
Nuria Martínez, la joven que convierte el mundo en su casa sin olvidar Aragón
Tras terminar el Grado en Enfermería, decidió lanzarse a la aventura en solitario por el Sudeste Asiático y convirtió el viajar en un modo de vida en el que conectar y encontrarse
En diciembre de 2022, con su carrera de Enfermería recién terminada y el contrato de verano cumplido, Nuria Martínez Yzuel (Huesca, 24 años) no quiso seguir el camino trazado por la inercia. Mientras muchos optaban por un máster, ella decidió darse el permiso de volar sola.
Inspirada por los mochileros o programas como Pekín Exprés, esta joven oscense cuenta que, una vez tuvo ahorros, se vio “capaz” y pensó que era el momento. Y tanto fue a por ello que se preparó su mochila, cogió lo esencial y se dirigió al Sudeste Asiático.
“Vamos haciendo lo normativo para la sociedad hasta que te plantas con X años, después de muchos estudiando, y no sabes cómo seguir. Mucha gente siguió formándose, pero yo tenía muy claro que no quería eso”, afirma. Es en esa decisión donde empezó su verdadero viaje: “Descubrí otra yo, capaz de escucharse”.
Ese primer viaje en solitario le cambió el ritmo y el foco, ya que su primer aprendizaje fue “dejar de correr de aquí para allá”. “Me di cuenta de que los días que más recordaba eran cuando vivía, cuando estaba más en calma y cuando conectaba conmigo misma”, asegura, por lo que, desde entonces, el equilibrio entre ver y vivir marca su forma de moverse por el mundo.
“El estímulo y las ganas de recorrer sitios y ver lugares es muy grande, pero luego me di cuenta de que eso no me caracterizaba. Cuando siento que estoy viendo por ver y no por viajar, el cuerpo me pide parar y quedarme en un sitio más tiempo”, expresa.
Según comenta, otro de los aprendizajes que ha adquirido a raíz de empezar a viajar es que “no se necesita tanto dinero como lo que se puede pensar”. “Me di cuenta de que es muy adaptable y que a mí me gusta muchísimo vivir más incómoda”, agrega, aunque reconoce ser consciente de la “suerte” que tiene de vivir en el primer mundo.
Más allá de estas dos vertientes, Martínez comparte que su tercera y más valiosa lección ha sido estar sola y sentirse bien. “He visto de cuánto soy capaz y me he demostrado a mí misma que puedo, que me lo paso muy bien sola. Recuerdo a la Nuria que se fue al principio, llena de miedos y de incertidumbre. Y ahora estoy mucho mejor, soy más independiente”, apunta.
“No me frena que el plan sea sola, sino que me gusta y me parece que ese silencio me ayuda muchísimo a conectar y a volver a mi esencia”, añade.
De diario personal a comunidad viajera
Lo que comenzó como un diario sin pretensiones, se convirtió en un refugio colectivo para otras mujeres que también sueñan con irse. El punto de inflexión fue un reel viral en el que decía: ‘Si tienes miedo de empezar a viajar sola, bienvenida’. A partir de ahí, esta oscense creó una puerta de entrada para todas esas mujeres que están en ese proceso de soñarlo, creerlo y construirlo.
“Compartía mucho contenido útil que a mí me había ayudado. Y sentía que lo quería compartir para las próximas generaciones y personas que quieran aventurarse en un viaje así”, explica.
Hoy su comunidad crece, inspirada por la honestidad de su contenido y por invitar a esa introspección sobre cómo se viaja hoy en día. En este sentido, añade que “hay que pensar si viajamos por ver y tener sellos en el pasaporte o por descubrir y vivir”. “Es una reflexión muy interesante y cada uno tiene que hacerlo con uno mismo”, afirma.
Cuando se le pregunta si el turismo se ha vuelto más superficial, Nuria responde con una reflexión clara: “Me hubiera encantado viajar cuando no había redes sociales. El viaje puede pasar por ti y no solo tú por el viaje”.
“Hay que cuidar mucho el contenido que se consume porque hay mucha gente que idealiza los destinos y no muestra la realidad. Eso hay que tenerlo cuenta”, valora.
A través de sus redes, invita a bajar el ritmo, a sentir más y a fotografiar menos. O, al menos, a hacerlo con más conciencia: “Viajar con los ojos. Observar sin juzgar, escucharse, adaptarse”.
“Uno de los mejores consejos que puedo dar es que es mejor ir a menos sitios y sentirlos más, que no parar de hacer maletas e ir cambiando de alojamiento cada noche”, sostiene Nuria, al mismo tiempo que dice que “dedicar más días a un sitio es una forma de viajar más consciente”.
No obstante, destaca que “cada uno debe encontrar su modo de viaje y de vida” y “no se puede idealizar ninguno de ellos”. Al respecto, incide que “cada uno debe buscar su forma de conectar, que es el mejor viaje que uno puede hacer más allá del destino”.
Aragón siempre como faro
A pesar de las vueltas que ha dado alrededor del mundo y de sentirse “como en casa” en sitios que “jamás imaginaba”, Aragón siempre va a ser su lugar al que volver. Más en concreto, Huesca, ese “hogar que nunca se perderá por muy lejos que esté”.
“Volver a casa es un mensaje que se repite muchas veces y me hace valorar, cada vez más, nuestra tierra. Me siento superorgullosa de ser de donde soy y mostrar la riqueza que tenemos alrededor”, remarca.
De hecho, tal y como comparte, cuando regresa a Huesca le gusta pasar tiempo con su familia e ir a la montaña y a la naturaleza, lo que le hace que le “cueste” volver a irse. “Eso quiere decir que soy feliz aquí también. Es un: me hará siempre volar sabiendo siempre dónde tengo y quiero volver”, suma.
Aunque en sus regresos debe conectar con el “aburrimiento” por no tener tantos impulsos, esta creadora de contenido se mantiene positiva. Para ella, este descanso es sinónimo de creatividad, reencuentros y rutinas que no siempre puede mantener en los países por los que pasa.
De hecho, reconoce que, aunque la meditación y la escritura siempre están presentes, el deporte “no siempre es posible realizarlo” al no tener accesibilidad o no estar en el sitio “perfecto”.
“Siempre intento verlo de manera positiva y quitarme esa exigencia de no cumplir con las expectativas. Hay que quitar cosas del ‘tengo que hacer’ y empezar a hablar de ‘tengo que sentir’. Y dejarse llevar, por supuesto”, resalta.
A pesar de ser optimista por naturaleza y señalar que “las amistades reales se vuelven más reales todavía”, considera que a veces “te pierdes momentos que te hubiera gustado vivir”.
Por eso, para ella, volver a Aragón es “mirar lo local con unos ojos que han vivido otras experiencias”, así como valorar la “suerte de volver”. “Cada vez que vuelvo, valoro aún más nuestra tierra. Me siento súper orgullosa de ser de dónde soy y mostrar la naturaleza y la riqueza que tenemos alrededor”, apunta.
“No hay que generalizar, pero yo he sido más consciente de lo que antes me parecía normal o daba por hecho a raíz de haberme ido y haber vuelto. Es una barbaridad la riqueza que tenemos, tanto gastronómicamente como respecto a la naturaleza, la sociedad, el tiempo o las calles limpias”, subraya.
Con este vínculo muy afianzado, afirma que “jamás” se desvinculará de Huesca y, aunque “tenga más lugares en el mundo”, “la conexión con mi tierra nunca se perderá”.
De este modo, añade que para ella su hogar es el que está su familia, donde ha crecido y donde ha echado raíces, más allá de “sentir que tienes muchos hogares en el mundo donde también eres y creces de otra forma”.
En sus viajes, Nuria colecciona momentos y personas como quien guarda piedras preciosas. Como Elena, una farmacéutica que cerró su negocio para vivir viajando, o la hospitalidad tailandesa: “Esa capacidad de dar con lo poco que tienes y sin esperar nada a cambio… lo he visto en muchos países y me ha cambiado la forma de ver la humanidad. Hay más bondad en el mundo de lo que creemos”.
Volver, trabajar, ahorrar… y volverse a ir
Su forma de viajar es cíclica: viajar, volver, trabajar, ahorrar y volver a empezar. Pero, su manera de elegir destinos no sigue una lista porque “buscar destinos o experiencias puntuales viene más del exterior que de mí misma”.
“No me informo mucho. Me gusta que me sorprenda. Dejo que el destino me elija a mí”, señala Nuria. Y precisamente así, es cómo llegó a países como Tailandia o Costa Rica, donde lo único que tenía claro es que quería ver cómo las tortugas dejaban los huevos en la playa.
Asimismo, añade que le gusta pensar en un destino para explorarlo lentamente y dejándose llevar por la sorpresa, por lo que no se informa “mucho” del país ni de lo que hay que ver para no pasar del “tengo que al check”. “Prefiero que sea más libre”, considera.
“Elijo los destinos conforme lo voy sintiendo. Veo el mapa y no sabría por dónde empezar. También tengo como la calma de que la vida me dejará ver cuántos países pueda y los que no, los recorrerá otra persona”, admite.
Además, sostiene que “el viaje se vuelve más auténtico cuando lo estás construyendo y tejiendo tú”, de tal forma que “lo haces a tu gusto y con las cosas que a ti te van apeteciendo”.
“Los imprevistos dependen de tu actitud y, aunque a veces te sientes sola, es importante pensar que has llegado hasta ahí y que nadie te va a parar”, concluye.
Y precisamente ese “nadie te va a parar” lo lleva casi tatuado en la piel, ya que Nuria Martínez siempre tendrá en su horizonte una nueva escapada sin billete de vuelta y también su casa, su Huesca, de la que ahora disfruta “con calma, paz y conexión”.