
El rincón creativo de Manuel de Falla que la especulación convirtió en un bloque de hormigón
Entre 1933 y 1934, el compositor pasó varias temporadas en la isla y se integró en su vida cultural. En su vivienda de paredes de piedra y persianas mallorquinas culminó su obra ‘La Atlántida’ y encontró la tranquilidad que ansiaba. De nada sirvieron las protestas contra su derribo
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En la calle Rector Vives de Génova, en Palma, se alzaba hasta 2016 una casa de paredes de piedra y persianas mallorquinas donde, durante dos años, Manuel de Falla encontró un remanso de calma que convirtió en laboratorio sonoro. Entre 1933 y 1934, Falla pasó varias temporadas en la isla y se integró en su vida cultural de la mano del músico y sacerdote mallorquín Joan Maria Thomàs, quien le dio clases de catalán y alemán. En Mallorca, el músico culminó su obra La Atlántida y se refugió en busca de un clima favorable ante los continuos problemas de salud que padecía.
En la actualidad, ya nada queda de aquel inmueble. En 2016, tras años de reclamaciones de la Asociación por la Revitalización de Centros Antiguos (ARCA), una de las principales entidades conservacionistas de Balears, para que fuese declarado Bien de Interés Cultural (BIC) o Bien Catalogado de interés insular, fue reducida a polvo bajo las palas de una excavadora. El Consell de Mallorca había emitido un informe en el que levantaba la suspensión de las licencias de derribo al considerar que la casa no presentaba suficientes valores para mantenerla en pie. Hoy, un edificio de estilo funcional ocupa su lugar, borrando todo rastro del paso del compositor español más internacional.
“Peleamos hasta el último momento por el mantenimiento de la casa de Falla”, recuerda, en declaraciones a elDiario.es, la portavoz de ARCA, Àngels Fermoselle. La entidad se apoyaba en los valores paisajísticos y ambientales de la pequeña vivienda, que contaba con una tipología especial, con una escalera doble exterior y unos volúmenes integrados en el paisaje singular de Génova “fáciles de entender por cualquier persona con sensibilidad”.
La casa de Génova, en Palma, en la que Manuel de Falla pasó varias temporadas entre 1933 y 1934
La entidad se apoyaba, además, en un escrito que la Fundación-Archivo Manuel de Falla de Granada, impulsada, entre otros motivos, para evitar la dispersión de un archivo fundamental para la cultura musical, remitió para oponerse al derribo, y que se sumaba peticiones anteriormente formuladas por el compositor Joan Moll y el hijo del biógrafo de Falla, Manuel Orozco. La gerente y familiar de Falla, Elena García de Paredes de Falla, manifestaba en su misiva: “Mossèn Thomas, director de la Capilla Clásica, se ocupó de buscarle un sitio tranquilo donde pudiera retomar el trabajo, y en esa casita compuso la Balada en Mallorca sobre un tema de su admirado Chopin, que también habitó en Mallorca”. Una vivienda que consideraba singular no sólo por su tipología, “sino también porque en ella habitó un gran creador”.
“La protección patrimonial de estos enclaves es fundamental y es nuestro deber defenderlos y señalarlos convenientemente, pues son muchas las personas que gustan de visitarlos en sus viajes”, proseguía el escrito, que subrayaba cómo el Carmen de la Antequeruela, la modesta vivienda que Falla escogió para vivir en Granada, es Casa Museo declarada Bien de Interés Cultural, mientras que el chalet Los Espinillos en Alta Gracia, en Argentina, donde el autor de El amor brujo y El sombrero de tres picos residió los últimos cuatro años de su vida, se ha convertido también en un concurrido museo.
En Argentina y Granada, las dos casas donde residió Manuel de Falla son museos
Desde ARCA lamentaban que “el intento de protección de las singularidades tipológicas de las barriadas una vez más se queda en un anuncio” y recriminaban que el caso de la casa de Génova “es aún más grave porque, además de la destrucción paisajística, implica la pérdida de una casa histórica por haber albergado durante meses al más importante compositor español, Manuel de Falla”.
Edificio que en la actualidad ocupa el lugar del antiguo refugio de Falla
Llegada a Mallorca
A su llegada a Mallorca, el conocido folklorista y Thomàs habían acordado su residencia en la vivienda de la calle Rector Vives, de la que era propietario Antoni Mulet i Gomila (1887-1966) y quien, a su vez, se la alquiló al músico gaditano. Conocida como Can Mulet d’Abaix, la casa sirvió de estancia tranquila para el compositor.
“Tres veces a la semana pasaba yo la tarde con él ayudándole en su correspondencia. No era tarea fácil ni breve despacharla a entera satisfacción de quien pesaba las palabras como severo y concienzudo administrador de las ideas. A veces nos deteníamos largo rato en la redacción de un sencillo telegrama a un amigo. ¿Cómo terminarlo? La palabra ‘saludos’ es poco expresiva, decía Don Manuel. Pongamos ‘afectuoso saludo’, sugería yo. –No me gusta el ‘afectuoso’. –’¿Cariñoso?’ –Será demasiado. Y aquel día paraba la cosa en un ‘cordialísimo saludo’ o algo equivalente…”, recordaba Thomàs en su libro Manuel de Falla en la isla.
En él recuerda que “la complicación era mayor para aquel género de cartas que podían prestarse a falsas interpretaciones o a deformaciones de su pensamiento, especialmente al contestar a editores u organizadores de conciertos a los cuales, decía él, había que exponer las ideas con toda claridad y aun así frecuentemente entendían cosas muy distintas de las que uno quería decirles”.
Retrato de Manuel de Falla en 1914
Como señala la historiadora Elena Torres Clemente, cuya carrera investigadora se centra en la música española del siglo xx y fundamentalmente en la figura y la obra de Falla –en las que es considerada una de las máximas especialistas a nivel internacional–, el compositor se trasladó a la isla con el objetivo marcado de adelantar las “escenas mediterráneas” de su nuevo oratorio escénico. La primera estancia de Falla en Mallorca se extendió desde el 28 de febrero de 1933 hasta el 26 ó 27 de junio de ese mismo año y tuvo como principal fruto compositivo la creación de la Balada de Mallorca, una adaptación para coro mixto a cappella de la Balada en Fa mayor op. 38 de Frédéric Chopin.
Falla se trasladó a la isla para adelantar las ‘escenas mediterráneas’ de su nuevo oratorio escénico, según la historiadora Elena Torres Clemente. Compuso la creación de la Balada de Mallorca, una adaptación para coro mixto a cappella de la Balada en Fa mayor op. 38 de Frédéric Chopin
Los problemas de salud de Falla
La pieza, tal como explica Torres Clemente en su Biografía de Manuel Falla, fue estrenada en la Cartuja de Valldemosa (Mallorca), el mismo enclave que un siglo antes había acogido a Chopin y a Lucie Dupin -mundialmente conocida como George Sand-, el 21 de mayo de 1933, en el marco de la tercera edición del Festival Chopin. Como recuerda la historiadora, el 6 de diciembre de 1933, “preocupado ante el escaso rendimiento de sus labores creativas”, Falla dio inicio a su segundo viaje a la mayor de las Balears, en la que permaneció hasta el 18 de junio de 1934. Fue, según escribió Falla en una de sus cartas, “una temporada poco feliz” en la que habían venido las “cosas ‘torcidas’”, debido al padecimiento de un proceso gripal complicado más tarde con un principio de congestión pulmonar.
Panorámica de la barriada de Génova, con el edificio que ocupa la antigua casa de Falla en el centro
“En efecto, la desazón que afligió a Falla durante estos años y la ralentización de su vena creativa estuvieron también motivadas en buena medida por sus problemas de salud”, relata la investigadora. “En realidad, Falla arrastraba estos trastornos desde muchos años atrás, incluso antes de llegar a Granada. De hecho, justo unas semanas antes de trasladarse a la ciudad andaluza, en septiembre de 1920, el compositor dijo a Trend [en referencia al hispanista y musicólogo inglés John Brande Trend] haber sufrido varias ‘operaciones quirúrgicas’ que habían aplazado su marcha, al parecer motivadas por una extendida infección cutánea”, prosigue.
Por ello, justo antes de trasladarse a Mallorca, María del Carmen escribió a Joan Maria Thomàs para explicarle que su hermano había sufrido un “ataque nervioso de los más fuertes”, motivo por el que se encontraba “sometido a un régimen de riguroso aislamiento trabajando exclusivamente en la terminación de la Atlántida”, recoge Torres a partir de las cartas analizadas en su libro. En la isla, afirma, su salud “comenzó nuevamente a protestar” debido a la infección gripal y a un ataque reumático agravado por la humedad de la zona.
“Lógicamente, estas continuas dolencias comenzaron a hacer mella en los hábitos del músico, que Walter Starkie recordaba así tras su visita en Granada en 1935”: ‘Le vi la última vez en 1935, un año antes de la Guerra Civil. Su delicada salud le hacía llevar una vida de recluso y apenas salía más que para ir a misa en un viejo cabriolé desvencijado’“, recuerda la historiadora. Pese a la tranquilidad de Mallorca, los padecimientos que, sin embargo, fueron agravándose con el tiempo, tal y como se desprende de las misivas de Falla y su hermana.
La comitiva fúnebre con los restos mortales de Manuel de Falla procedentes de Argentina, a su paso por la Plaza de la Candelaria de Tenerife, antes de partir hacia Cádiz
El golpe militar de 1936 y el asesinato de su amigo Federico García Lorca pusieron ante los ojos de Falla la realidad de la guerra. “El único remedio que tenemos contra ella es […] no una Contrarrevolución de tipo conservador, que mantiene incluso lo execrable, por ser seguro, sino otra revolución más profunda y alta, guiada por el amor que debemos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos”, escribió el compositor en una carta al escritor Ramiro de Maeztu. Con todo, Falla y su hermana no se marcharon a Argentina hasta el 28 de septiembre de 1939. Moriría en 1946, la noche del 13 al 14 de noviembre, tras sufrir una parada cardiorrespiratoria mientras dormía.
Hoy, la presencia de Manuel de Falla en Mallorca se reduce a placas conmemorativas en Génova y a pequeñas jornadas de homenaje. Su estancia, que pudo haber proyectado a la isla como un espacio de creación musical vinculado a su figura, quedó fragmentada y sin un lugar físico donde contar su historia. La casa del compositor fue parte de esa isla que ofrecía cobijo a quienes deseaban crear. “Mallorca es para los pintores uno de los más bellos paisajes de la tierra y uno de los más ignorados”. George Sand empleó un día estas palabras para referirse a Mallorca. Una estampa que, casi doscientos años después, dista de la imagen actual de la isla, golpeada por la especulación, la masificación, la degradación del entorno y la sobreconstrucción.