
Diez lugares de España donde merece la pena darse un madrugón para ver amanecer
Todos estos destinos comparten algo: ofrecen un buen motivo para salir de la cama temprano y ver el día empezar con otra perspectiva
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Madrugar no es, precisamente, el plan favorito de la mayoría. Pero basta asomarse a ciertos paisajes cuando empieza a despuntar el día para entender que, a veces, merece la pena ponerse el despertador antes de lo habitual. Hay lugares que se transforman por completo a primera hora, cuando todavía reina la calma, los pájaros se desperezan y la luz va ganando terreno poco a poco.
España, con su variedad de paisajes, ofrece un sinfín de rincones para ver salir el sol: costas escarpadas, lagunas tranquilas, montañas volcánicas o faros solitarios. El espectáculo no requiere mayor preparación que llegar a tiempo y, quizá, llevar algo de abrigo. Lugares como el Pico de las Nieves en Gran Canaria, el Parque Nacional de Monfragüe en Cáceres o la Albufera de Valencia demuestran que ver amanecer puede ser un plan tan sencillo como inolvidable.
En esta lista hay miradores volcánicos, playas del Cantábrico y paisajes áridos como las Barrancas de Burujón. Todos comparten algo: ofrecen un buen motivo para salir de la cama temprano y ver el día empezar con otra perspectiva. Aquí tienes diez sitios donde el amanecer se disfruta con una belleza especial.
Mirador del Río (Lanzarote)
En el norte de Lanzarote, el Mirador del Río asoma sobre un acantilado con vistas al Archipiélago Chinijo. La panorámica es amplia, con La Graciosa en primer plano y un mar que parece plano desde allí arriba. Fue César Manrique quien convirtió este rincón en un mirador, asomándose a la costa, y el resultado es un lugar que se integra con la roca como si fuera parte de la isla.
Al amanecer, los tonos cálidos del sol contrastan con el paisaje volcánico y las salinas de abajo empiezan a brillar. Es un sitio silencioso a primera hora, perfecto para sentarse un rato a observar cómo se despeja el cielo. Suele hacer viento, así que conviene llevar algo de abrigo incluso en verano. Y si no quieres entrar en el mirador, en sus alrededores siempre hay opciones para contemplar el espectáculo de forma gratuita.
Pico de las Nieves (Gran Canaria)
El Pico de las Nieves es el techo de Gran Canaria y eso le da ventaja para recibir los primeros rayos del sol. Desde allí se ve el Roque Nublo, un símbolo de la isla, y en días claros también se distingue la silueta del Teide, flotando sobre el mar de nubes. Es un lugar alto, a más de 1.900 metros, y la carretera de acceso es cómoda, aunque con curvas.
Ir de madrugada implica algo de frío, pero la recompensa está en ver cómo la luz va descubriendo los barrancos y montañas. Para los que disfrutan sacando fotos, este es un buen sitio para capturar la isla desde arriba. Después se puede bajar hacia Tejeda a desayunar algo y entrar en calor.
Monasterio de Montserrat (Barcelona)
Montserrat es uno de esos lugares que imponen incluso antes de llegar, con sus agujas rocosas sobresaliendo en el horizonte. Subir temprano hasta el monasterio tiene doble premio: evitar las multitudes y poder ver cómo la luz empieza a teñir el paisaje. El acceso se puede hacer en coche o en cremallera, pero si se va antes del amanecer, entonces la única opción es en coche.
Desde las terrazas del monasterio se abren vistas amplias sobre buena parte de Catalunya. La atmósfera es tranquila a esas horas, con solo alguna campana rompiendo el silencio. Después del amanecer, se puede aprovechar para visitar el propio monasterio o dar un paseo por las rutas de senderismo de las montañas.
Faro de Favàritx (Menorca)
En la costa noreste de Menorca, el faro de Favàritx está rodeado por un paisaje singular, con rocas de pizarra negra y poca vegetación. La carretera que lleva hasta allí es estrecha y con curvas, pero el esfuerzo merece la pena si se quiere ver el mar y el cielo despejándose poco a poco. Además, es uno de los lugares de España donde antes llega la luz cada mañana.
El faro, blanco con franjas negras, es sencillo pero fotogénico. A primera hora suele haber pocas personas, salvo algún fotógrafo o visitante que quiere disfrutar de los primeros rayos de sol. Si hay algo de viento, las olas rompen con fuerza y añaden sonido a la escena. Es recomendable llevar calzado adecuado porque el terreno es irregular.
La Albufera (Valencia)
A solo unos kilómetros de Valencia, La Albufera es un lugar donde el agua y el cielo parecen fundirse. Al amanecer, el sol se refleja en la laguna y crea un bonito juego de luces que bien merece la pena el madrugón. Hay varios miradores, pero las pasarelas de madera son de los lugares más habituales para ver el espectáculo.
Muchos aprovechan la visita para dar un paseo en barca. A esas horas, el ambiente es muy tranquilo y solo se escucha el sonido de las aves. Después, siempre es buena idea acercarse al Palmar y probar un buen almuerzo valenciano, porque a esas alturas ya habrá pasado un buen rato desde que sonó el despertador.
El Teide (Tenerife)
Subir al Teide de noche para ver el amanecer es uno de esos planes que muchos incluyen en su lista de cosas que hacer en Tenerife. Con sus 3.715 metros, es el punto más alto de España y las vistas desde arriba son difíciles de igualar. En días despejados, se ven incluso las islas vecinas, flotando sobre el mar de nubes. Eso sí, el teleférico no abre hasta las 9:00 h.
El Parque Nacional es muy amplio y hay distintos lugares desde donde contemplar el sol salir. Para quienes no quieran caminar demasiado, hay miradores accesibles en coche. Y ojo, conviene llevar ropa de abrigo porque hace frío incluso en verano. Tras el amanecer, es buen momento para recorrer un rato los senderos y disfrutar del paisaje volcánico.
Celorio (Asturias)
Celorio es un pequeño pueblo de la costa de Llanes, en Asturias, rodeado de playas de arena blanca. Al amanecer, la luz va iluminando poco a poco las rocas y los islotes que salpican el mar. No hace falta ir a ningún mirador concreto: basta con bajar a cualquiera de sus playas y esperar a que el sol empiece a asomar.
El ambiente es muy tranquilo a primera hora, con apenas algún paseante y el ruido suave del mar. Desde aquí se ve la Sierra del Cuera al fondo, una estampa que mezcla mar y montaña. Después del amanecer, se puede aprovechar para caminar por el litoral o acercarse al pueblo a tomar un café y un pincho.
Parque Nacional de Monfragüe (Cáceres)
Monfragüe es conocido por su naturaleza salvaje y por ser un paraíso para los amantes de la ornitología. El amanecer en este Parque Nacional extremeño tiene algo especial porque es cuando las aves empiezan a hacer notar su presencia y se escuchan con mayor intensidad. Uno de los mejores puntos para verlo es el Castillo de Monfragüe, al que se llega tras una subida corta pero algo empinada.
Desde lo alto se ven las dehesas y el Tajo serpenteando entre montañas. Es un lugar silencioso a esas horas, salvo por el griterío no muy lejano de los buitres leonados. Después de ver salir el sol, se pueden recorrer las rutas de senderismo señalizadas, que atraviesan encinares y zonas rocosas donde es frecuente avistar rapaces.
Barrancas de Burujón (Toledo)
A unos 30 kilómetros de Toledo, las Barrancas de Burujón sorprenden a quien no las conoce. Son paredes rojizas de arcilla y arena que se alzan sobre las aguas del embalse de Castrejón. Algo así como el Gran Cañón, pero en pequeñito. El mejor momento para verlas es al amanecer, cuando la luz suave resalta las texturas y los tonos cálidos del terreno.
El lugar cuenta con senderos y varios miradores, todos fácilmente accesibles. A esas horas suele haber poca gente, lo que permite disfrutar del paisaje con calma. Aunque es un entorno árido, el contraste entre el agua azul y las paredes rojizas crea una imagen diferente a la típica llanura manchega. Tras la visita, se puede completar el día paseando por Toledo.
Cabo de Gata – Arrecife de las Sirenas (Almería)
El Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar es uno de los paisajes más singulares del Mediterráneo y también de nuestra propia península ibérica. Uno de sus rincones más fotogénicos es el Arrecife de las Sirenas, cerca del faro, donde formaciones rocosas asoman en el mar. Al amanecer, la luz va pintando poco a poco el horizonte, el agua adquiere tonos cálidos que contrastan con el negro volcánico de las rocas y podemos disfrutar de este espectáculo desde un cómodo mirador.
La carretera hasta el faro es estrecha, pero fácil. Suele haber fotógrafos buscando la mejor toma, aunque a primera hora se disfruta en relativa soledad. Es recomendable llevar algo para desayunar, porque no hay servicios cerca y apetece quedarse un rato más viendo cómo cambia el paisaje. Luego, siempre queda tiempo para descubrir las playas cercanas.