
La presión de algunas mujeres de la cúpula del PSOE determinó la salida fulminante de Salazar
Ferraz inicia la investigación sobre las acusaciones de acoso sexual del que fuera uno de los hombres fuertes de Sánchez, cuyo cese como secretario general de Coordinación Institucional en Moncloa lo aprobará el martes el Consejo de Ministros
Varias mujeres del PSOE acusan a Paco Salazar de “comportamientos inadecuados” cuando era su jefe
En un partido feminista como el PSOE hay pocas dudas sobre cómo se debe actuar ante los testimonios de varias mujeres ante los comportamientos machistas, inadecuados, de abuso de poder y de acoso sexual que han precipitado la salida de Francisco Salazar, uno de los hombres fuertes de Pedro Sánchez, de la cúpula socialista.
Al menos es así entre algunas de las mujeres que integran la cúpula del partido, donde la tolerancia cero, la credibilidad y protección a las víctimas y la constancia “para desterrar la cultura machista, patriarcal y rancia” debe ser el único camino a seguir. Dentro y fuera del PSOE. Sin excusas ni componendas. Y son algunas porque, en el caso de Salazar, entre las filas del PSOE ha habido excepciones como la de Pilar Alegría, quien calificó a su colega de “compañero ejemplar” y “hombre íntegro” cuando este sábado elDiario.es ya había publicado los testimonios rotundos de dos mujeres que habían trabajado con él. Después, se vio obligada a matizar sus palabras.
Alegría no fue la única que, como en Moncloa o en Ferraz, dudaron de la veracidad de los testimonios, hablaron de ajuste de cuentas o atribuyeron aviesas intenciones a que las denuncias se produjeran el mismo día que Sánchez pretendía inyectar un chute de moral a la depresiva tropa, tras la entrada en prisión de Santos Cerdán, el ex número tres del PSOE. La razón cayó por su propio peso porque, cuando Pedro Sánchez llegó a la calle Ferraz, a la presidenta del partido, Cristina Narbona, ya le habían hecho llegar testimonios similares a los publicados por este periódico de mujeres socialistas que acreditaban que el “comportamiento inadecuado de Salazar con sus colaboradoras, y con algunas de sus correligionarias, era un rumor bastante extendido” en el partido.
De hecho, la información desvelada por elDiario.es el sábado corrió como un reguero de pólvora por todas las instancias del PSOE. Desde todas las federaciones territoriales y desde todos los niveles de representación orgánica o institucional, incluso al más alto nivel se amontonaron los mensajes. Entre compañeras de partido celebraron que una persona como Salazar, con una fama de comportamientos inadecuados con las mujeres granjeada allá donde pisó, no accediera a su nuevo cargo de responsabilidad en el partido y se viera obligado a renunciar al de la Moncloa. Hubo quien identificó en los testimonios que publicó este periódico expresiones idénticas a las que solía emplear Salazar con otras mujeres.
¿Por qué nadie alertó? ¿Por qué no se utilizaron los canales internos de denuncias? Para la primera pregunta no hay respuesta, pero este diario sí ha podido corroborar que hace años se elevaron algunas quejas verbales sobre los comportamientos machistas de Salazar que no se tuvieron en cuenta porque ni se hicieron por los canales oficiales ni se les dio la importancia que tenían. Para la segunda, la respuesta es sencilla: las mujeres no siempre se sienten seguras ni encuentran la protección precisa para denunciar a sus acosadores, y menos en el ámbito laboral contra un superior jerárquico. Y esto es algo, que por mucho que se denuncie, ni en el partido más feminista del universo parecen haber entendido, a tenor de algunos de los comentarios que se escuchan también en el PSOE.
En el caso de Paco Salazar, su figura respecto a sus subordinadas representaba mucho más que la de un simple jefe. Porque Salazar ha sido hasta este sábado un hombre todopoderoso en el PSOE y en el Gobierno. Hombre de la máxima confianza del presidente y empoderado en cargos de la máxima responsabilidad, quienes conocen como la palma de su mano los engranajes del partido y del Ejecutivo lo retratan como la persona que de verdad ostentaba el poder territorial entre las filas socialistas y tenía capacidad de hacer progresar o descarrilar carreras políticas a su antojo. Tenía todo el poder, pero una mínima exposición pública que le mantenía prácticamente en el anonimato.
“Su inmensa ascendencia con Pedro Sánchez y esa capacidad casi ilimitada de influencia ayudaron a crear en torno a él un manto de impunidad que nadie o casi nadie se atrevió a perforar”, según coincide la mayoría de las mujeres que trabajaron a sus órdenes y que han sido contactadas por este periódico. Y por eso la hipótesis de denunciar sus comportamientos, según las trabajadoras del PSOE, ni siquiera llegó a pasar por la cabeza de la mayoría de ellas por temor a represalias. Muchas lamentan, por ejemplo, que la pestaña de denuncias anónimas en el canal interno del partido ni existió ni se habilitó hasta este sábado por la noche.
No obstante, en algún caso sí se llegaron a trasladar quejas informales a personas de responsabilidad entre las filas socialistas por parte de algunas de las afectadas o de sus entornos. Pero fueron movimientos que no llegaron a nada y que nadie a ciencia cierta se atreve a asegurar que llegaran siquiera a los oídos de Pedro Sánchez. Que orgánicamente en el PSOE Salazar tuviera por encima como dirigentes directos a personas como José Luis Ábalos, primero, o Santos Cerdán, después, también contribuyó a la sensación de que se trataba de “un hombre blindado” porque durante mucho tiempo fueron amigos íntimos e integrantes de la inseparable camarilla política que rodeó a Sánchez en su regreso a la secretaría general en 2017.
El caso es que en la sede socialista, a primera hora de la mañana del sábado, se produjo un intenso debate entre quienes defendieron una especie de componenda con una salida temporal y no de todos los cargos de Salazar, y quienes zanjaron de inmediato el debate con una defensa cerrada de la tolerancia cero y la necesidad decisión drástica al respecto. Entre las dudas de un presidente que su equipo vuelve a describir en ‘shock’, la presión de varias mujeres de la cúpula, en especial la de María Jesús Montero o Cristina Narbona, fue determinante para que Salazar renunciara a todos sus cargos, incluido el de secretario general de Coordinación Institucional en Moncloa. El cese será aprobado en Consejo de Ministros el próximo martes y publicado al día siguiente en el BOE.
“Nuestra opinión fue unánime y expeditiva. No tuvimos duda alguna”, asegura una dirigente de la Ejecutiva Federal que atesora décadas de feminismo y defiende que el machismo es una lacra que hay que combatir “de forma rotunda normativa y culturalmente”.
La nueva secretaria de Organización, Rebeca Torró, ha dado prioridad a la investigación sobre Salazar y reforzado los canales de denuncia interna para que se garantice el anonimato de las víctimas. “Pedro Sánchez es consciente de que este es un flanco que hay que cuidar y que el asunto de la tolerancia cero se integre en la cultura del partido definitivamente”, aseguran desde la dirección, donde resaltan el “listón ético” que a su juicio exhibe el partido en sus semanas más duras “ante un informe de la UCO o ante una información periodística”, en referencia a las salidas de Santos Cerdán, hoy en prisión, o de Paco Salazar tras las acusaciones de comportamientos machistas entre sus compañeras de filas.