
Política sin complejos… y sin escrúpulos
El criterio es el clientelismo, el vasallaje y el espectáculo. La apuesta de Feijóo es clara al otorgar todo el poder orgánico del PP a un Tellado de verbo suelto e insulto ágil, delegar la portavocía parlamentaria en Muñoz, el clon femenino del nuevo secretario general, y nombrar al desmedido De los Santos al frente del área de Educación e Igualdad
Tellado gana poder interno para “electoralizar” el PP y Feijóo saca a Ana Alós de Igualdad para dárselo a Jaime de los Santos
Ni competencia ni coherencia. Lo que se impone no es el mérito, ni la capacidad de persuasión, ni el conocimiento, sino la política sin complejos y sin principios. El criterio no es otro que el clientelismo, el vasallaje y el espectáculo. La apuesta de Feijóo es clara al otorgar todo el poder orgánico del PP a un Miguel Tellado de verbo suelto e insulto ágil, situar a una afín a Ayuso en su núcleo duro, delegar la portavocía parlamentaria en Ester Muñoz, un clon femenino del nuevo secretario general, y nombrar al desmedido Jaime de los Santos al frente del área de Educación e Igualdad
Quien sirve para la Cultura, sirve para Igualdad o para la Igualdad, o para ser asistente personal de la esposa del ex presidente Mariano Rajoy. ¡Qué más da!. El presidente del PP agradece los servicios prestados, las invectivas más gruesas y los performances parlamentarias.
Si Tellado era hasta ahora el insultador oficial del Congreso, le toma el relevo Muñoz, con ayuda de un ex leal a Cifuentes, que luego lo fue de Ayuso y ahora lo es de Feijóo, pero que se ha ganado con sus inflamadas y sobreactuadas intervenciones mediáticas y parlamentarias el favor de la dirección.
Si el nuevo secretario general del PP pasó de flirtear con la izquierda independentista gallega a militar en el ala dura de la derecha, del responsable de Igualdad y Educación se sabe que, cuando se vio fuera de las listas electorales a la Asamblea de Madrid que elaboró Isabel Díaz Ayuso, coqueteó con Ciudadanos y hasta con el PSOE. Aún se recuerda, entre sus allegados, sus habituales excesos verbales y de gesticulación por la radicalización de un PP que él mismo defendía que debía buscar la centralidad y nunca el voto de Vox. Claro que eran tiempos en los que la hoy presidenta de la Comunidad le quería lejos y mucho más allá MAR (Miguel Ángel Rodríguez), cuya opinión sobre De los Santos era sencillamente irreproducible.
Si alguien creyó alguna vez que Alberto Núñez Feijóo buscaba la moderación, la centralidad o la transversalidad en política, el diseño de su nuevo equipo es la señal inequívoca de todo lo contrario. Quiere un PP a imagen y semejanza del trumpismo, que exalte las más bajas pasiones, que se deslice por la deriva del populismo y que carezca de complejos y hasta de valores sólidos.
Y todo sin medir las consecuencias de la imagen que proyecta en Europa entre sus partidos hermanos de unas siglas que se consideran de Estado, inspiradas en el humanismo cristiano, que aspiran a ostentar de nuevo la responsabilidad institucional de gobernar España y que se ha erigido históricamente en garante de nuestro marco de convivencia.
La elección del equipo es toda una declaración de intenciones sobre el rumbo que quiere imponer lo que resta de la Legislatura hasta llegar a La Moncloa, y que no solo pasa por radicalizar el discurso, sino también por terminar de quemar todos los puentes con el nacionalismo catalán y vasco. Y de todo ello subyace que, en el caso de que las urnas no le otorguen mayoría absoluta -algo que no dibuja ni la encuesta más favorable-, está decidido a apoyarse en la ultraderecha para alcanzar el Gobierno de España, como ya hizo el PP en Comunidades Autónomas y Ayuntamientos.
La diferencia, y así lo deslizan desde el partido de Santiago Abascal, es que en esta ocasión el precio será muy alto: la presidencia del Congreso, la vicepresidencia del Gobierno y lo que haga falta. ¿España merece eso? No es una pregunta retórica, sino la que se hacen no pocos populares perplejos con las decisiones y el equipo que ha configurado Feijóo. No hay que rebuscar mucho entre las filas del PP para encontrar dirigentes del presente y del pasado que se declaran críticos y muy perplejos con el diseño, el contenido y los equipos que saldrán del congreso extraordinario que la derecha tradicional celebra este fin de semana.