Las farmacéuticas aprovechan el caos arancelario de Trump para presionar a la UE con patentes y precios

Las farmacéuticas aprovechan el caos arancelario de Trump para presionar a la UE con patentes y precios

Organizaciones para el acceso justo a los medicamentos envían una carta a la presidenta de la Comisión Europea en la que piden que no se deje «chantajear» por la industria en un momento clave de reforma de la legislación farmacéutica comunitaria

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No solo el presidente de Estados Unidos utiliza el caos arancelario como palanca negociadora. En la Unión Europea, la industria farmacéutica está apelando a la amenaza de unos posibles aranceles –que de momento no existen– sobre los medicamentos para forzar cambios que les favorezcan en un momento clave de cambios en la legislación farmacéutica a nivel comunitario, advierten varias organizaciones de la sociedad civil, entre ellas las españolas Salud por Derecho y la Asociación para el Acceso Justo al Medicamento.

Donald Trump anunció hace dos semanas que bajaría entre un 30 y un 80% el precio de los medicamentos con receta en Estados Unidos con el argumento de que se pagan más caros que en Europa. Tras crear una gran expectación, finalmente la medida de la administración Trump, al menos por el momento, pasa por pedir a las compañías bajar voluntariamente los precios a riesgo, si no lo hacen, de que los productos se empiecen a importar de otros países. Los aranceles se contemplarían como una medida de respuesta para golpear a los países que pagan menos.

Pero las compañías farmacéuticas ya habían iniciado sus movimientos antes de este anuncio. En abril, la Federación Europea de Industrias y Asociaciones Farmacéuticas (EFPIA, por sus siglas en inglés) pidió en una carta dirigida a la Comisión Europea que “se refuercen, en lugar de debilitarse, las disposiciones en materia de propiedad intelectual”, es decir, en patentes.

“Estados Unidos aventaja ahora a Europa en todas las métricas de los inversores, desde la disponibilidad de capital, la propiedad intelectual, la rapidez de aprobación hasta las recompensas por innovación. Además de la incertidumbre creada por la amenaza de aranceles, hay pocos incentivos para invertir en la UE y muchos para deslocalizarse a Estados Unidos”, advierte la misiva. Unos días después, Novartis y Sanofi publicaron una carta en el Financial Times que insistía en la misma idea: una Europa que “limita el crecimiento de los medicamentos patentados” mientras Estados Unidos y China “incentivan la innovación”.

Salud por Derecho y la Asociación para el Acceso Justo al Medicamento (AAJM), entre otras organizaciones europeas, consideran que las compañías están “utilizando los aranceles como palanca para proteger sus beneficios a costa del acceso a medicamentos” en medio “de un gran desorden en Estados Unidos”.

En una carta a la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, advierten de que las “exigencias no son nuevas ni están basadas en la realidad económica” sino que “forman parte de un esfuerzo constante de la industria por maximizar beneficios a costa de los pacientes, los presupuestos públicos y la toma de decisiones democráticas”. “Con los presupuestos sanitarios nacionales ya presionados por el alto coste de las terapias innovadoras, ceder ante la EFPIA y las incoherencias políticas de EEUU socavaría los esfuerzos por controlar los precios de los medicamentos y hacerlos asequibles, y, por tanto, accesibles, para quienes los necesitan”, dice la misiva.

En plenas negociaciones

Europa se encuentra inmersa en la negociación de dos reglas, una directiva y un reglamento, para regular cómo se aprueban medicamentos e incentivos para nuevos antibióticos, medicamentos huérfanos o fármacos para enfermedades raras. El proceso afronta ahora la fase conocida como “trílogos” en la que los colegisladores, Parlamento y Consejo, deben debatir para adoptar el texto final.

El Consejo dio a conocer este miércoles su posición. El órgano respalda, entre otras medidas, que las compañías que produzcan medicamentos innovadores puedan impedir que sus competidores accedan a los datos utilizados para desarrollarlos durante ocho años. También, por otra parte, quiere obligar a los productores de estos fármacos a que estén disponibles en cantidades suficientes para cubrir las necesidades de los pacientes en la UE.

“La industria aprovecha cualquier situación un poco convulsa para avanzar en su agenda y más si es en un momento en el que se está reformando la legislación farmacéutica. Es legítimo, pero intentarán aumentar tiempos de monopolio, disminuir los estándares medioambientales o incrementar el secretismo sobre cómo se fija el precio y cuánto pagamos por los medicamentos”, señala Adrián Alonso, responsable de incidencia política de Salud por Derecho.

Para la AAJM, “aprovechan río revuelto pese a que Europa tiene los incentivos más favorables”. “Nos llama la atención porque la nueva estrategia farmacéutica vino precisamente multiplicada por la necesidad de hacer asequibles los medicamentos”, expresa su presidenta, Soledad Cabezón que ve muy improbable que, haya o no aranceles, la industria vaya a deslocalizarse.

Uno de los asuntos clave son los periodos de protección de la propiedad intelectual. “Algunos países con mucho peso industrial, como Dinamarca –donde está Novo Nordisk–, Alemania u Holanda quieren incrementarlo y otros empujan por dejarlo como está porque ahora mismo parece imposible reducirlo”, analiza. La patronal de los genéricos en Europa (Medicines for Europe) ha avisado también, en un comunicado dirigido a los jefes de Estado de los países miembros, que “la amenaza de aranceles no justifica la ampliación en los años de protección, que ya es la más generosa del mundo”.

Hace ahora dos años, las propuestas de la Comisión Europea para revisar la legislación farmacéutica, sin ser radicales, caminaban hacia un acceso más asequible, según las organizaciones consultadas. Entre ellas, figuraba la reducción de ocho a seis años del periodo de protección de datos reglamentarios, la información necesaria para, una vez acaba la patente, puedan salir genéricos al mercado, aunque dando incentivos en forma de años adicionales a las empresas que comercialicen en todos los países del bloque o que desarrollen, por ejemplo, antimicrobianos “revolucionarios”.

El caos regulatorio impulsado por Estados Unidos llega en un momento de escoramiento de los gobiernos europeos a la derecha con, por tanto, mayor riesgo de que las reformas tomen otra dirección.