Patrimonio a pie de playa: siete destinos nacionales llenos de encanto a orillas del mar

Patrimonio a pie de playa: siete destinos nacionales llenos de encanto a orillas del mar

Hay sitios donde no hace falta elegir entre bañarse en el mar o pasear por calles con siglos de historia. Estos siete destinos lo tienen todo: rincones con encanto, sabor local y playas en las que disfrutar en verano

Donde el baño está a un paso: pueblos con piscinas naturales integradas en el paisaje

Hay quien viaja solo por ir a la playa. Y hay quien busca ciudades llenas de patrimonio. Pero, ¿por qué no juntar las dos cosas? España está llena de destinos costeros que combinan cascos antiguos cargados de historia con calas y playas que invitan a darse un buen baño.

Desde las murallas medievales que se asoman al Mediterráneo en Tossa de Mar o Peñíscola, hasta las callejuelas marineras de Combarro o Cudillero, pasando por castillos como el de Guzmán el Bueno en Tarifa o la iglesia gótica que corona Castro Urdiales, estos lugares tienen tanto para ver tierra adentro como para disfrutar mirando al mar. Eso sí, son destinos que en verano pueden llenarse de gente, por lo que si para ti la playa queda en un segundo lugar, que sepas que siempre es interesante visitarlos fuera de temporada porque su patrimonio por sí solo ya merece la pena.

Aquí va una lista de siete destinos donde el mar y los monumentos van de la mano. Siete lugares para pasear entre piedras centenarias, comer bien y, de paso, tumbarse un rato al sol o jugar con los niños en la arena. Sitios con historia y con salitre, donde el mar está tan presente que es mucho más que un telón de fondo.

Peñíscola (Castellón)

Peñíscola impresiona nada más verla. El casco histórico se levanta sobre una península rocosa, dominado por el castillo templario del Papa Luna. Las murallas, las calles estrechas y las casas encaladas hacen que parezca un escenario de cine. No en vano, ha salido en series y películas como Juego de Tronos o El Cid. Todo aquí huele a historia y a Mediterráneo.


La playa a los pies de Peñíscola.

Pero no solo hay piedra y murallas: alrededor se extienden playas larguísimas, como la Playa Norte, con kilómetros de arena fina y vistas al castillo. En verano se llena, pero fuera de temporada es un lugar ideal para pasear y disfrutar de su historia. Y, cómo no, para probar un buen arroz marinero, unas clóchinas o un suquet de pescado. Peñíscola sabe a mar y, con sus monumentos, también a historias de caballeros.

Combarro (Pontevedra)

Combarro es uno de esos sitios que parecen sacados de una postal. Es pequeño, marinero y lleno de encanto, con sus hórreos de piedra y madera asomándose a la ría, casi tocando el agua. Las calles empedradas están llenas de cruceiros y casas de granito, y hay mil rincones en los que te apetecerá pararte a hacer alguna foto, porque son pintorescos como pocos. Pasear por aquí es casi como adentrarse en un museo al aire libre.


Los hórreos de Combarro.

Además de recorrer su casco antiguo, merece la pena sentarse en alguna terraza frente al mar y probar el marisco de la ría, sobre todo mejillones, ostras o almejas. Y si apetece playa, muy cerca está la playa de Pinela, pequeña y tranquila, perfecta para un baño rápido antes o después del paseo. También es buen plan acercarse al puerto y ver cómo descargan las capturas del día, porque todo en Combarro huele a mar.

Cudillero (Asturias)

En Cudillero, las casas de colores suben en escalera por la ladera, formando un anfiteatro natural que mira al mar. Es un pueblo pesquero con sabor auténtico, lleno de cuestas, recovecos y miradores desde los que se ve el Cantábrico en todo su esplendor. En sus calles aún puedes oír algo de pixueto, un dialecto propio que sigue vivo entre algunos vecinos, sobre todo entre los pescadores más veteranos.


Cudillero, en Asturias

Pasear por el puerto, probar pescado fresco o acercarse hasta la plaza de la Marina para tomar algo son planes casi obligados. Para darse un baño, la playa de Aguilar está a pocos kilómetros y es una de las más bonitas de la zona, aunque también está la pequeña Concha de Artedo, muy cerca y menos concurrida. Y no hay que irse sin probar un buen plato de pixín (rape), o de merluza a la sidra, que aquí saben a gloria.

Castro Urdiales (Cantabria)

Castro Urdiales mezcla su aire marinero con monumentos que sorprenden. Allí está la iglesia gótica de Santa María, que parece más de ciudad grande que de villa costera, y el castillo-faro que se alza sobre las rocas, vigilando el mar. Un puente medieval conecta el castillo con una pequeña ermita sobre un islote, formando una estampa singular que es, sin duda, una de las más bonitas de la costa cantábrica.

Sus playas urbanas, como la de Brazomar, son perfectas para un chapuzón tras haber paseado entre casonas indianas y fachadas coloridas. Además, Castro Urdiales tiene fama por sus bares de pinchos, donde se come bien sin gastar demasiado. Las anchoas o el bonito en temporada son imprescindibles. Paseo, historia, buena gastronomía y playa, todo junto en un mismo lugar.

Hondarribia (Gipuzkoa)

Hondarribia es un lugar con dos caras igual de bonitas. Por un lado, está la parte vieja, rodeada de murallas, con calles empedradas, casas de balcones de colores y un castillo reconvertido en parador. Por otro, el barrio de la Marina, pegado al mar, lleno de bares y ambiente marinero. Cada rincón tiene su historia y, además, aquí se respira un aire fronterizo, con Francia a la vuelta de la esquina.


Hondarribia y sus colores.

La playa de Hondarribia está muy cerca del centro, con vistas al estuario del Bidasoa y a la costa francesa. Es tranquila y tiene un paseo marítimo perfecto para caminar al atardecer. Y ya que se está allí, hay que probar sus pintxos, porque es de los mejores sitios de Euskadi para ir de bar en bar. La gilda, el txangurro o cualquier bocado de pescado fresco componen deliciosas obras de arte en miniatura.

Tossa de Mar (Girona)

Tossa de Mar es la postal perfecta de la Costa Brava. Su recinto amurallado, la Vila Vella, se alza sobre el mar, con torres medievales que vigilan la costa. Dentro, las calles empedradas llevan hasta lo alto del castillo, desde donde las vistas son espectaculares. No es raro que diferentes artistas se enamoraran de este lugar y se inspirara con él.


Tossa de Mar a salvo de piratas.

A sus pies, la Platja Gran es una playa amplia y muy fotogénica, donde la arena se mezcla casi con las piedras de las murallas. A pocos minutos hay calas más pequeñas y escondidas, como Cala Pola o Cala Giverola, perfectas si se busca algo más tranquilo. Y en el pueblo, hay restaurantes para disfrutar tanto de pescado fresco como de cocina catalana más casera, como el cim i tomba, un guiso marinero tradicional de Tossa.

Tarifa (Cádiz)

Tarifa es el punto más al sur de Europa, y se nota en el viento, en la luz y en el ambiente. Su casco histórico conserva parte de sus murallas y el castillo de Guzmán el Bueno, y las calles estrechas están llenas de bares, tiendas y rincones con aire árabe. Tiene ese toque bohemio que mezcla surfistas, viajeros y locales en un mismo lugar, y un aire casi fronterizo entre el Atlántico y el Mediterráneo.


Castillo de Guzmán el Bueno, en Tarifa.

Pero sobre todo, Tarifa es mar. Justo al lado del centro está la Playa de Los Lances, kilométrica, con dunas y espacio para perderse. Y un paseo por la Isla de las Palomas permite estar, literalmente, entre el Atlántico y el Mediterráneo. Además, aquí el atún rojo es religión, y siempre es buen momento para probarlo en alguna taberna del casco antiguo, igual que el pescado frito o los chocos. Y si hace viento, siempre podemos sentarnos a ver cómo las cometas colorean el cielo.