
El hallazgo de un cable diplomático revela que Mussolini despreció al poeta e inspirador del fascismo D’Annunzio por su defensa de Unamuno
Il Duce tachó de “poeta amargado y afectado de histerismo” al escritor ultranacionalista Gabriele D’Annunzio durante una entrevista con el embajador español en Italia, que se celebró en 1924. Así quiso excusar los insultos proferidos por el autor contra el dictador español Miguel Primo de Rivera, quien había desterrado a Unamuno a la isla canaria de Fuerteventura el 20 de febrero de aquel año
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El embajador de España en Italia, Francisco de Reynoso y Mateo, envió un telegrama cifrado al subsecretario de Estado (Asuntos Exteriores) Fernando Espinosa de los Monteros a las nueve y cuarto de la noche del 8 de marzo de 1924, en los siguientes términos:
“Poeta D’Annunzio ha dirigido a los escritores franceses un telegrama protestando en términos duros y destemplados contra el destierro de Unamuno. He hablado con el señor Mussolini acerca del particular y me ha dicho que lo deploraba de todas veras, pero que no se debe dar importancia a ese rasgo de mal humor del poeta que está amargado y padece de histerismo, por lo cual cree lo mejor responder con el silencio para que nadie se acuerde de lo que ha dicho, quedando olvidado en 24 horas. Dada la poca consideración de que goza el poeta, el consejo de este señor Presidente parece ser el más prudente. Los periódicos de oposición se sirven de este telegrama del poeta para atacar indirectamente al señor Mussolini. REYNOSO”.
El firmante de este mensaje confidencial e inédito, que hemos localizado en la sede madrileña del Archivo Histórico Nacional, había sido cesado formalmente como embajador ante la corte de Víctor Manuel III el 10 de febrero de 1924, pero los usos diplomáticos le mantuvieron de forma transitoria en el cargo hasta la llegada de su sucesor.
Durante este intervalo de tiempo, Reynoso mantuvo la mencionada entrevista con Mussolini, a quien transmitió la protesta del Directorio militar español por la actitud de D’Annunzio. Pocos días después fue reemplazado como embajador en Italia por Cipriano Muñoz y Manzano, quien ostentaría ese cargo hasta la llegada de la Segunda República a España en 1931.
“La gran bestia feroz”
Durante la primavera y el verano de 1924, los diplomáticos españoles tuvieron que emplearse a fondo para frenar la ola de indignación provocada por el confinamiento de Miguel de Unamuno en Fuerteventura, la “isla acamellada”, como la calificó ingeniosamente el pensador. No solo ocurrió en Italia; desde Inglaterra hasta Canadá, pasando por Argentina y Australia, la deportación le pasó una factura notable a la dictadura primorriverista en buena parte del mundo.
El novelista, poeta y precursor del fascismo Gabriele D’Annunzio sumó su apoyo al manifiesto de los escritores franceses contra el confinamiento de Unamuno, enviando una carta abierta a sus promotores, entre los que destacaba el premio Nobel de literatura Romain Rolland.
En su comunicación, D’Annunzio acusaba al dictador español con términos violentos y apocalípticos. Le llamaba “la gran bestia feroz que debería ser marcada con hierros candentes”. Los periódicos italianos cercanos a la oposición publicaron su telegrama, comparando al destinatario con el propio Mussolini.
Según la prensa italiana, el título de Príncipe de Monte Nevoso que le había otorgado el rey Víctor Manuel III ese mismo año a Gabriele d’Annunzio, había pretendido desarmar a este personaje, rara mezcla de escritor y militar, cuya actitud hacia el fascismo inquietaba entonces a los seguidores del Duce italiano, cuando estaban a punto de celebrarse las elecciones legislativas de abril de 1924.
Entre la espada y la pared
En esta situación, las ofensas proferidas por D’Annunzio contra el autócrata español ponían a Mussolini entre la espada y la pared. Solo cuatro meses antes de que el promotor de “vivere pericolosamente” enviara su telegrama de apoyo a Unamuno a través de los profesores franceses, el rey Alfonso XIII había visitado Italia junto con el dictador Primo de Rivera, protagonista del golpe de Estado en España de 1923.
Durante la gira real por Italia el monarca español mostró su admiración por el régimen comandado por Mussolini: “Felices vosotros que termináis, nosotros empezamos ahora”, manifestó explícitamente el soberano. Por lo tanto, las palabras y el tono empleados por D’Annunzio contra el presidente del Directorio militar español suscitaron la lógica alarma en el Palazzo Venezia, donde residía el jerarca italiano.
A sus 41 años de edad Mussolini se vio obligado a disculparse con la autocracia española por el comportamiento del escritor protofascista. Aunque el embajador Reynoso le restó importancia a su figura en el mensaje al Ministerio de Estado, el peso político de D’Annunzio seguía latente, cinco años después de tomar por las armas con los “camisas negras” parte del territorio yugoslavo, que convirtió en el Estado libre de Fiume (Rijeka), campo de pruebas para su propia constitución: la denominada Carta de Carnaro.
El volumen y la dimensión de la campaña mundial a favor de la liberación de Unamuno, en la que participó D’Annunzio con 62 años de edad, contribuyó a la inclusión del exrector de Salamanca entre los beneficiarios de la amnistía decretada por Primo de Rivera el 5 de julio de 1924. Un perdón que el intelectual siempre rechazó, alegando que no era reo de delito alguno.
De hecho, Unamuno continuó en la isla de Fuerteventura hasta el 8 de julio de 1924, en que fue rescatado mediante un velero francés fletado por el director del periódico parisino Le Quotidien, con el respaldo de la masonería; a la que también estuvo afiliado Gabriele D’Annunzio.
Según el hispanista Jean-Claude Rabaté, aquella fuga de Unamuno desde Canarias a Francia fue financiada por los fabricantes del coñac Hennessy; cuya hache inicial figura hoy como letra final en la sigla del conglomerado de lujo francés LVMH.
Una vez despejado su contencioso con D’Annunzio, Mussolini fue reelegido para gobernar Italia, consiguiendo más del 25 % de los votos, porcentaje que le permitió ocupar 2/3 de los escaños parlamentarios a su minoría mayoritaria, en virtud de la llamada ley Acerbo.
Desde París, donde había iniciado su exilio, Unamuno criticaría duramente a los pocos meses el asesinato del diputado socialista Giacomo Matteotti, quien había denunciado un pucherazo electoral en aquella cita italiana con las urnas.