Peinado llama al primo de Zumosol

Peinado llama al primo de Zumosol

Tras dos severos revolcones, el juez busca ahora el amparo de la instancia suprema para legitimar su actuación contra Bolaños y por extensión contra Begoña Gómez: el Supremo verá si le interesa hacer de apoyo aéreo en las guerras personales del juez o preservar el prestigio jurídico de la institución

El juez Peinado pide al Supremo que impute a Bolaños por la contratación de la asesora de Begoña Gómez

El juez Peinado acaba de llamar al primo de Zumosol para que le ayude a hacerse valer e imponer su ley. Primero, fue un interrogatorio al propio ministro Félix Bolaños, donde al instructor solo le faltó ofrecerle unas bofetadas, quedando para los anales de la historia su churrigueresca distinción entre “creer” y “estar seguro” y la constatación de que, a su señoría, no le gusta que le esbocen sonrisas.

Ahora, agotadas todas las vías para seguir tirando del hilo de una investigación absurda en torno a la contratación de personal eventual para asistir al cónyuge de quien ocupe la presidencia del Gobierno, le pasa el marrón al Tribunal Supremo. Si alguien tiene que archivar este delirio que sean ellos; que él va para mártir de sanchismo.

Bajo la apariencia pomposa de una lección al tribunal sobre el delito de falso testimonio se revela la evidencia de una petición que se basa sobre un supuesto hecho probado que ni debe ni puede declarar el instructor –el carácter privado de la labor de la asistente de Begoña Gómez, incorporando unos correos sueltos sobre asuntos de agenda y organización–, la exhibición de una ignorancia interesada respecto a los procedimientos de contratación de personal en una administración pública, o sobre la contratación de personal eventual –donde no se requiere proceso de selección alguno dado que se basa en la confianza– y la extraordinaria suposición de que el ministro sabía lo que hacía la asesora porque Begoña Gómez salía mucho en los periódicos

La exposición razonada elevada al Supremo resulta tan razonada como la instrucción, o sea, más bien poco. Si se escucha el interrogatorio al ministro Bolaños no se le pregunta quién nombró a la asesora, sino quién era su jefe y quién supervisaba su trabajo. Sobre ese equivoco basa toda su acusación el juez instructor. No es la primera vez que el juez Peinado hace una interpretación imaginativa de lo declarado por un testigo para alargar su ya de por si creativa instrucción.

Tras dos severos revolcones a su instrucción por parte de la Audiencia Provincial de Madrid, el juez busca ahora el amparo de la instancia suprema para legitimar su actuación contra Bolaños y por extensión contra Begoña Gómez. El Supremo verá si le interesa hacer de apoyo aéreo en las guerras personales del juez Peinado o preservar el prestigio jurídico de la institución. La elección parece bastante sencilla. A nadie le gusta que le utilicen de una manera tan burda.