
Pasaje Lodares, la obra centenaria de ‘Don Dólares’, el terrateniente que todo lo que tocaba lo convertía en dinero
Gabriel Lodares dotó a Albacete de una de las calles más bellas de España, que construyó sobre una casa que amenazaba ruina para ofrecer viviendas de alquiler para ‘gente bien’ y locales para nuevos y modernos comercios
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Es más que probable que solo el tótem con las letras de Albacete, convertido en un popular photocall urbano en plena plaza del Altozano, supere en número de fotografías publicadas en redes sociales sobre la capital manchega al Pasaje de Lodares. Este emblemático lugar –considerado por la sección de Viajes de National Geographic España, entre muchas otras publicaciones, como la calle más bonita de España– celebra estos días su centenario.
Cuando los albaceteños quieren desmontar el falso mito de que en Albacete no hay nada fotografiable acuden sin dudarlo con familiares, amigos o conocidos al pasaje, que conecta las calles Mayor y Tinte en el Nueva York de La Mancha –que diría Azorín–, manteniendo todo su glamur, el que le imprimió en su diseño el arquitecto valenciano Buenaventura Ferrando Castells, autor de los planos de otro icono arquitectónico de Albacete, el Edificio Legorburo, que espera su oportunidad para lucir como antaño.
Este pasaje modernista casi desconocido para media España –o más– sorprende a quien lo visita por primera vez. Y no es para menos: es una de las pocas galerías comerciales que todavía resiste en su estilo el peso de la historia y el paso de los años, junto con las de Valladolid y Zaragoza, recogiendo además el espíritu de la Galleria Vittorio Emanuele II de Milán.
Entrada del Pasaje Lodares
Para entender mejor este tipo de arquitectura comercial cubierta y su importancia, el Diccionario del Español Actual del lingüista Manuel Seco utiliza la curiosa calle albaceteña como ejemplo para definir qué es un “pasaje”: un espacio arquitectónico que comunica calles y alberga comercios en un entorno cerrado y cubierto.
Gabriel Lodares, un visionario local
Su nacimiento fue posible gracias a una serie de casualidades y al carácter emprendedor de quien puso su capital al servicio de este proyecto: Gabriel Lodares Lossa. Nacido en la localidad conquense de Tébar en 1863, e hijo de Francisco Julián Lodares y Josefa Lossa, se casó en 1895 con María de las Mercedes Alfaro, con quien tuvo dos hijos. Murió en 1938.
Tras finalizar sus estudios, se estableció en Albacete, donde gestionó las propiedades agrícolas y explotaciones ganaderas de su familia, mostrando desde muy joven pasión por la política, influenciado, eso sí, por su entorno familiar. Y es que su padre fue alcalde durante la I República Española en Tébar y respaldó el levantamiento republicano–federal de octubre de 1869 instigado por Froilán Carvajal.
Gabriel Lodares Lossa
Gabriel Lodares se incorporó al Partido Conservador, siendo elegido, primero, concejal, y posteriormente, alcalde de Albacete en dos ocasiones en los primeros años del pasado Siglo XX. Y en su haber, una reconocida gestión financiera, además de dotar a la ciudad de agua potable, hecho que fue todo un acontecimiento. Hasta el rey Alfonso XIII participó en el alumbramiento oficial del suministro, acto que tuvo lugar en el Altozano el 15 de abril de 1905, lo que le valió al terrateniente la Gran Cruz de Isabel la Católica.
Pero, más allá de su carrera política –también ejerció de diputado y senador–, Lodares Lossa fue un hábil emprendedor del sector primario, lo que utilizó para amasar una importante fortuna y para generar empleo en una época de crisis y, de paso, modernizar Albacete. De hecho, según publicó en 2020 la revista Debajo del olmo, de la Asociación Cultural de Tébar, en determinados círculos se jugaba con el apellido de Lodares para describir la habilidad empresarial de don Gabriel, llamándole Don Dólares, porque todo lo que tocaba lo convertía en dinero. Y su impronta quedó para siempre –afortunadamente– en el céntrico Gran Hotel, concluido en 1920 en función del proyecto del arquitecto Daniel Rubio, pero también en el Pasaje Lodares.
Una historia apasionante que comenzó con una ruina
El primer episodio de la centenaria historia del Pasaje Lodares hay que buscarlo en una desvencijada casa, situada en el número 32 de la calle Mayor, y cuya reparación urgente o demolición se ordenó por el Ayuntamiento albaceteño a Gabriel Lodares –era una propiedad heredada por su esposa–, teniendo en cuenta que el estudio realizado por los servicios municipales de arquitectura determinó que su estado era de “ruina”; además, se informó a Gabriel Lodares de que, de no ejecutar la orden municipal, se haría directamente por el Consistorio, pasándole con posterioridad la factura.
El Pasaje Lodares, al poco tiempo de ser concluido.
Ahí comienza el apasionante relato de este elemento arquitectónico, declarado por la Junta de Comunidades como Bien de Interés Cultural (BIC), en la categoría de Monumento, el 26 de marzo de 1996. Los planos del proyecto, que custodia como uno de sus grandes tesoros el Archivo Municipal de Albacete, están fechados en junio de 1925, como la memoria que los acompaña, y en los que se explica que el objetivo de Gabriel Lodares con este edificio no era otro que dotar a la ciudad de viviendas de alquiler, además de un pasaje con locales adecuados para el establecimiento de nuevos comercios para comunicar las calles Mayor y Tinte.
“El edificio constará de las siguientes plantas: sótano, baja, entresuelo, principal, segunda y tercera. Esta última, habitable en parte solamente. Cada planta, excepción hecha del sótano y bajo, se distribuirá en cinco viviendas”, se explica en la propuesta arquitectónica, en la que se añade que los materiales a emplear serían piedra, ladrillo, cemento, hierro y madera, “y las fábricas y sistema constructivo, el resultado de combinar dichos materiales en la forma adecuada para que cada uno responda al mejor desempeño de su función, según los modernos principios consagrados por la experiencia”.
La obra generó unos impuestos de 1.847,65 pesetas, a liquidar por el promotor, y el proyecto recibió el visto bueno del Ayuntamiento en abril de 1926, tras el informe elaborado por el arquitecto municipal, Julio Carrilero, quien solo hizo alguna que otra pequeña observación respecto a la alineación de las fachadas. En este punto, hay que señalar que según los informes del Archivo Municipal de Albacete, sus dos fachadas no son simétricas y, de hecho, la calle Mayor es más estrecha al haber tenido en su momento problemas el impulsor para hacerse con la casa que había justo al lado por este acceso.
Pasaje de Lodares en la actualidad
Las viviendas estaban pensadas para familias pudientes que quisieran un hogar en pleno centro modernista de Albacete, y en cuanto a los locales, eran todo un caramelo para los comerciantes que, en aquellos años 20, querían progresar como ya se hacía en otras capitales españolas.
Una obra “grandiosa” que fue casa de la radio
Notable muestra del postmodernismo historicista en España, cuenta con una estructura monumental con sótano, bajo, entresuelo, planta principal, segunda y tercera, junto con unas galerías acristaladas y elementos ornamentales, desde columnas jónicas a pilastras y figuras alegóricas, el edificio no solo recibió los halagos de los albaceteños y de la prensa local. Periódicos como La Libertad de Madrid lo definían como “grandioso”, coincidiendo con la implantación de los primeros comercios, entidades, negocios y profesionales en el edificio en 1927. Fue cuando llegaron las peluquerías de Teresa Molina y el Salón Americano, cuando un corte de pelo costaba una peseta; el Círculo de Bellas Artes; la floristería El Jardín de Niza; Las Cataratas, especialistas en artículos eléctricos; la Asociación de la Prensa de Albacete: el abogado y escritor José S. Serna y el también letrado y diputado de la Unión Republicana Maximiliano Martínez Moreno, junto con notarios, médicos y otros profesionales de todo tipo y condición. Y precisamente, en 1930 se anunció la instalación de ascensores para llegar a estos despachos profesionales. De esta manera, el Pasaje Lodares iba a ser de los primeros edificios en disponer de elevadores.
Y a partir de ahí, la vida social y comercial en torno al pasaje no cesó con la incorporación de un refinado vecindario y de nuevos profesionales, tiendas… y hasta las primeras emisoras de radio. Sí, porque en la ciudad, la primera radio fue EAR 68, una estación radiofónica de las llamadas de aficionado, “que el Estado concedía a los amateurs españoles capacitados y expertos para su funcionamiento y bajo riguroso examen”, según decía la prensa de entonces. Hablamos de los años 1932 y 1933. Sus estudios estaban en el número 1 del Pasaje Lodares, en el principal. Su propietario era Aureliano Botella, profesor de música y miembro del Instituto Radio Internacional. Procedente de Elche (Alicante), se trasladó a nuestra ciudad y con ello, su emisora. Por cierto, que este caballero tenía, además, un comercio en el mismo Pasaje Lodares, en el número 4, Central Radio, donde vendía, gramolas y discos y “aparatos de radio de todas las marcas”.
El Pasaje de Lodares en 1971
Después se implantó la primera emisora profesional, no solo de Albacete, sino de Castilla–La Mancha, EAJ–44, Radio Albacete, de la familia Cuevas. Por cierto, que durante la Guerra Civil, por la bonhomía de un aviador republicano, Antonio Núñez Chazarra, y desoyendo las órdenes de sus mandos, eludió bombardear los estudios de la radio para que dejara de emitir el bando de los sublevados. De esta manera, el militar salvaría el Pasaje de Lodares y, con ello, la vida de la locutora Pilar García–Saúco Rodríguez, que con el tiempo se convirtió en su esposa.
El recorrido de Pepe Carvalho
Como todo edificio con cierta solera que se precie, el Pasaje Lodares también cuenta con sus propias leyendas, como la del famoso clavo mágico, que en realidad no es un símbolo esotérico, sino un marcador geodésico técnico que cumple funciones topográficas. Y su brillo se debe al roce de personas supersticiosas, y no a ninguna energía oculta.
Pero el ambiente del Pasaje Lodares no es solo histórico y arquitectónico; también posee una dimensión literaria, cinematográfica y pictórica. El mismísimo Pepe Carvalho, el célebre detective creado por Manuel Vázquez Montalbán, lo recorrió en La rosa de Alejandría (1984): “Y al entrar en el Pasaje Lodares le sobrecogió la quietud teatral de la arquitectura de atrezzo, macilentas luces de bombillas insuficientes, opacos los cristales del techado y palcos para el espectáculo, las balconadas acristaladas colgantes sobre el pasaje a uno y otro extremo, instrumentos para la contemplación a distancia entre dos familias en otro tiempo poderosas y, hoy, obsoletos palcos para un espectáculo prácticamente inexistente sobre el escenario de un pasaje omitido”.
Un vehículo circula por el Pasaje Lodares en la película ‘En Provincia’, de RTVE
También el director albaceteño Ramón Gómez Redondo lo convirtió en uno de los protagonistas de su película En provincia (1975), donde incluso hizo que un coche circulara por su interior, algo impensable hoy en día. Y el pintor realista Miguel Cano lo captó a la perfección en una de sus obras más celebradas.
El Pasaje Lodares, hoy en día, respira al ritmo del nuevo Albacete, pisando fuerte, mezclando pasado y presente en sus comercios y cafeterías, con su vecindario y de la mano de los centenares de personas que lo visitan cada año, fotografiándose y desmontando el falso mito de que, en esta ciudad manchega, cruce de caminos, no hay patrimonio. Por otros 100 años o más.