Fideos y un lugar a donde ir: así son los ‘colmados contra la soledad’ de Seúl

Fideos y un lugar a donde ir: así son los ‘colmados contra la soledad’ de Seúl

El Ayuntamiento de la capital surcoreana ha inaugurado cuatro tiendas piloto dedicadas a personas que se sienten aisladas, sobre todo jóvenes y de mediana edad

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El zumbido suave que emite un sillón de masaje se escucha desde la entrada de una sala espaciosa. Es un lugar fresco para refugiarse del sofocante calor de verano, ubicado en la tercera planta de un centro comunitario del barrio de Dongdaemun, en el este de Seúl. Una conjunción de sonidos denota tranquilidad: el susurro de las páginas de un libro, los pitidos suaves de un juego de mesa con pantalla táctil, y el murmullo apagado de una conversación que llega de la cocina.

Eom Mi-hui, de 53 años, muestra satisfacción mientras se acomoda en una bañera provista de rayos infrarrojos para los pies. “Me siento muy bien”, dice la mujer. “No tengo muy bien el cuerpo, así que creo que esto me ayuda”. Luego se acerca al sillón de masajes.

El local es una de las “colmados para la mente” de Seúl donde los residentes solitarios pueden sentarse cómodamente, disfrutar de una comida sencilla, ver una película o simplemente pasar un rato en compañía. No hace falta hablar. La idea es que incluso las interacciones pasivas ayudan a combatir la epidemia de soledad que sufre la ciudad. Para los que necesiten un apoyo mayor, también hay consejeros disponibles.

Los hogares unipersonales de Seúl, una ciudad de casi 10 millones de habitantes, han pasado, en poco más de dos décadas, de representar el 16% a casi el 40% del total. El 62% de las personas que viven en hogares unipersonales dicen sentirse solas, según una encuesta publicada en 2022 por el centro de estudios Instituto de Seúl. De acuerdo con las estimaciones del ayuntamiento, 130.000 jóvenes de la capital surcoreana sufren aislamiento social.

En toda Corea del Sur se registraron a lo largo de 2023 más de 3.600 “muertes en soledad”. Es decir, personas que murieron solas y cuyos cadáveres no fueron descubiertos hasta pasado largo tiempo.


El propietario de una pensión muestra la habitación en la que se encontraba uno de los tres hombres que murieron solos y nadie reclamó su cuerpo

El alcalde, Oh Se-hoon, puso en marcha a finales de 2024 la iniciativa “Seúl sin soledad”, un programa de cinco años durante el que se invertirían 451.300 millones de wones (unos 279,8 millones de euros) para atajar el problema. “Los bajos niveles de felicidad, las altas tasas de suicidio y la depresión están relacionados con la soledad”, dijo.

La tienda del barrio

Eom vive sola y ha tenido problemas de salud mental. Descubrió el centro por un boletín de noticias del barrio. “Cuando te sientes mal, quedarte en casa empeora las cosas”, dice. “No hay ningún sitio adonde ir y hasta ponerse los zapatos parece difícil; pero con un lugar como este me digo ‘iré allí’, y salir me parece más fácil”, explica.

El de Dongdaemun es uno de los cuatro centros piloto que se abrieron en marzo. El nombre de pyeonuijeom (colmado o tienda de barrio, en coreano) con que se refieren a ellos elude deliberadamente los estigmas y aprovecha una piedra angular de la cultura coreana: los establecimientos de barrio a los que la gente acude ocasionalmente durante el día para comprar algo de picar o de beber. Esta familiaridad hace especialmente accesible el espacio de Dongdaemun. En palabras de Eom, “es una combinación de cafetería y tienda de ultramarinos”.


Tienda de conveniencia GS25 en una calle de Seúl

“Las políticas contra la soledad que teníamos antes en nuestro país eran para personas aisladas y en momentos de crisis”, dice Kim Se-heon, que en el Ayuntamiento de Seúl trabaja para la nueva división contra la soledad. “Nos dimos cuenta de que teníamos que abordar la soledad en sí, es decir, el estado emocional subjetivo previo al aislamiento y al retraimiento”, relata.

El Ayuntamiento ha puesto en marcha otros programas, además de las tiendas. Uno de ellos es la línea telefónica de atención a solitarios inaugurada en abril y abierta las 24 horas del día. A principios de julio, el servicio ya había recibido más de 10.000 llamadas, superando el objetivo anual de 3.000. Casi 6.000 personas llamaron porque se sentían solas y necesitaban hablar. Un 63% de ellas eran de mediana edad; un 31%, adultos jóvenes; y sólo un 5%, mayores.

Un lugar al que sentirse unido

En el centro de Dongdaemun, los visitantes tienen que responder a un cuestionario de cinco preguntas breves sobre la soledad antes de utilizar las instalaciones. Allí pueden preparar fideos instantáneos. La frecuencia de las comidas depende de su nivel de aislamiento.

Lee Won-tae, de 51 años, dice que el centro se ha convertido rápidamente en parte de su día a día. Como es nuevo en la zona y todavía está haciendo contactos, lo ha integrado en su rutina casi diaria de salir a caminar por un problema en las piernas. “Todavía no tengo muchos amigos íntimos”, dice. “Camino mucho, pero cuando voy demasiado lejos, se me hace difícil; vengo aquí, hago un descanso y luego sigo”. Igual que Eom, Lee no busca socializar mucho en el lugar. “Poder descansar en un sitio como este me parece más adecuado”, dice.

Según el trabajador social Yoo Dong-heon, que gestiona el centro de Dongdaemun y asesora a sus visitantes, la demanda ha superado todas las expectativas, y el número de usuarios diarios crece sin parar. “La gente está viniendo de otros barrios de Seúl y hasta de ciudades de fuera de la capital, como Gimpo, Uijeongbu e incluso Ansan”, cuenta.

“Esta mañana vino una persona que había tratado de suicidarse varias veces, con heridas en las manos todavía visibles”, explica, y detalla: “A personas así, las ponemos inmediatamente en contacto con los servicios de asistencia social”.

Apoyo entre iguales

Lee In-sook, voluntaria en el centro como “asesora de actividades curativas”, no ofrece soluciones rápidas, sino algo que tal vez sea más valioso: la compañía de alguien que ya pasó por lo mismo. Hace diez años, tras más de 20 de matrimonio, Lee se divorció y se sumió en la desesperación: tenía dos hijos que criar sin apoyo económico. “Me sentía impotente y no quería hacer nada”, recuerda. “Pero tenía hijos que criar, así que tuve que recomponerme”.

Su recuperación fue larga y difícil, pero ahora se vale de su experiencia para orientar a otros. “Los jóvenes están preocupados por el trabajo y por el futuro; la gente de mediana edad enfrenta dificultades económicas y la posibilidad de una jubilación forzosa; los mayores están luchando contra la pobreza y contra los problemas de salud”, cuenta.

Lee trabaja ahora en el centro una vez por semana. Su método requiere paciencia. “Algunas personas vienen aquí y en un primer momento no quieren hablar con extraños, es normal”, dice. “Pero poco a poco, a medida que se familiarizan con el espacio, empiezan a soltarse”.

En su opinión, el centro tiene algo que en los servicios formales no suele haber: una conexión humana real, y “eso es algo que el dinero no puede comprar”.

Traducción de Francisco de Zárate