo, con Rosa Pérez, nieta de la Libertaria, a los pies de las fosas comunes del Valle.
“Hasta ahora no se han podido contar estas cosas, era un peligro y había que estar callado”, alerta Pedro Soto, emocionado. “En casa no me contaban nada, de eso no se podía hablar”, extiende. Ni siquiera su madre, Isabel Coronil. El “miedo”, refiere, extendido “hasta hoy”. Por eso, asegura el anciano, “no esperaba llegar a este momento, de la fosa, y ahora al ver la tierra abierta… siento mucha rabia de no haber tenido a mi padre y de que esto no se haya hecho antes”, denuncia.
“Yo me enteré que no tenía padre cuando tenía ya siete años, veía que mis amigos decían ‘papá’ y pensaba, yo no he aprendido eso, esa palabra”. Los ojos de Pedro hablan encharcados. “Lo mandaron que se presentara al cuartel y hasta hoy”, tercia su hermano. “Ahora veo la tierra abierta… es una perrería. Hicieron un trabajo cochambroso, sucio, un boquete y tirarlos ahí como un perro. Llevo toda la vida esperando un momento así”, manifiesta José.
“No esperaba llegar a un momento como este, pensaba que no se iba a llegar nunca a abrir la tierra”, enlaza Pepe. “Cuando he visto los huesos he sentido como alegría, y si podía estar aquí mi padre, me daría una satisfacción grande encontrarlo”, confiesa. Una esperanza compartida, calcada, como las historias enterradas. Eran obreros, braceros, civiles asesinados y hechos desaparecer. El padre de José y Pedro era cocinero, y el de Pepe, jornalero.
José Fernández, Pepe, comparte nombre con su padre, desaparecido.
“Miedo, silencio, olvido”
“En el cementerio viejo de San José del Valle existe una gran fosa común que albergaba los restos de muchos represaliados de la zona” y otra tumba ilegal “justo en la entrada” del antiguo camposanto “con dos cadáveres”, según informa la Mancomunidad de Municipios de la Comarca de La Janda. Una de las sepulturas localizadas estos días tiene dos cuerpos, ya exhumados. La segunda, por ahora, tres víctimas más. El Mapa de Fosas regional cifra decenas de víctimas en cuatro fosas, como también cita el proyecto Cartografía de la Desaparición Forzada de Andalucía, con un par en la antigua ermita del Mimbral.
“A este lugar le llamo el Valle encantado y guardaba un grito de silencio”, repite Rosa Pérez Gil, nieta de María Silva Cruz, la Libertaria –superviviente de los sucesos de Casas Viejas y luego ejecutada por los fascistas–, que ha luchado durante años para que fuera real la búsqueda de las fosas comunes del lugar. “Aquí también había negación, que no había pasado nada, que no hubo represión, que eso pasó en otros pueblos… pero los hijos que quedan vivos hablaban que sus padres estaban desaparecidos”, subraya.
Hasta cinco pies afloran de la tierra para señalar una tumba ilegal.
Y resulta que la tierra habla y los huesos quiebran el olvido. “Los hijos empiezan a encontrar la reparación”, Rosa mira a José, Pedro y Pepe, “es muy importante que hayan vivido este momento”. Y para ella. “Esto es un legado que me dejó mi padre”, siente, “y ya me puedo morir tranquila”, dice. “Hemos levantado la tierra y ya están aquí, y empiezan a aparecer nietos, a hablar los vecinos del pueblo… el silencio se rompe”, dictamina.
Porque “el miedo trajo el silencio y el silencio trajo el olvido”, recitan las víctimas del franquismo. Por eso Rosa, heredera de la Libertaria, deja una reflexión para la memoria colectiva: “El camino ha sido largo, muy tortuoso, con muchos problemas con instituciones, y con gobiernos de izquierda… Y esto está por encima de partidos políticos, banderas y colores. Se trata de hacer justicia con unos hijos que los dejaron pequeñitos sin padre, que han vivido con los verdugos, que les quitaron lo poquito que tenían, que han pasado hambre, miseria, señalados como hijos de rojos… alguien tiene que resarcir esto y es muy poco lo que cuesta abrir una fosa, sacar esos cuerpos y darles un entierro digno”.