Gabriel Ventura, poeta y escritor: «Una de las formas de rebelión actuales pasa por no ser tan pesimistas con Internet»

Gabriel Ventura, poeta y escritor: «Una de las formas de rebelión actuales pasa por no ser tan pesimistas con Internet»

El autor de ‘El mejor de los mundos imposible’ se asoma al Rincón de Pensar para quitar prejuicios a la relación de los jóvenes con la tecnología y reivindicar la literatura como «espacio de contrapoder»

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En un mundo pospandémico y que vuelve a estar en guerra, miles de adolescentes se evaden en un universo de fantasía, sin salir de su habitación, gracias a su ordenador y su teléfono móvil. Las fronteras entre lo real, lo digital y la imaginación se difuminan en este fenómeno conocido como reality shifting. Autor de El mejor de los mundos imposibles (Anagrama, en castellano y catalán), uno de los ensayos más interesantes del curso, el poeta, escritor y profesor Gabriel Ventura aborda sin prejuicios el cambio en la formación de vínculos que ha generado el universo gamer e Internet y su impacto en las relaciones de poder, las formas de interactuar o la literatura.

¿Qué es el reality shifting?

Es una práctica imaginativa híbrida, con una pata en Internet y otra en la vida analógica, para generar nuevos mundos a través de la imaginación y la fantasía y que las personas puedan proyectar y jugar con su identidad. Es un trabajo propio de nuestra época: se trabaja con la conciencia, pero también con los objetos.

¿Cómo conoció este fenómeno?

Dos de mis alumnos en la clase de escritura creativa de la BAU me explicaron sus prácticas de imaginación y fantasía y me fascinó. El reality shifting implica temas que ya había tratado en la poesía, como la relación entre la realidad y el deseo o cómo se puede transformar el mundo a través de la imaginación. Pero lo que más me interesó fue su vertiente de evasión. ¿Qué está pasando en esta sociedad para que la gente necesite huir de ella de forma tan extrema?

El punto de partida es la evasión. ¿De qué se huye?

El shifting empieza como forma de evasión en el momento en el que el mundo se confinó por la pandemia, que es cuando este fenómeno explota y empieza a popularizarse. El objetivo de evadirse es clarísimo, pero la tendencia humana siempre es hacia lo gregario y hacia compartir. Es una práctica que empieza de modo muy solitario, como la literatura, y es una lucha entre uno mismo y la imaginación.

Después viene el segundo paso, el de compartir si se ha logrado la evasión o no. Son relatos tanto de la gente que lo consigue como la que expresa la frustración por no haber llegado a este mundo alternativo, y a la vez quiere seguir intentándolo. Es la soledad compartida de hacerse un vídeo, subirlo a TikTok y comentar la experiencia, aunque no se haya conseguido shiftear del todo, para que la evasión solitaria se convierta en algo más comunitario.

¿Fenómenos como el shifting o los videojuegos son todavía demasiado prejuzgados?

El mundo de los gamers me encanta porque es la demostración que se pueden generar vínculos emocionales colectivos y hasta políticos en gente que puede estar en la misma situación de dificultades económicas o personas y que si no fuera porque juegan al mismo juego por Internet no compartirían sus tristezas.

La cuestión no es tanto el ‘online’ o el ‘offline’, sino cómo hacer que las grandes corporaciones tecnológicas no se aprovechen de nuestras fragilidades

Un mundo a priori destinado al aislamiento se convierte en espacio para la esperanza.

Para la esperanza y para unos vínculos que no son los que se crean en una charla en un bar. En el mundo gamer he visto gente con tendencias anarquistas, muy decepcionadas con el sistema, y que prefieren dedicar su tiempo a estas ficciones alternativas porque la vida real no les da. Es tan cruda que prefieren volcarse en Internet y allí encuentran espacios para compartir frustraciones, pero también deseos y alegrías.

Nuestra tendencia a crear comunidades seguirá existiendo siempre, con o sin Internet, esto es un debate superado. La cuestión realmente importante no es tanto el online o el offline, sino cómo hacer que las grandes corporaciones tecnológicas no se aprovechen de nuestras fragilidades sociales, culturales y económicas para controlarnos. Y que estas comunidades estén basadas en la ética, el respeto al otro y a la diferencia. Puede haber una sombra, como la hay en muchas cosas de la vida, pero es importante mantener la esperanza y luchar para vencer a estos technobros que solo quieren acumular y acumular. El control de nuestro imaginario y nuestra libertad hay que lucharlo dentro y fuera de Internet.

La definición más interesante que hace del reality shifting es cuando lo llama “un acto de soledad compartida”. ¿Cómo es este vínculo con una comunidad en Internet desde el aparente aislamiento de la habitación?

Por mi experiencia y la de otros amigos, puedo decir que estos vínculos que se crean en comunidades online pueden ser muy sólidos porque interviene mucho el factor de la imaginación. Mi hermano es gamer y ha hecho amigos jugando a videojuegos con gente que vive en Madrid o Buenos Aires. No se han visto nunca pero mientras juegan hablan, se explican cosas y se cuentan su día a día. Crean una amistad, que a veces se desbloquea físicamente y se descubre que en el plano cotidiano real, fuera del online, no funciona. Me parece un tema muy complejo y muy interesante.

¿Qué diferencia más importante ve en la amistad forjada en Internet?

Debatir con alguien en un foro es una proyección de algo que no se sabe exactamente qué es. Hay un elemento fantasmagórico en las pantallas que sitúa las relaciones humanas que se construyen a través de ellas en un plano más fantasioso. A la persona que tienes delante físicamente le puedes ver los gestos, sus particularidades a la hora de articular su carácter, y esto es algo que cambia en Internet.

¿La evasión de los malestares que nos atravesaban en la pandemia y ahora se queda en Internet tiene capacidad de transformar la vida no digital?

Es un fenómeno propio de una comunidad online, pero detecto una necesidad en ellas de rebatir este impulso constante de que estamos viviendo el fin del mundo. Son generaciones con una ansiedad ecológica increíble, pero que abren una rendija para la imaginación. Necesitan seguir creyendo en lo imposible, y eso tiene una traducción en la lucha colectiva offline. Me comparo con ellos cuando era un joven aspirante a poeta: jóvenes escribiendo y sintiéndonos solos en una habitación, que fuera no terminan de encontrar relaciones más comunitarias, pero que, de golpe, el tiempo y la imaginación les permiten irrumpir y romper esa soledad mediante alianzas y amistades.


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La hipótesis que plantea al final del libro es que debemos dar tiempo a este fenómeno para ver si puede combatir el mantra tatcheriano de ‘There is no alternative’ [no hay alternativa al capitalismo].

El peligro de caer en la melancolía o la inacción existe, pero intento romper con este pesimismo ontológico de casi todos los filósofos que escriben sobre tecnología. Se suele caer en el desánimo, definir fácilmente a estos jóvenes como una generación perdida, pero creo que tenemos que esperar y que no podemos tener esta presunción.

¿Hay un punto de condescendencia en cómo, incluso los mayores de 30, miramos a la relación de los jóvenes con Internet?

Sí. Los que estamos entre los 30 y los 40 tenemos un pie en cada orilla, uno en el mundo analógico y otro en el digital, a veces parece que tengamos que escoger una de las dos. En cambio la generación anterior vive directamente una desconexión total con los jóvenes, como si fuera un fracaso colectivo, pero tendría que verlos con un poco de esperanza. En la nueva forma híbrida entre lo analógico y lo digital también hay espacios para la rebelión.

A veces da la sensación que los mayores de 50 están igual de enganchados al móvil que el resto pero critican todo el día a los jóvenes.

¡Totalmente! En comparación con los jóvenes, los boomers están más enganchados y tienen una relación con el móvil más nociva. Pero lo realmente interesante es que las nuevas generaciones tienen la unión de la vida orgánica y la vida digital totalmente asimilada, y saben que entrar y salir de cada una de ellas no es un trauma. Saben hacia dónde va el futuro.

¿Culpamos al teléfono móvil o a Internet de unos males que no provocan y que tienen un origen social o económico?

Hay una serie de empresas tecnológicas y magnates que quieren controlar a la población, esclavizarla todavía más y obtener beneficios económicos y políticos. Igual que se rebelaron los siervos medievales, una de las formas de rebelión actuales pasa por no ser tan pesimistas con Internet y ver rendijas de libertad.

La literatura seguirá teniendo su papel como un espacio seguro y ejercerá mucho más de contrapoder

Describe el reality shifting como un fenómeno con una liturgia: los jóvenes se preparan creando el ambiente y la iluminación adecuada en sus habitaciones.

¡El aspecto ritual del reality shifting es fascinante! Los protocolos y la liturgia previas también tienen una dimensión comunitaria, se han conformado a través de foros de Internet o en Reddit. A muchos shifters les gusta empezar poniéndose sonidos binaurales, un tipo de iluminación o una posición corporal determinada. Son elementos con un componente litúrgico, que me recuerdan a los de los escritores. En cualquier práctica literaria ha sido muy importante el momento previo a cuando te pones a escribir: la hora a la que empiezas a trabajar, el tipo de luz, si escuchas música antes… Son liturgias para poder trabajar con la imaginación.

Al final del libro plantea que la distinción entre lo que está dentro y lo que está fuera de Internet es obsoleta y que es necesario interiorizar Internet. ¿Cómo es este proceso de interiorización?

Nuestra manera de pensar, de crear, de escribir, del sentido que le damos a las cosas y hasta de perder el tiempo ha cambiado con Internet. No hace falta irnos al siglo XIX, hace unas pocas décadas las polémicas en los periódicos duraban meses, y en cambio ahora se queman rapidísimo. Vivimos en tiempos de velocidad rápida y de hacer muchas cosas a la vez, tanto en nuestro escritorio mental como en el del ordenador con diez pestañas abiertas. La interiorización es saber qué pestaña abrir y cerrar, saber cuál priorizar.

¿Internet sustituye al libro como espacio de evasión?

La literatura tiene que tender cada vez más a poner en crisis, ralentizar y cuestionar la preeminencia de las plataformas digitales de series y películas. Tiene que cuestionar esta velocidad y esta inmediatez extrema. La literatura seguirá teniendo un papel a la hora de crear ficciones, porque no es lo mismo leer una novela que ver una serie. No digo que sea ni mejor ni peor, pero es distinto: el proceso cognitivo por el que se pasa al leer una novela, en el que a veces tienes que leer un párrafo varias veces para entenderlo, es diferente. En contra de esta especie de apocalipsis que se cierne sobre el libro, creo que la literatura, sobre todo la que fomente el pensamiento crítico, seguirá teniendo su papel como un espacio seguro y que ejercerá mucho más de contrapoder.

¿Esto corre el peligro de dejar la literatura como algo demasiado exclusivo o elitista?

No sé si es elitismo. También se dice que la poesía es un género que da mucho respeto, pero creo que tiene que haber un elemento de curiosidad para entrar en ella y poder articular otras formas de pensamiento o ficciones. Lo que sí que pide es más tiempo, y hoy en día no todo el mundo lo tiene. En mi caso, que provengo de un contexto bastante humilde, el acceso a la literatura fue una cuestión de curiosidad y azar. Mi familia no era muy culta ni erudita. Lo que hay que hacer es propiciar, con acciones políticas, este azar y esta curiosidad para que se dé en más jóvenes de más familias humildes.