
Flotadores, manguitos y otros inflables de baño para niños: qué precauciones debemos tener
No existe ningún dispositivo para el agua que sea 100% seguro; en todos los casos es necesaria la vigilancia de un adulto
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La temporada de baño en playas y piscinas está en pleno auge y lo más probable es que algunos padres se hayan preguntado ya cuál es la mejor manera de proteger a sus hijos dentro del agua, teniendo en cuenta que estamos en una de las épocas en las que más ahogamientos se producen. Según datos de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES), cada año fallecen entre 400 y 600 personas por ahogamiento en España.
Entre las principales causas están la falta de supervisión directa en menores, sobre todo durante las horas de sobremesa, entre las tres y las seis de la tarde, y una falsa sensación de seguridad proporcionada por flotadores o manguitos. Aunque la oferta de sistemas antiahogo es extensa, desde flotadores tradicionales, flotadores de cuello o de rosca con agujeros para las piernas, manguitos, burbujas y otros inflables, no debemos confiar solo en ellos para confiar la seguridad de los niños en el agua.
Si bien este tipo de dispositivos pueden brindar una valiosa ayuda para mantener a un niño a flote, nunca deben considerarse dispositivos de seguridad por sí solos. Conocer cómo funcionan, qué normas deben cumplir y cómo usarlos es clave para evitar accidentes y sustos.
Flotadores hinchables y manguitos
Los manguitos son dispositivos de flotación que se colocan alrededor de los brazos para que los niños puedan flotar y mantenerse a flote más fácilmente, pero solo mejoran la flotación. No garantizan que el niño no se vuelque o los manguitos les salgan de los brazos si la talla no es la adecuada. Además, no permiten un movimiento libre de los brazos, lo que dificulta que el niño pueda aprender a nadar. Sí pueden ser útiles cuando los menores tienen entre dos y tres años y podemos estar a su lado sin tener que sujetarlos todo el rato.
Lo mismo puede pasar con los flotadores de cintura: si son más grandes, pueden salirse y dejar al niño sin nada y en una posición vulnerable. Pueden usarse para jugar, pero no debemos confiar en su seguridad.
Estas ayudas a la flotabilidad están reguladas por la norma europea EN 13138-1, que obliga a que en las instrucciones se indique que no protegen contra el ahogamiento.
Es clave conocer cómo funcionan, qué normas deben cumplir y cómo usar los distintos tipos de flotadores.
La Asociación Española de Pediatría (AEP) afirma que los flotadores hinchables y manguitos dan una sensación de falsa seguridad, por tanto, no deben considerarse dispositivos seguros por sí solos. De la misma manera se pronuncia el Ministerio de Sanidad, que admite también que los flotadores hinchables no son recomendables y que, en el caso de que un niño no sepa nadar o no nade bien, es preferible usar un chaleco salvavidas de flotación.
En la playa, tanto si se usan flotadores como colchonetas inflables, debe tenerse en cuenta que pueden ser un elemento de riesgo extra porque pueden ser arrastrados por la corriente del mar.
Flotadores de cuello
A diferencia del flotador convencional, que se pone en la cintura, el de cuello obliga a estar al niño erguido, lo que puede ser contraproducente para su desarrollo. Además, y según la AEP, los bebés sujetos así, de forma vertical, pueden recibir compresión en el cuello y producir tensión en los ligamentos y músculos.
Los manguitos solo mejoran la flotación y no garantizan que el niño no se vuelque.
Chalecos
¿Y los chalecos salvavidas? Los chalecos se usan sobre el bañador para ayudar a los niños a adoptar una postura natural en el agua mientras aprenden a nadar. Son una ayuda a la flotabilidad y, al no necesitar aire, no presentan riesgo de desinflarse ni pincharse. Un punto a favor. Además, los niños no se los pueden quitar.
Sin embargo, su uso debe estar pautado por una serie de medidas: debe ser de la talla del niño, estar homologado y usarlo siempre que el niño esté cerca del agua. La AEP advierte que tanto los chalecos inflables como los manguitos flotadores que van en el brazo, tampoco son una protección eficaz contra el ahogamiento.
Burbujas y cinturones
Estos dos sistemas de flotación van atados a la cintura. Una de las desventajas es que obliga a los pequeños a mantener una posición horizontal con la que es fácil que acaben tragando agua. Además, la dificultad para aprender a nadar con ellos es alta ya que los obliga a ir un poco inclinados hacia delante.
Churros
Pueden ponerse bajo los brazos o en un extremo entre las piernas y el otro en las camas, como un caballito. Aunque pueden ser una buena opción cuando están aprendiendo a nadar, es importante que un adulto esté siempre presente porque es fácil que los pierdan.
La única manera de proteger a los niños en el agua
Entonces, ¿de qué manera podemos proteger a nuestros niños de los ahogamientos? Ninguno de los sistemas descritos es un salvavidas, solo supone una asistencia a la flotación, por tanto, no son infalibles. La recomendación de las autoridades sanitarias es que, teniendo en cuenta que un niño puede ahogarse incluso en dos centímetros de agua en una bañera o una piscina hinchable, nunca deben quedarse solos, ni siquiera con alguno de estos sistemas. Incluso con un flotador, el ahogamiento puede ocurrir en pocos segundos.
En 2023, y con motivo de la campaña #StopAhogados, la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo afirmaba que la supervisión constante de niños y niñas en el agua es vital. Por tanto, es imprescindible que siempre haya una persona adulta responsable que vigile a los niños en todo momento. También alertaba que flotadores y colchonetas, una forma divertida de disfrutar en el agua, no son dispositivos de seguridad en los que confiar: pueden desinflarse, volcarse o desprenderse, por lo que generan una sensación de seguridad equivocada.
En definitiva, la única forma y más eficaz y segura de baño de los niños y bebés es bajo la atenta mirada de un adulto y en brazos y sujeto si es muy pequeño. Incluso si saben nadar, la vigilancia activa es esencial.