
Del mes completo a los días sueltos: ¿ha muerto el veraneo tal como lo conocíamos?
En los últimos años, la duración media de los viajes ha caído, el descanso se fragmenta y el clásico modelo de vacaciones de 30 días en agosto pierde importancia
Pagar un festival a plazos o pedir un minicrédito para ir de vacaciones: “Se nos ha inculcado que quedarse en casa es casi una derrota”
Aunque perturbadora, la serie Severance plantea una desconexión del trabajo total y quirúrgica: al salir de la oficina, los empleados lo olvidan todo. En la vida real, no obstante, desconectar es cada vez más difícil. Tres o cuatro días de descanso pueden no ser suficientes para liberar a la mente del estrés diario. Esta es una realidad que muchos han tenido que aceptar a medida que la tradición de tomarse un mes entero de vacaciones —habitualmente en agosto— se ha ido resquebrajando.
Al comparar los datos del informe ObservaTUR 2018 con los del informe de 2024, ya se aprecia una tendencia clara hacia estancias vacacionales más cortas. En 2018, el 29 % de los españoles disfrutaba de más de 15 días de vacaciones; en 2024, este porcentaje se reduce al 10 %. Aunque esta organización no tiene registros anteriores, cabe pensar que la diferencia podría ser aún mayor si se consideraran años previos.
Según cifras del INE, los españoles realizaron en 2023 más de 185 millones de viajes, un 8,5% más que el año anterior, y en 2024 una cifra similar. Pero si miramos la duración, el promedio apenas supera las cuatro noches por viaje. Aunque agosto sigue siendo el mes preferido para viajar, el dato de 2024 es el más bajo desde que se tienen registros en ObservaTUR. En paralelo, septiembre y julio ganan adeptos. Todo indica que las vacaciones tienden a ser más fragmentadas, más cortas y más frecuentes.
Marcos Franco, socio fundador de ObservaTur, confirma esta impresión: “Durante décadas, el modelo vacacional en España se resumía en un mes de verano, a menudo en agosto, con destino fijo, casa familiar o apartamento alquilado, y largas jornadas de descanso. Sin embargo, ese modelo ha dado paso a un nuevo patrón: viajes más cortos pero más frecuentes a lo largo del año”. Desde ObservaTUR han seguido esta tendencia también entre los profesionales de las agencias de viaje. Más del 60% de los agentes aseguraron que sus clientes prefieren repartir los días libres en varios periodos del año, en lugar de concentrarlos todos en verano. “Y no solo eso: también detectamos que más del 70% de los viajeros planea hacer al menos tres viajes en el año”, añade.
El turista español ha cambiado
Para los destinos y empresas turísticas, esta tendencia representa una gran oportunidad: romper con la dependencia de la temporada alta y diseñar nuevos productos y experiencias adaptados a escapadas cortas durante todo el año. “En definitiva, podemos asegurar que el turista español ha cambiado. Ya no busca tanto veranear como escaparse”, afirma Franco. Y lo hace varias veces al año, con viajes más breves, variados y personalizados. El descanso sigue siendo esencial, pero ahora se distribuye en momentos más frecuentes, flexibles y funcionales.
Aitana, de 26 años, es una de esas jóvenes que ha optado por dosificar el descanso. El año pasado se fue varias semanas a Colombia. Fue un viaje largo, intenso, de los que se recuerdan durante toda la vida. Desconectó de verdad, dice. Pero gastó todos los días de vacaciones y el resto del año se le hizo interminable. Desde entonces ha decidido repartir sus días libres. “Así se atenúa la monotonía del trabajo”, afirma. “Y puedes ver más sitios. Además, nunca sabes si vas a necesitar un día extra. Prefiero hacer viajes cortos. Si no, es como tener solo una bala y gastarla de golpe”.
Nunca sabes si vas a necesitar un día extra. Prefiero hacer viajes cortos. Si no, es como tener solo una bala y gastarla de golpe
Adrián tiene 29 años y trabaja en recursos humanos. Cree que la preferencia por vacaciones cortas tiene que ver con cómo ha cambiado la sociedad. “Antes no había tantos planes, ni tanta oferta cultural o de ocio”, asegura. “Ahora la gente organiza sus vacaciones en torno a actividades concretas. También influye el miedo constante a perderse algo. El FOMO, puro y simple”. Con el tiempo ha entendido otra cosa: repartir demasiado las vacaciones puede ser un arma de doble filo. Cada día libre es una obligación de exprimir el tiempo al máximo: “Es como si hubiera que sacarle partido a cada segundo”, comenta. Por eso, este año ha decidido hacer lo contrario. Tomarse unas vacaciones largas y reservarse unos días para no hacer absolutamente nada.
Franco lo tiene claro: no es una sola causa, son varias. Habla de un cambio en el modo en que la gente se toma las vacaciones. Primero, menciona el trabajo. Jornadas intensivas, empleo flexible, teletrabajo. “Todo eso permite organizar pequeñas escapadas fuera de la temporada alta”, dice. Pero no es solo eso. Las nuevas generaciones, afirma, valoran más lo frecuente que lo excepcional. Buscan experiencias diversas, repartidas a lo largo del año. Y tienen algo que sus padres no tenían: herramientas digitales que hacen fácil lo que antes era complicado. Planear un viaje, reservar, cambiar de idea a última hora.
En cuanto al clima, Franco apunta que las temperaturas más suaves durante buena parte del año están empujando a muchos viajeros a trasladar sus vacaciones a septiembre o incluso octubre. “Los destinos están menos demandados y el tiempo sigue siendo agradable”, asegura. Según datos recogidos por ObservaTUR, más del 40% de las agencias ha percibido un aumento significativo de reservas en meses que tradicionalmente se consideraban de temporada baja.
Las vacaciones eran para descansar
Pilar tiene 62 años y es autónoma. Por la generación a la que pertenece, ve con normalidad tomarse un mes entero de vacaciones. Cree que es lo que hace falta para desconectar de verdad. “Algo que te ocupa todos los días, durante tantas horas, no se te va de la cabeza en tres días”, dice. Le cuesta entender lo que hacen sus hijos. Se van una semana, pero teletrabajan tres días. “Trabajas mal, y tampoco disfrutas de las vacaciones. ¿Qué chapuza es esa?”, se pregunta. Para ella, las cosas son más simples: “Las vacaciones son para descansar. No para pasarse la mitad del tiempo trabajando”.
David Gómez Martín, psicólogo y autor de Un viaje hacia el amor (propio) (Urano), subraya en conversación telefónica que las vacaciones tienen una importancia “nuclear” en la vida de las personas, ya que la mayor parte del tiempo lo dedicamos al trabajo. Por eso, en un mundo obsesionado con la productividad, muchos llegan al verano física y mentalmente agotados. El descanso, en ese contexto, es una forma de cuidarse. No hay una única manera de desconectar, advierte. No es tanto una cuestión de tiempo como de calidad. “Hay personas que en una semana se sienten nuevas”, dice. “Otras, incluso con un mes, siguen dándole vueltas al trabajo”.
Hay personas que en una semana se sienten nuevas. Otras, incluso con un mes, siguen dándole vueltas al trabajo
Desde su perspectiva profesional, David propone un enfoque distinto: “Como psicólogo no hablo tanto de desconectar, sino de conectar con el aquí y el ahora”. Reconoce que es normal no olvidarse completamente del trabajo, pero insiste en que se pueden entrenar habilidades de atención para vivir el presente con más conciencia.
Descarta que unas vacaciones largas agraven el llamado síndrome posvacacional. De hecho, duda incluso del término. Le parece otra forma de convertir en patología lo que es simplemente vida. “Es normal sentirse triste o desanimado si, después de un mes de descanso, tienes que volver a un entorno laboral hostil”, dice. “Igual no deberíamos llamarlo síndrome posvacacional, sino: es normal que no quieras ver la cara a tu jefe José Luis”.
Álvaro tiene 30 años y vive en Alemania desde hace tiempo. Allí trabaja y vive con su pareja. Su familia y buena parte de sus amigos están en España. Por eso, cada septiembre, se reparte con precisión quirúrgica los días de vacaciones: un poco para ver a la familia, otra parte para viajar con ella, y algunos días extra para no perder contacto con sus amigos. Pero si no fuera por eso, dice, se cogería todas las vacaciones de golpe. Por eso, en cuanto regrese definitivamente a España, no descarta hacer lo mismo que ha visto toda la vida en sus padres y sus tíos: irse a pasar medio mes a Almería, donde su familia tiene una casa de veraneo. “Es lo que hacíamos cuando éramos pequeños y, sinceramente, lo recuerdo como algunos de los mejores veranos de nuestras vidas”.