
El evento climático del año
La próxima cumbre climática, la COP30, será en Brasil en noviembre. Pero la más importante, la que nos hace entender y exige acción política inmediata, nos está pasando ahora mismo
La ola de calor no es casualidad: qué tienen que ver estas temperaturas con el cambio climático
En febrero, Ivan Couronne, un colega de la agencia de noticias AFP, dijo en un evento del Instituto Reuters para el estudio del periodismo que “el evento climático más importante del año no es la COP, es el verano”. No se estaba preparando para la cumbre climática de la ONU, sino para el verano, según dijo Couronne, editor global para “el futuro del planeta”, es decir, asuntos de largo alcance.
Él hablaba de sus planes de cobertura para los grandes acontecimientos previstos del año. Y el verano con sus olas de calor extremo ya es uno de ellos. En elDiario.es, por ejemplo, ya sabemos que volverá la pieza sobre las temperaturas cada día y en comparación con la media histórica en tu provincia. Nos hemos adaptado, informamos sobre los récords y los efectos de las temperaturas en las personas y nuestro entorno, y a la vez intentamos seguir contando lo extraordinario de lo que nos pasa cada verano en España y por toda Europa, el continente que más rápido se está calentando. Nada de esto es normal ni aceptable.
Como contaba Raúl Rejón esta semana, el calentamiento global provocado por la actividad humana hace cinco veces más probable las olas de calor como la vivida esta semana en España y en gran parte de Europa.
En Inglaterra, la de esta semana ya ha sido la segunda ola de calor después del junio más cálido desde que hay registros, es decir, 1884, y ha vuelto la sequía después de varios ciclos de meses de lluvias torrenciales que ayudan poco e inundan mucho, un tiempo “cada vez más caótico”, como me decía una experta hace unas semanas. En Bruselas, el Atomium ha tenido que cerrar porque sus bolas estaban demasiado calientes. En París, han mandado a los escolares a casa.
Hay varios niveles de emergencia, y el reto general para rebajar emisiones no depende de un solo país ni un solo gobierno, pero la responsabilidad de aliviar las consecuencias para la población sí es nacional y local. Uno de los peligros es el uso absurdamente partidista de medidas básicas de alivio como la descongestión del tráfico, la plantación y el cuidado de árboles, la creación de refugios públicos de sombra y el reparto de agua.
Las batallas por los límites de tráfico en Oxford, los carriles bici en España o ahora la última de Marine Le Pen por el aire acondicionado en Francia son una muestra más del oportunismo sin escrúpulos y sin sentido común. En ocasiones, la falta de explicaciones o de acciones claras de las autoridades que están tomando decisiones deja vacíos fáciles de explotar.
Hay ya algunos ejemplos de adaptación en ciudades como París y algunas zonas de Barcelona ante lo que tenemos encima, pero hace falta hacer más. Sobre todo en países como España, donde la emergencia climática es más aguda, exacerba la desigualdad y ya cuesta vidas. Las personas más vulnerables y las que trabajan en servicios esenciales en la calle son las que corren más peligro mientras los protocolos de actuación y las medidas para aliviar los riesgos del calor son insuficientes.
Esta debería ser prioridad de gobierno para políticos de todas las administraciones y de cualquier partido. Para lo mucho que importa y lo mucho que afecta día a día a las personas, al entorno y a la economía, es chocante el poco espacio que ocupa todo esto en el debate político.
La próxima cumbre climática, la COP30, será en Brasil en noviembre. Pero la más importante, la que nos hace entender y exige acción política inmediata, nos está pasando ahora mismo.