
Cómo hablar de la regla con tu hija adolescente: «El color, la cantidad o el olor aportan mucha información»
La matrona y enfermera Susana Sancho ha escrito ‘Viaje a la tierra de la Luna Rosa’, una guía para niñas y adolescentes sobre la primera menstruación
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Susana Sancho Esteban es matrona y enfermera. Trabaja en el sistema público catalán, en el área de salud sexual y reproductiva, acompañando a mujeres, niñas y familias en sus diferentes etapas. Hace unos años vivió un momento vital complejo: después de la pandemia, pasó un cáncer de mama, al mismo tiempo que su hija entraba en la pubertad. Así que empezó a escribir un texto para ella, para acompañarla en su primera menstruación. Al final ese texto se convirtió en un libro: Viaje a la tierra de la luna rosa (Profit Editorial, 2025), un recurso educativo para guiar a niñas y adolescentes en su proceso hacia la primera menstruación.
Todo empezó con un texto dedicado a su hija, pero pronto se dio cuenta de que podría ayudar a más personas y se convirtió en un libro. ¿Es importante sacar la menstruación de la esfera privada, hablar de ella también en público?
Sí, es la mejor manera de visibilizar un tema que ha estado tan oculto hasta ahora como la menstruación, que se ha considerado hasta hace poco un tabú. Si no hablamos de las cosas, no existen, así que este me parece un primer paso para normalizar la menstruación y todos los procesos que tienen que ver con la salud de las mujeres. Solo desde esa visibilización podremos empezar a investigar y a vivir la menstruación desde el punto de vista de la salud de todas las personas que menstrúan.
¿Sigue siendo un tabú hablar de la regla?
Por suerte hemos avanzado mucho, pero nos queda todavía camino por recorrer. Ayer mismo impartí un taller en el que una asistente me contó que en su familia la primera menstruación de las niñas se expresaba en clave, decían: “La gallina que me trajiste ya se ha estrenado”. A veces seguimos utilizando frases como “estoy mala” o “estoy en esos días”, y eso también debemos revisarlo.
Reconoce que escribiendo este libro pudo sanar un poco su propia relación con la menstruación. ¿Por qué?
Yo tuve mi primera menstruación muy pronto, a los 11 años, y nadie me había explicado nada. En el colegio se pasaba por encima y mi madre tampoco tenía muchos más recursos, así que me explicó lo básico: cómo usar una compresa, que a partir de ese momento tenía que tener cuidado con los chicos y que ya era “una mujer”. Noté que le daba pena que me hubiese venido tan pronto. Luego tuve bastantes problemas con reglas dolorosas, quiste de ovarios… y cuando ya le estaba pillando el gusto, llegó el cáncer de mama y me quedé sin menstruación por el tratamiento. Ese momento coincidió con la pubertad de mi hija, así que empecé a escribirle para que ella pudiese vivir su primera menstruación de otra manera y ese ejercicio se convirtió en una manera de recolocar yo también mi propia experiencia.
Una asistente [a un taller ] me contó que en su familia la primera menstruación de las niñas se expresaba en clave, decían: ‘La gallina que me trajiste ya se ha estrenado
Centrémonos en ese dicho que reza que la niña que tiene su primera menstruación pasa “a ser mujer”. ¿Por qué no es correcto?
Porque no es verdad. El proceso en torno a la primera menstruación es largo, son años que implican diferentes cambios, y cuando viene la primera regla todavía falta mucho tiempo para alcanzar la madurez menstrual y cíclica. De ahí viene el título del libro, de hecho: la luna es rosa porque la niña menstrúa pero todavía no ha llegado a la madurez del rojo.
De hecho la menstruación se presenta en el libro como un proceso, no como un momento concreto. ¿Por qué?
Porque como decía, el camino hacia la primera menstruación no es “el día que te viene la regla”. Es un proceso completo que dura años y que incluye diferentes fases y cambios a todos los niveles: el conocimiento de la vulva, el desarrollo del botón mamario, la aparición del vello y el flujo, la menstruación o el placer. Si la niña conoce esas señales, podrá ir viviéndolas como un proceso e incluso celebrarlas. Y así evitamos llegar a la regla de repente, como si fuera una sorpresa, porque en realidad no lo es. El cuerpo lleva mucho tiempo preparándose y lanzando señales previas, lo que pasa es que estamos tan desconectadas del propio cuerpo que no sabemos interpretarlas.
Habla de la menstruación como un “quinto signo vital”. ¿En qué sentido?
La menstruación es un indicador de que todo está bien en nuestro cuerpo, en cuanto a equilibrio hormonal, nutrición, estrés… Menstruar es un proceso que requiere mucha energía: cada mes tenemos que crear un endometrio, producir un óvulo fértil… Esto gasta un montón de energía y recursos cada mes, y si menstruamos quiere decir que el cuerpo tiene esa energía disponible. Si algo va mal, muchas veces lo primero que cambia es la menstruación, porque de alguna manera el cuerpo avisa de que no estaría en buen estado para iniciar un embarazo. El color, la cantidad o el olor de la sangre pueden aportar mucha información sobre la alimentación, el estrés o alguna patología.
El proceso en torno a la primera menstruación es largo, son años que implican diferentes cambios, y cuando viene la primera regla todavía falta mucho tiempo para alcanzar la madurez menstrual y cíclica
Usted propone una visión positiva de la menstruación, todo lo contrario a un problema: lo considera una ventaja.
Si le damos la vuelta al ciclo para buscar la parte positiva, nos encontramos con que el hecho de tener cuatro fases menstruales diferenciadas hace que tus habilidades vayan cambiando a lo largo del ciclo. Si tú conoces bien tu ciclo, eso te puede dar una información supervaliosa para utilizarla en tu día a tu favor. Por ejemplo, en la fase preovulatoria, que se caracteriza por tener mucha energía, puedes hacer más deporte y te puedes concentrar más estudiando; en la fase premenstrual, puede que tengas más ganas de ordenar o limpiar, así que puedes reservarte esos días para hacerlo. Otro ejemplo sería la ira que surge en la fase premenstrual, por ejemplo, que nos puede dar pistas de aquello que no queremos más en nuestra vida. Y si no te queda más remedio que hacer las cosas aunque no sea tu mejor momento del ciclo, lo que puedes hacer es ser más amable contigo misma entendiendo que te va a costar.
El color, la cantidad o el olor de la sangre pueden aportar mucha información sobre la alimentación, el estrés o alguna patología
¿Hay que impartir educación menstrual y sexual en las escuelas?
En mis 20 años de acompañamiento afectivo-sexual a niñas, niños y jóvenes he podido constatar la gran necesidad que hay de tener información con valor, no solo sexual. Una educación que reconozca los procesos vitales y la naturaleza cíclica femenina, para poder vivirla como una ventaja y no como un problema. Esto haría que las mujeres y las personas que menstrúan puedan vivir sus procesos de forma más consciente, conocer sus cuerpos y prevenir problemas de salud. En nuestra asistencia diaria, las matronas nos encontramos con mujeres que llegan al embarazo sin ningún tipo de información, y es ahí donde descubren por primera vez la conexión con su cuerpo: su carácter cíclico, los cambios a lo largo de las diferentes etapas… Eso es tremendo y hay que cambiarlo con educación.
¿Y esa información de calidad debería llegar también a niños, padres y amigos?
Sin duda, porque es un proceso que forma parte de la vida de todas las personas, todo el mundo va a tener cerca a alguien que menstrúe en algún momento de su vida. Por eso la educación menstrual no puede dirigirse solo a las personas que menstrúan, sino que debe ser general, para que padres, hermanos o amigos puedan tener información con la que acompañar estos procesos. Me están llegando testimonios de padres que han comprado mi libro para leerlo con sus hijas y esa lectura conjunta les está dando pie a que la niña haga preguntas. Esto me parece precioso. Entre todos y todas podemos poner en marcha pequeños cambios que lleven a un cambio estructural.
¿Falta perspectiva de género en el abordaje del ciclo menstrual, de la salud y de la educación sexual?
Desde el ámbito sanitario todavía nos queda muchísimo por avanzar en cuanto a la perspectiva de género. Arrastramos un sesgo de género tremendo en investigación y abordaje de todo lo que nos afecta. El ejemplo más claro es la endometriosis, que puede tardar años en diagnosticarse por falta de investigación y de conocimiento. En cuanto a la educación sexual, se dedica muy poco tiempo en las escuelas y se enfoca mucho en prevención, en el uso del preservativo o las enfermedades de transmisión sexual, pero muy poco por ejemplo en la búsqueda de placer. Hace falta invertir en educación sexual desde edades muy tempranas, con un enfoque amplio e integral y con perspectiva de género.
El libro huye de tabús y eufemismos para llamar a las cosas por su nombre: vulva, vello, botón mamario, menarquia, menstruación, flujo… ¿Es importante la forma en que nombramos la realidad?
Sin duda, y vuelvo a la idea de antes: lo que no se nombra, no existe. Cada día me encuentro en la consulta con mujeres adultas a las que exploro después del parto y que sienten asco o desconocimiento por su cuerpo. Les pido que contraigan el periné para valorar el suelo pélvico y no saben qué les estoy pidiendo, lo desconocen. O les ofrezco enseñarles el cuello del útero con un espejo y me contestan que no, que les da asco. Yo creo que tenemos que saber desde edades tempranas cómo es nuestro cuerpo y ponerle los nombres adecuados. Así se lo he enseñado a mis hijos desde muy pronto.
También dedica varios pasajes del libro a hablar sobre sororidad. ¿Es un concepto importante en la educación menstrual?
Sí. Siempre se nos ha dicho eso de que “las mujeres somos nuestras peores enemigas”, que competimos y nos machacamos, cuando no es así. Las mujeres juntas somos muy poderosas; cuando nos sostenemos entre nosotras, pasan cosas maravillosas. Somos cíclicas y vamos juntas, hay que poner en valor el concepto de amistad.
El libro termina con una serie de recursos de apoyo para conocer el ciclo menstrual, como calendarios o diagramas para registrar el ciclo. ¿Son preferibles estas opciones frente a las apps que monitorizan la menstruación, pero que también pueden tener problemas en cuanto a la filtración de datos personales?
Yo siempre recomiendo utilizar los diagramas porque esto nos permite entender bien nuestro ciclo y tener el conocimiento que nos permita utilizarlos a nuestro favor, lo que comentábamos antes. Y también saber que el tiempo no es lineal, que todo son etapas y que la vida también tiene ciclos. Muchas chicas vienen a consulta y me cuentan que lo hacen a través de apps; digamos que también son una forma de conocerse y de registrar el ciclo, pero tienen un problema con los datos que metemos porque acaban siendo utilizados para fines comerciales.