
¿Es mejor beber agua fría o a temperatura ambiente para combatir el calor?
Cuando el calor es sofocante y la sed nos ataca, ¿qué es más efectivo para combatirlo, una bebida helada o a temperatura ambiente?
Estos son los síntomas de la deshidratación (y así debes actuar si los tienes)
Después de inviernos fríos y lluviosos, el calor llega a España de repente y sin piedad, con los cambios extremos como signos del cambio climático. Las altas temperaturas hacen aumentar la sudoración y la pérdida de líquidos y, sin darnos cuenta, bebemos más agua y líquidos. Entonces surge la duda. Nos apetece tomar una bebida helada, pero ¿nos quitará el calor o nos hará sudar más y aumentará la sensación de sofoco? Para responderla, conviene entender cómo los líquidos regulan la temperatura interna de nuestro cuerpo.
Líquidos helados, temperatura corporal constante
El cuerpo humano mantiene una temperatura constante cerca de los 37°C, que es la más adecuada para las reacciones químicas que se producen en nuestro interior y nos mantienen con vida. Nuestra temperatura interna fluctúa de forma natural alrededor de un grado. Por ejemplo, la temperatura desciende por la noche mientras dormimos y aumenta cuando hacemos ejercicio, ya que los músculos producen calor al contraerse.
¿Qué ocurre, por ejemplo, cuando ingerimos un líquido con hielo que está a una temperatura cercana a 0°C? Al llegar al estómago, el líquido se mezcla con los jugos gástricos y empieza a calentarse, pero al mismo tiempo reduce temporalmente la temperatura del estómago y la sangre circundante. Esto activa receptores de frío que envían señales al cerebro, creando una sensación refrescante.
Pero este enfriamiento también produce otra respuesta, ya que el cuerpo detecta este “shock frío” como una amenaza potencial. Para contrarrestarlo, aumenta la producción de calor interno (termogénesis) mediante la activación involuntaria de los músculos y la vasoconstricción, es decir, el estrechamiento de los vasos sanguíneos para conservar el calor. Este estudio comprobó que beber medio litro de agua a temperatura ambiente aumentaba el gasto energético en unas 100 kcal. La mayor parte de esa energía se empleaba en subir la temperatura del agua de 21 a 37°C. Con líquidos más fríos, el efecto se acentúa aún más.
Los líquidos más calientes y el sudor
Las bebidas calientes (como té o infusiones a 50-60°C) desencadenan una respuesta opuesta. El calor del líquido estimula la vasodilatación en la mucosa digestiva, aumentando el flujo sanguíneo a la piel. Este flujo de sangre caliente a la superficie cutánea activa las glándulas sudoríparas. Cuando el sudor se evapora, disipa hasta 580 kcal por litro de sudor, enfriando la sangre que luego retorna al centro del cuerpo. En un estudio con ciclistas se pudo comprobar que beber líquidos templados al inicio del ejercicio atenuaba el aumento de la temperatura interna durante los primeros 40 minutos, comparado con beber después del ejercicio.
Un ejemplo de las posibles ventajas de tomar bebidas más calientes son los beduinos. En el desierto, donde las temperaturas superan los 40°C, los beduinos beben té de menta caliente y visten amplias túnicas negras, lo que parece una receta para cocinarse a fuego lento. Sin embargo, un estudio publicado en Nature en 1980 explica esta paradoja.
El té caliente, en efecto, provoca una mayor sudoración, pero esto tiene sus ventajas. En el aire seco del desierto, este sudor se evapora rápidamente, enfriando la piel de manera más efectiva que cualquier líquido frío. La ropa negra es gruesa y holgada, y no se pega a la piel. El color negro absorbe calor más rápidamente, pero también lo disipa más rápidamente. El aire caliente tiende a subir, y esto produce una corriente de aire entre la piel y la ropa. La túnica es un sistema completo de refrigeración.
Esta estrategia funciona bien en el desierto, pero no tanto en climas húmedos, porque en estos entornos el sudor no se evapora con facilidad. Esto nos da una pista de cómo influye la temperatura de los líquidos en su eficacia para refrescarnos: depende de la humedad exterior. Estos son los posibles escenarios:
Agua fría (5-15°C): los estudios clásicos muestran que el agua fría estimula la sensación de sed, animando a beber más cantidad. Pero si está demasiado fría (cercana a 0°C), ralentiza el vaciado gástrico, retrasando la hidratación durante el ejercicio intenso, por ejemplo.
Agua templada (15-22°C): es absorbida más rápido por el intestino, lo que la hace ideal para hidratarnos más rápidamente. En ambientes húmedos, donde el sudor no se evapora bien, evita añadir calor interno extra.
Bebidas calientes (más de 50°C): aumentan la sudoración, algo que ayuda en ambientes muy secos, pero este efecto puede ser contraproducente en humedades altas (superiores al 60%). Cuando el aire está saturado de vapor, el sudor no se evapora, solo gotea, desperdiciando agua y electrolitos sin enfriar el cuerpo.
A qué temperatura beber agua
La temperatura óptima del agua depende del entorno y nuestra actividad. Por ejemplo, si estamos haciendo un ejercicio intenso como el ciclismo o la carrera, en calor seco, el agua fría puede ser la opción ideal, ya que retrasa el sobrecalentamiento del cuerpo por el esfuerzo.
Si, por el contrario, estamos tumbados en la playa, con humedad alta, la mejor opción es tomar bebidas a temperatura ambiente, que evita aumentar el calor interno y no producen sudoración excesiva. Por último, si estamos en un ambiente muy seco, nos conviene sudar, y tomar una bebida caliente puede ayudarnos (sobre todo si llevamos ropa holgada).
Como suele ocurrir, la solución al dilema del agua helada o a temperatura ambiente es “depende”. Entender cómo funciona nuestro cuerpo nos puede ayudar a tomar la decisión correcta.