
El instituto en pie de guerra por la rotación de los educadores sociales: “Los chavales necesitan tiempo para abrirse”
El IES Eduard Fontserè, situado en un barrio desfavorecido, ha iniciado una huelga para exigir que se estabilice a unos 85 técnicos de toda Catalunya este curso verán finalizar sus contratos
Mentores para combatir el abandono: “Nos ayudan a estudiar, pero sobre todo nos escuchan”
Un grupo de profesores de Secundaria del instituto de uno de los barrios más castigados socialmente de Catalunya ha dicho basta contra la inestabilidad histórica que padecen los educadores e integradores sociales. Desde el corazón de los bloques de La Florida, en L’Hospitalet de Llobregat, la plantilla del centro Eduard Fontserè ha ido este martes a la huelga para exigir que estos profesionales –dos, en su caso– ocupen plazas fijas en el sistema educativo.
La educadora Tània Moriana y la integradora Elena Aracil son las dos técnicas del equipo social cuyo futuro pende de un hilo. Explican que durante tres años se han podido ganar la confianza de los adolescentes, que mayoritariamente pertenecen a familias vulnerables, y han contribuido a reducir lacras como el absentismo escolar o la conflictividad casi caso por caso, alumno por alumno. Pero el año que viene se ven fuera del Fontserè.
Su contratación forma parte del Plan de Mejora para las Oportunidades Educativas (POEM) impulsado por la Generalitat tras el covid y que finaliza este verano. El Departament de Educación asegura que está diseñando un nuevo programa, de nuevo temporal y ahora para dos cursos, para mantener estos apoyos educativos. Pero no será con los mismos profesionales, ya que las plazas no son estructurales. Y esto es lo que ha rebelado a la plantilla del instituto Eduard Fontserè.
“Conseguir que los chavales o sus familias se abran y confíen en ti requiere tiempo, un trabajo de lluvia fina cada día, y para conseguirlo los profesionales tenemos que consolidarnos en los centros”, denunciaban Moriana y Aracil este martes desde la Plaza de los Bloques del barrio, conocida en los últimos tiempos por ser escenario de los vídeos del rapero Morad. Allí han trasladado los docentes y el personal de administración del centro la protesta, en la que han participado también sindicatos, partidos y la asociación de vecinos.
Con unas 30 nacionalidades distintas entre su alumnado, en el barrio más densamente poblado de Europa (30.000 habitantes en 0,4 km2), el Eduard Fontserè es un instituto de “máxima complejidad” que no es ajeno a la emergencia social de su entorno. Algunos de sus profesores participan además en una plataforma antidesahucios como las de otras ciudades catalanas. “Esta semana hay tres o cuatro; ayer ejecutaron uno, y en todos había menores”, señala Gerard de Josep, profesor del centro.
De Josep defiende que educadores e integradores sociales puedan trabajar a largo plazo en institutos como el suyo, no solo para conocer a alumnos y familias, sino también los recursos del barrio. “Hay procesos de urgencia que no se pueden abordar con eficacia si no conoces los recursos, que es lo que te permite tirar de un hilo u otro para atender las problemáticas que aparecen”, señala este docente.
Para el claustro, el equipo social –que forman Aracil, Moriana y una tercera integradora que sí es fija– es fundamental para descargarles de todas aquellas atenciones que no son académicas y que se comerían gran parte de su día a día. “Si atiendes solo a lo urgente, a la vida material y emocional de tus alumnos, la tarea docente acaba siendo asistencial y se perpetúan las desigualdades”, señala De Josep.
En negociaciones para mantener el programa
El Eduard Fontserè ha sido el único por ahora que ha levantado la voz, pero hay más centros de Primaria y Secundaria en su misma situación. Como mínimo unos ochenta, al rededor de toda Catalunya, en los que se crearon las 85 plazas de educadores sociales que ahora hay que renovar. Todos ellos colegios de máxima complejidad.
El caso se remonta al curso 2020-2021, el primero tras el confinamiento por el covid. El Departament de Educación –entonces en manos de ERC– puso en marcha el Plan de Mejora de Oportunidades Educativas (POEM) con el que lanzó varias medidas de refuerzo para alumnos de entornos desfavorecidos, desde formación a familias a programas de acogida para recién llegados. También la contratación de educadores e integradores.
Con financiación de los Fondos Next Generation, la incorporación de estos profesionales se hizo para tres años. Y hay que renovar el programa antes de septiembre. Educación, ahora en manos del PSC, celebrará una reunión el próximo 1 de julio con el Colegio de Educadores Sociales de Catalunya para abordarlo. “Se están haciendo los trámites para que pueda aprobarse con acuerdo de Govern la puesta en marcha de un nuevo programa, ya que el anterior no se podía prorrogar”, apuntan fuentes de Educación.
De cara a ese encuentro, y en la línea de lo que piden los profesores de l’Hospitalet, el Colegio de Educadores exigirá que las plazas no sean solo de dos años más, sino permanentes. “La estabilidad mejora el servicio y la atención educativa”, proclama Olga Giner, de la junta de la entidad. “No tiene sentido que los profesionales se tengan que marchar justo cuando han creado el vínculo con alumnado, claustro, familias y entidades”, argumenta.
Además, recuerda que la Generalitat ya ha contratado a educadores sociales con plaza fija recientemente. Se trata de las 52 dotaciones anunciadas por el Govern el pasado mes de enero para combatir el abandono escolar prematuro con alumnos de 4º de la ESO.
Más convivencia y menos absentismo
El día a día de Moriana y Aracil es difícil de describir hasta para ellas mismas, reconocen. Cada jornada puede ser distinta, igual que son diversos los problemas que pueden atenazar a los alumnos. Pero hay dos ejes en los que están especialmente orgullosas de haber intervenido: la reducción del absentismo escolar y la mejora de la convivencia.
El equipo social forma parte de la comisión de convivencia, que es la que se encarga de prevenir y mediar en conflictos. “Muchas veces detectamos mucho malestar emocional, ya sea en alumnos recién llegados, que cargan una mochila importante y no saben gestionarlo, o sencillamente porque la adolescencia es un momento vital de mucha efervescencia”, apuntan.
En este sentido, los adolescentes agradecen tener figuras y espacios que consideran “seguros”, en los que poder hablar de sus miedos. Pero de nuevo hace falta tiempo para construirlo. “Esto no consiste en apretar un botón y hala, a hablar de lo que te pasa. Esto lo tienes que crear poco a poco”, advierten.
En cuanto al absentismo, también han conseguido reconectar con el centro a alumnos que se habían desvinculado. “Eran jóvenes que no venían, en familias en las que no daban valor a la educación, y hemos trabajado conjuntamente con ellas para que vean que es importante que vengan al centro y echen raíces”, concluyen.