Cómo se comporta la cultura cuando gobierna la extrema derecha

Cómo se comporta la cultura cuando gobierna la extrema derecha

La periodista Pilar Requena publica ‘Populismo pardo’, un ensayo histórico sobre la Alemania de hoy que coincide con la aparición de otros libros sobre el ascenso del nazismo hace un siglo

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Con un 20% de los votos en las últimas elecciones federales traducido en unos 10 millones de apoyos en las urnas, la extrema derecha alemana, encarnada ahora en Alternativa para Alemania (AFD), se ha convertido en un serio motivo de inquietud para las culturas democráticas. Pese al cordón sanitario del resto de partidos, que impide que los ultras gobiernen, son muchas las voces que ya alertan de la amenaza de una fuerza que recuerda en muchos aspectos al nazismo. Tal vez, opinan algunos analistas, no han servido las lecciones de 1933, hace casi un siglo, cuando los nazis ocuparon el poder y arremetieron en primera instancia contra los intelectuales.

Un reciente libro de la periodista Pilar Requena (Valencia, 1963), Populismo pardo. El auge de la extrema derecha en Alemania (Catarata), ha coincidido con la aparición en español de Febrero de 1933. El invierno de la literatura (Ladera Norte), del ensayista alemán Uwe Wittstock (Lepizig, 1955), y colocan en el centro del debate la actitud de los artistas e intelectuales frente a los ultras. Pilar Requena, veterana reportera de TVE, ex corresponsal en Berlín y una especialista en Alemania, señala que precisamente ese cordón sanitario supone la principal lección aprendida respecto de los terribles años treinta del siglo pasado.

“La AFD no gobierna a diferencia de los nazis”, comenta Requena, “y esa gran diferencia evita, por el momento, que puedan tomar medidas contra la cultura. A pesar de ello, intentan priorizar lo que ellos llaman cultura patriótica, al tiempo que cancelan la multiculturalidad y la diversidad y atacan a las minorías. De todos modos, los intelectuales alemanes se han dormido en los laureles ante la extrema derecha tras las protestas de la cultura que hubo contra la violencia juvenil en los años noventa. De hecho, la AFD funciona hoy como el paraguas que contiene de algún modo esa violencia callejera y de ahí que los intelectuales no estén asustados”.

Tras explicar que las condiciones históricas no son las mismas y rechazar los paralelismos con los años treinta, Requena matiza que “los intelectuales alemanes y también los políticos deberían agitar más los fantasmas de 1933 para que la sociedad despierte y no se duerma”. En esa línea la periodista lamenta que la cultura alemana no cuente hoy con intelectuales de la talla de un Jürgen Habermas, ya con 96 años; o de influyentes escritores y conciencias críticas como Günter Grass o Heinrich Böll, ambos premios Nobel de Literatura ya fallecidos. “En cualquier caso, la figura del intelectual comprometido ha desaparecido en todos los países de Europa”, añade Requena.

Sea como fuere, siempre resulta un ejercicio tramposo y falso juzgar el pasado con la perspectiva del presente y en el caso alemán esta afirmación adquiere un especial valor. Así, en su libro Febrero de 1933. El invierno de la literatura, un best-seller en Alemania y que acaba de ser editado en español, Uwe Wittstock escribe: “Por supuesto, cualquiera que hoy en día hojee los libros de Historia puede decir que fueron unos necios al no darse cuenta en 1933 de lo que Hitler significaba para ellos. Pero ese sería un pensamiento ahistórico”.

En su ensayo, este periodista y autor repasa las trayectorias y actitudes en contra del ascenso del nazismo de las principales figuras de la cultura alemana de la época como Thomas Mann, Bertolt Brecht, Alfred Döblin, Erich Maria Remarque o George Grosz, entre otros muchos. Así recuerda que, entre dudas y osadías, ingenuidades y temores, la mayoría de aquellos intelectuales tuvieron que marchar al exilio tras enfrentarse a las autoridades nazis y a los colegas que optaron por sumarse a los criminales. “Jamás”, manifiesta Wittstock, “tantos escritores y artistas han abandonado en tan breve espacio de tiempo su país”. La crónica de aquel invierno de la literatura deriva en escalofriante retrato del terror que los nazis desataron en apenas un mes “en el que transformaron un Estado de derecho en una dictadura sin escrúpulos”.

No juzgar el pasado desde el presente

No obstante, sería un grave error pasar por alto que el nazismo encontró su caldo de cultivo en el fracaso de la República de Weimar que se prolongó en Alemania desde el final de la Primera Guerra Mundial, en 1918, hasta la toma del poder por los nazis en 1933. En otro libro recién aparecido, Volker Ullrich, un reconocido periodista e historiador, subraya que “debido a la crisis global de la democracia hoy, la pregunta por las causas de 1933 tiene un interés renovado y urgente”. Entre esas causas, el autor destaca la herencia del Estado autoritario; el poder de las élites en el Ejército, la Administración y el sistema judicial; las duras condiciones del Tratado de Versalles; o la terrible crisis económica que padeció la República de Weimar. Pero, a juicio de Ullrich, “el desenlace era más abierto de lo que sugiere una perspectiva centrada en la caída”.

Este libro, El fracaso de la República de Weimar. Las horas fatídicas de una democracia (Taurus), incluye lúcidas reflexiones a modo de aviso para navegantes en el mundo actual. “La historia siempre está abierta”, afirma Ullrich, “lo único que la ciencia histórica puede decir con certeza sobre el futuro es que será diferente de cómo se lo imaginan las personas del presente. Todo depende de una manera decisiva de cómo actúen determinadas personas en situaciones concretas. Esto era así en la República de Weimar y sigue siendo así hoy. Está en nuestras manos que nuestra democracia fracase o sobreviva”.


La periodista Pilar Requena

Por su parte y a través de las páginas de Populismo pardo, Pilar Requena muestra su confianza en la separación de poderes en la Alemania actual, a diferencia de aquella de 1933; al tiempo que remarca la importancia del Tribunal Constitucional y también la independencia de los servicios de inteligencia. “A pesar de algunas carencias”, observa la experta, “la desnazificación de Alemania resultó ejemplar en la posguerra, algo que no podríamos decir de la actitud de Italia o de España tras las dictaduras de Mussolini o de Franco”.

De cualquier manera, Requena insiste en su libro sobre las causas del significativo arraigo de los ultras en el Este, en la antigua Alemania comunista, en contraste con la implantación mucho menor de la extrema derecha en el Oeste. “En el Este”, explica la autora de Populismo pardo, “en la que fue República Democrática Alemana (RDA), primero sufrieron una dictadura fascista y más tarde una comunista y lo bien cierto es que no han desarrollado un ejercicio de memoria democrática y de crítica de ninguna de las dos épocas totalitarias. En este sentido resulta lamentable que los intelectuales no vieran venir esa deriva autoritaria complicada, además, con un sentimiento de discriminación del Este frente al próspero Oeste. En ese sentido se podría afirmar que las élites alemanas no han sabido escuchar a la gente, sobre todo en la extinta RDA”.

Asunto polémico el de los paralelismos entre el ascenso del nazismo y la extrema derecha de hoy, la mayoría de analistas coinciden en acentuar las diferencias, sobre todo en lo que se refiere a la pertenencia a organismos como la Unión Europea, a la prosperidad actual frente a la miseria de los años treinta o a la fortaleza de las instituciones. Sin embargo, Pilar Requena advierte sobre los enormes riesgos de un fracaso de la actual gran coalición de la democristiana CDU y la socialdemócrata SPD, junto al sentido democrático de Estado de opciones más radicales como Los Verdes o Die Linke (La Izquierda).

“Lo que conviene evitar a toda costa”, comenta Requena, “es que la extrema derecha de la AFD imponga su discurso político en el Parlamento y se convierta en una opción aceptable socialmente. En cualquier caso, la sociedad alemana y los intelectuales en primera línea deberían salir a la calle de nuevo, como hicieron a finales del siglo XX, y recordar con énfasis a las nuevas generaciones el pasado nazi del país para no caer en los mismos errores ni en la indiferencia”. Al hilo de las opiniones de esta periodista y autora de otros libros sobre Alemania como La potencia reticente, quizá resulte útil recordar aquella advertencia de Bertolt Brecht: “El que no sabe es un imbécil, pero el que sabe y calla es un criminal”.