“Ahora me siento menos agotado”: cinco personas nos cuentan qué les funciona para usar menos el móvil

“Ahora me siento menos agotado”: cinco personas nos cuentan qué les funciona para usar menos el móvil

Adultos de la generación Z, los primeros —junto a algunos ‘millennials’— que permanecieron zambullidos en las redes sociales durante su adolescencia, están tratando de encontrar fórmulas para esquivar los algoritmos diseñados para atraparnos durante horas frente a la pantalla

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Entre los adultos más mayores de la generación Z (aquellos que nacieron, más o menos, entre el 97 y el 2002) se repite una misma frase, a la que acompaña una sensación compartida de alivio: “Al menos nosotros vivimos una infancia sin redes…”. Las aplicaciones y plataformas ‘inauguraron’ el inicio de la adolescencia de la mayoría de ellos, por lo que no llegaron a formar parte de sus realidades cuando aún eran criaturas. No obstante, es ya un hecho: probablemente la mayoría de ellos lleva ya más tiempo de vida frente al móvil que lejos de él.

La ‘Gen Z’ lo usa, en promedio, unas cuatro horas y cuarto al día, y la mitad de este tiempo lo emplea en redes sociales, donde llega a estar casi dos horas diarias, según apuntaba el informe Digital Consumer by Generation presentado en 2022 por Smartme Analytics. Eso, al final de cada semana, equivale a haber estado más de un día entero sin descanso usando el móvil.

Es por este motivo que esta generación podría haber comenzado a quemarse: aquellos que ponían los ojos en blanco cuando sus padres les decían que soltasen de una vez ‘el dichoso móvil’ se ven ahora a sí mismos participando en trends como el de ‘Our parents were right. It really was the damn phone’ (‘Nuestros padres tenían razón. Era el maldito teléfono’). Se trata de vídeos de TikTok o Instagram en los que los jóvenes comparten momentos de su vida rodeados de naturaleza, leyendo libros o pasando tiempo con sus amigos sin dispositivos de por medio —aunque, paradójicamente, lo compartan y lo vean desde el móvil—.

“Yo fui de las que tuvo Tuenti con 12 o 13 años. También tuve Instagram el mismo año que salió. Empecé en redes de la forma más inocente posible, sin educación de ningún tipo ni orientación de nada, subiendo lo que me apetecía sin control. Siento compasión por esa adolescente que se metió ahí a ciegas totalmente y que cuando estaba en lo más profundo de las redes no supo darse cuenta de lo problemático que era”, rememora Paula, una joven madrileña de 23 años. “En esos momentos no me sentía enganchada: me sentía en línea con lo que me rodeaba”, sostiene.

Somos, prácticamente, el primer ejemplo que hay de que las redes son algo que te consume el tiempo. Se comen ciertas partes de tu vida

Carlos
joven de 27 años

“A la mayoría de nosotros nunca nos educaron acerca de cómo usar las redes porque nuestros padres no crecieron con ellas. No tuvimos un ejemplo de cómo hacerlo. Somos, prácticamente, el primer ejemplo que hay de que las redes son algo que te consume el tiempo. Se comen ciertas partes de tu vida”, defiende, por su parte, Carlos, joven nacido en el 98.

Este grupo de edad, que caminó por estos lares cibernéticos desprovisto de herramientas, de límites —una tendencia que aún no se ha llegado a resolver tampoco con las nuevas generaciones—, está tratando ahora de hacerle frente a la situación por sus propios medios. Sin embargo, debido a la forma en la que están diseñados los algoritmos, puede llegar a tratarse de algo muy, muy frustrante, explica Marc Masip, psicólogo experto en adicción a las nuevas tecnologías y director del programa Desconecta.

“Existe una falta total de formación previa y actual. Es decir, para conducir un coche te hacen aprender a conducir, pero, en este caso, nos han dado las redes sociales sin carnet”. Ello, sumado a la corta edad a la que se entregan los dispositivos, puede formar un cóctel explosivo.

Una lucha continua por conseguir moderar el uso

Pero los que han tomado la decisión de tratar de lograrlo no suelen rendirse. Algunos pueden estar durante años en esa batalla, acumulando intentos fallidos. Es el caso de Adrián, de 22 años. Lleva un par tratando de dar con la clave: “He probado diferentes estrategias, como apagar el móvil en casa, poner temporizadores con contraseña a las apps o establecer un horario, pero siempre acababa saltándomelo”, explica. “Tomé la decisión porque, al final de cada día, no podía recordar nada de lo que había visto en redes”. Ahora está probando con estrategias más “radicales”: se borró su cuenta de X y de TikTok y solo accede a Instagram desde su ordenador.

Lucía, durante la pandemia, llegaba a usar el móvil hasta siete horas diarias, y notaba que su capacidad de atención estaba deteriorándose

Para Lucía, albaceteña de la misma edad que Adrián, todo se descarriló durante la pandemia. Pese a que sus padres sí que habían tratado de ponerle restricciones —especialmente, durante la noche—, en ese momento “se rompieron totalmente”. Llegaba a usar el móvil hasta siete horas diarias, y notaba que su capacidad de atención estaba deteriorándose. “Recuerdo no sentir absolutamente nada durante esos meses con todo ese bombardeo de estímulos”.

Precisamente fueron los meses inmediatamente posteriores al inicio de la pandemia cuando se registraron los máximos históricos en cuanto al incremento de enfermedades mentales en menores de edad, llegando a crecer un 300% en comparación a 1997. Un informe reciente asocia esta tendencia ascendente (que comenzó en 2012) con el acceso sin restricciones a Internet de alta velocidad, y el uso de “plataformas diseñadas para maximizar el tiempo de uso juvenil y captar su atención y datos”.


Lucía, joven albaceteña de 22 años que está tratando de moderar el tiempo que pasa en redes sociales.

Ahora Lucía ha conseguido ponerle freno. Tiene dos aplicaciones que le restringen el tiempo de pantalla. Una de ellas, cuando llegan las 23:00 horas, le bloquea todo el móvil menos la aplicación de la alarma y las llamadas. Se trata de una app que solo puede ser desbloqueada con contraseña, clave que solo conoce su hermana, la cual vive en otra ciudad. “Creo que me funciona mucho porque no puedo alterarlo”, afirma. La segunda aplicación solo le permite usar redes como Instagram 35 minutos al día. “He reducido las horas de uso alrededor de tres o cuatro horas respecto a la época de la pandemia”, afirma.

Carlos usa una app que te permite, si así lo deseas, restringir de forma específica el formato TikTok —de los más adictivos—, de tal forma que en Instagram te salta un bloqueo cuando quieres acceder a los ‘reels’ y en YouTube, al tratar de entrar a los ‘shorts

Jhenifer y Carlos, de 24 y 26 años respectivamente, también están en ello. A ella le sirven cosas como poner el móvil en modo descanso, opción que pone la pantalla en blanco y negro, para que sea menos estimulante, y que anula todas las notificaciones y llamadas. A él, una aplicación llamada ScreenZen. Lo interesante de esta app, explica, es, entre otras cosas, que te permite, si así lo deseas, restringir de forma específica el formato TikTok —de los más adictivos—, de tal forma que en Instagram te salta un bloqueo cuando quieres acceder a los reels y en YouTube, al tratar de entrar a los shorts.

Él, además, tiene bloqueos para entrar a todas las apps en general, menos en los casos de WhatsApp y YouTube. Solo puede acceder seis veces al día durante 10 minutos cada vez. “Cuando vas a entrar, te salta un mensaje que te pregunta si estás seguro de que quieres hacerlo. Puedes configurar cuántos segundos dura ese mensaje hasta que tomas la decisión. En mi caso, son cinco segundos. Eso evita que el comportamiento sea tan compulsivo”, desarrolla. La plataforma también permite, por ejemplo, delimitar que, en el caso de que quieras reconfigurar todos estos ajustes, tengas que esperar minutos para hacerlo. Así evitas autoboicotearte.


El tiempo de uso diario del móvil de Jhenifer, de 24 años.

Con ello ha reducido su uso de siete a dos horas diarias. “Estoy pudiendo leer más, dibujar, hacer las cosas que siempre me han gustado pero que no hacía con la excusa de que no tenía tiempo cuando, a lo mejor, una de las cosas que me estaba quitando ese tiempo sobremanera eran las redes. Hago más ejercicio, salgo más a la calle, soy más creativo. Me siento también menos agotado”, relata. “Otra cosa que he empezado a notar es que ahora compro menos en lugares como Amazon y más en lugares físicos. Una cosa vino con la otra”, prosigue.

La solución de fondo está en manos de las tecnológicas

El psicólogo Marc Masip explica que “no existe un método genérico que le va a funcionar a todo el mundo al igual que no existe un plan de gimnasio o nutricional que le vaya a funcionar a todo el mundo”, pero anima a que cada uno cree su propia ‘dieta digital’ (reglas sobre el tiempo que le vas a dedicar al móvil o los espacios en los que no lo vas a usar).

Si, de forma reiterada, al intentar cumplir esas pautas digitales, esa persona no lo consigue, recomienda acudir a un especialista. “Esto ocurre con frecuencia, porque las redes son algo muy potente”, asegura.

Cuando me piden soluciones individuales fáciles y genéricas, advierto de que no las hay, porque falta que se involucre el estado y falta que las tecnológicas de verdad se comprometan con las soluciones y con proteger tanto a niños como a adultos

Marc Masip
psicólogo experto en adicción a las nuevas tecnologías

Precisamente por lo mucho que cuesta escapar de ellas (debido a que están diseñadas con esa intención), insiste en señalar, no tanto el árbol, sino el bosque entero: “Cuando me piden soluciones individuales, fáciles y genéricas, advierto de que no las hay, porque falta que se involucre el estado y falta que las tecnológicas de verdad se comprometan con las soluciones y con proteger tanto a niños como a adultos. ¿Cómo se puede proteger? Eliminando esos algoritmos tan evidentemente adictivos”.

También profundiza en el hecho de que se debería formar tanto a niños como a adultos en espacios como los colegios, los institutos o las empresas. También es crucial el ámbito familiar: “Más allá del buen uso que los propios padres tienen que hacer, no solo para dar ejemplo, sino para cuidarse ellos mismos, es importante que no les den una pantalla a sus hijos antes de la edad que toca. En concreto, los teléfonos inteligentes no está recomendado facilitarlos hasta los 16 años”.

Nuestra atención no deja de ser una moneda con la que pagamos. Lo que das es todo ese tiempo perdido delante de estímulos que muchas veces dañinos e irrelevantes para tu vida

Paula
23 años

Paula no ha dejado de reflexionar sobre todo esto desde que empezó su proceso: “A día de hoy tengo muy metido en la cabeza, un poco casi como un mantra, que las horas que estoy delante del móvil o de cualquier pantalla, son horas que me pierdo de ir a caminar y observar la naturaleza, comer un dulce en una cafetería en la que nunca he estado o incluso ir a casa de una amiga un rato a charlar. Nuestra atención no deja de ser una moneda con la que pagamos. Lo que das a cambio es todo ese tiempo perdido delante de estímulos que muchas veces son dañinos e irrelevantes para tu vida”.