El bonito pueblo marinero que conserva su historia entre marismas, molinos y oficios ancestrales

El bonito pueblo marinero que conserva su historia entre marismas, molinos y oficios ancestrales

Un destino tranquilo donde las marismas, la arquitectura popular y las prácticas pesqueras tradicionales configuran un entorno lleno de historia y belleza natural

El pueblo que guarda un paraíso natural entre dunas y acantilados en Cantabria

En la costa oriental de Cantabria, entre los municipios de Escalante y Santoña, se abre paso un pequeño núcleo cargado de tradición marinera, paisajes naturales y vestigios históricos que resisten el paso del tiempo. Argoños, situado en la comarca de Trasmiera, es un pueblo que fusiona con sobriedad el legado de su pasado con el ritmo tranquilo de la vida ribereña. A pesar de su tamaño reducido, conserva con esmero una identidad propia, marcada por la ría, los oficios ancestrales y una arquitectura característica de la zona.

A primera vista, Argoños se presenta como un lugar acogedor, donde los caminos fluyen entre casas bajas, jardines bien cuidados y balcones floridos. Las marismas que lo rodean pertenecen al Parque Natural de las Marismas de Santoña, uno de los humedales más importantes del norte peninsular.

En este entorno privilegiado, los visitantes pueden caminar entre pasarelas de madera, observar aves acuáticas en plena migración y disfrutar de una paz que solo rompe el viento marino. La simbiosis entre agua y tierra ofrece un espectáculo natural cambiante con las mareas, haciendo del municipio un destino apreciado tanto por senderistas como por amantes del avistamiento ornitológico.

Aunque alejado de los grandes focos turísticos, Argoños ha sabido atraer cada vez a más visitantes gracias a su autenticidad. Sus rutas a pie, su cercanía con playas como Berria o Helgueras, y su riqueza etnográfica lo han convertido en una propuesta ideal para quienes buscan escapadas tranquilas, lejos del bullicio. La presencia de molinos de mareas, iglesias centenarias y bosques que desembocan en la costa refuerzan la sensación de estar ante un destino donde cada rincón cuenta una historia.

El Molino de Jado y la ría, dos símbolos de Argoños

Uno de los elementos más representativos del patrimonio de Argoños es el Molino de Jado, un antiguo molino de mareas ubicado en el barrio de Ancillo. Este tipo de construcción aprovecha la fuerza de las mareas para mover las piedras de molienda, una técnica tradicional que se empleó durante siglos en zonas costeras del norte. El de Jado fue restaurado y acondicionado como centro de interpretación, donde los visitantes pueden conocer el funcionamiento original de la maquinaria, observar la estructura de piedra rehabilitada y recorrer un entorno que combina historia y paisaje de marisma.

El molino se encuentra junto a uno de los brazos de la ría que atraviesa el municipio, lo que lo convierte en una parada destacada dentro de cualquier recorrido por la zona. A lo largo de los siglos, su actividad no solo sirvió para moler grano, sino que también fue un punto clave para la economía local, ya que daba trabajo a molineros y abastecía a los habitantes del entorno.

La ría de Argoños, que forma parte del sistema natural del parque de las Marismas de Santoña, es otro de los grandes protagonistas del paisaje local. Este brazo de agua salobre, que sube y baja con la marea, da vida a humedales y llanuras intermareales donde conviven numerosas especies de aves y peces.

Oficios del agua: pesca y marisqueo

Las marismas de Argoños han sido fuente de alimento y sustento para sus habitantes. Los yacimientos arqueológicos cercanos revelan huellas de una larga tradición recolectora en las orillas, donde durante siglos se han capturado peces y moluscos de forma artesanal. Esa relación profunda con el entorno ha perdurado hasta nuestros días, transformada en un conjunto de prácticas que combinan técnicas heredadas con un respeto estricto por la regulación ambiental.

Entre las artes más representativas se encuentra la traína, una forma de pesca de arrastre que requiere coordinación entre varias personas y condiciones precisas de marea. Mediante una pequeña embarcación, se despliega una red semicircular que luego se arrastra desde la orilla para encerrar el banco de peces.

Otra técnica extendida es el tresmallo, un sistema formado por tres redes superpuestas que se dejan toda la noche flotando a media agua, permitiendo capturas eficaces en zonas de paso. Ambas prácticas, muy arraigadas en la costa cántabra, están hoy rigurosamente controladas para asegurar la sostenibilidad del medio.

El marisqueo, por su parte, implica un contacto directo y exigente con el terreno. Herramientas como la rastrilla, el azadillo o la varilla del muergo siguen empleándose para recoger almejas, amayuelas y navajas. La rastrilla se arrastra por el fondo mientras el mariscador permanece sumergido durante horas; el azadillo se utiliza en bajamar para excavar en busca de moluscos, y el muergo se extrae con precisión insertando una varilla en el orificio característico del animal.