
Atar a los mayores: muchas residencias siguen sujetando a personas, a pesar de la falta de base científica
Aunque la legislación las reserva como último recurso por el riesgo de daño, las sujeciones en centros de mayores son más rutinarias de lo esperable: los profesionales explican que a veces no hay más remedio y los estudios muestran cada vez más que ofrecen pocas ventajas
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Hace dos años, Joana Ruiz Murillo y su hermana ingresaron temporalmente a su madre en un centro sociosanitario de Caldes de Montbui para que tuviera el cuidado y la medicación que requería su Alzheimer, ya en estado avanzado. Su madre, entonces de 84 años, estaba cada vez más alterada y era difícil cuidarla en casa, ha explicado Ruiz.
Pero no era la experiencia que esperaba. El centro no permitía visitas por la noche y “cuando llegaba por la mañana, me la encontraba atada de manos y pies…Era horrible ver a tu madre así, era un maltrato,” cuenta. Cuando terminaban las horas de visita a las ocho de la tarde, le ponían doble pañal y se quedaba allí tumbada hasta las 10 de la mañana siguiente aunque no era incontinente, explica Ruiz.
En las residencias del sur de Europa el uso de sábanas, cinturones, barandillas de cama y otros dispositivos que limitan la libertad —conocidos como “sujeciones físicas”— sigue siendo común. Históricamente, en España, Italia y Portugal se ha dependido de los familiares para el cuidado de los mayores, pero muchas personas ahora optan por residencias para reducir la carga del cuidado, poder compaginarlo con el trabajo y recibir atención especializada.
Además, son países que destinan poco dinero a la atención a largo plazo, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. En 2024, España solo destinó el 0,8% de su PIB a la dependencia, la mitad de la media de la europea.
También existen las llamadas “sujeciones químicas” dónde se usan antipsicóticos, sedantes o estabilizadores del ánimo para controlar a los pacientes y mantenerlos calmados sin una justificación terapéutica.
Al final de la pandemia, Santiago, que prefiere ser anónimo, notó que su madre —que vive en una residencia en Barcelona— empezaba a sonar extraña y que no articulaba bien cuando le llamaba por teléfono. Envió a un familiar para verla y recibió fotos de su madre en una silla de ruedas, incapaz de mantenerse erguida. “Antes podía caminar sola con la ayuda de un bastón,” relata Santiago. Descubrió que la residencia le estaban administrando dos medicamentos fuertes, tanto de día como de noche. Pidió que pararan y aunque su madre mejoró, nunca volvió a su estado cognitivo anterior, afirma.
Los médicos de las residencias que adoptan estas prácticas dicen que son necesarias para evitar que los pacientes mayores sufran caídas, deambulen o se hagan daño a sí mismos o a otros. “En algunos casos, es absolutamente necesario,” explica Dario Leosco, presidente de la Sociedad Italiana de Gerontología y Geriatría. En España, las sujeciones están reguladas por normativas que especifican que solo deben utilizarse como último recurso, durante un tiempo limitado, con el consentimiento del paciente o de su tutor legal, y con prescripción médica.
Pero una investigación de cinco meses realizada en España, Italia y Portugal — países con poblaciones que envejecen rápidamente — revela una gran brecha entre la regulación y la realidad. En estos países las sujeciones físicas siguen siendo usadas de manera rutinaria a pesar de presentarse como medidas de emergencia.
Además, hay una supervisión limitada, escasos datos y poca evidencia científica de que mejoren los resultados para los pacientes. En cambio, hay casos en los que se aplican sin consentimiento y se han vinculado a daños graves —incluido traumas psicológicos, lesiones físicas, y en algunos casos incluso la muerte—.
“Sujetar a una persona infringe derechos [humanos] fundamentales cómo la libertad y la dignidad,” comenta José Pascual Bueno, presidente de Dignitas Vitae, una asociación que ofrece programas para eliminar las sujeciones a residencias. A medida que las personas viven más años, desarrollan más enfermedades neurológicas como el Alzhéimer y pasan más tiempo en residencias, lo que significa que “existe el riesgo de utilizar cada vez más las sujeciones físicas,” según señala Sezer Kisa, profesora de enfermería en salud global en la Universidad Metropolitana de Oslo, en Noruega.
Claudia Mahler, experta independiente de la ONU y relatora especial sobre los derechos humanos de las personas mayores, opina que el uso de las sujeciones no debería continuar. “Las sujeciones tienen consecuencias muy negativas para las personas, tanto que realmente están muriendo,” subraya.
La seguridad como justificación
Los profesionales sanitarios y familiares que defienden el uso de sujeciones citan motivos de seguridad, como la necesidad de reducir el riesgo de caídas que pueden provocar fracturas de cadera y otras lesiones. Varios auxiliares geriátricos entrevistados por elDiario.es describieron situaciones difíciles en las que pacientes intentaban quitarse la medicación intravenosa, se movían a pesar de tener riesgo de caída o actuaban de forma agresiva hacia el personal o otros residentes.
En un caso ocurrido en Barcelona, Orlando, un auxiliar geriátrico que prefiere ser anónimo por miedo a perder su trabajo, ha contado que una compañera embarazada fue agredida por un paciente con alzhéimer en fase avanzada. “Es un riesgo grande,” ha dicho. A pesar de estos riesgos, las sujeciones se utilizan principalmente para aliviar la carga de trabajo causada por la escasez de personal más que por el beneficio de los pacientes. En España se necesitan unas 100,000 enfermeras más para llegar a la media de la Unión Europea.
En otro incidente en la misma residencia una auxiliar no veía otra opción que atar a una persona a un sofá por la falta de personal, pero al intentar liberarse, la persona volcó a otro residente en silla de ruedas que fracturó varios dedos de la mano. Cuando la familia amenazó con tomar medidas contra la residencia, la directora echó la culpa a la trabajadora, ha explicado Orlando.
Según profesionales de la salud con los que ha hablado elDiario.es, muchos pacientes con demencia pierden la capacidad de expresarse con claridad y acaban alterados cuando tienen necesidades no satisfechas, por ejemplo cuando tienen sed o sufren dolor. Critican el uso de las sujeciones y señalan que las residencias deberían adoptar enfoques más humanos que se adapten a las necesidades personales de cada residente.
La evidencia escasea
La evidencia de que las sujeciones funcionan para proteger a las personas es escasa. “Hay una desconexión total entre lo que ya sabemos desde la ciencia y lo que realmente está ocurriendo en la práctica,” sentencia Mahler. Una revisión científica de 11 estudios que incluyeron a casi 20,000 pacientes ancianos, publicada por primera vez en 2011 y actualizada en 2023, encontró que reducir las sujeciones físicas en residencias no provocó un aumento en las caídas.
Otros estudios han encontrado que las sujeciones físicas pueden dañar a los pacientes: Un estudio de 2018 de unos 500 pacientes en unidades de cuidados intensivos descubrió que casi el 40% de las personas sujetas desarrollaron delirio —un estado de confusión repentina y grave—. Otro estudio de 2014 concluyó que las sujeciones tenían un impacto negativo en el bienestar psicológico y que aumentaba el riesgo de futuros problemas de salud. Otra publicación relacionó las sujeciones físicas con el desarrollo de trastorno de estrés postraumático.
La Asociación Estatal de Servicios Residenciales de la Tercera Edad, que representa los intereses de empresas de servicios para la dependencia —como las residencias— no ha querido proporcionar un comentario cuando se les preguntó por qué se siguen usando sujeciones en residencias Españolas a pesar de las evidencias de que causan más daños que beneficios.
Incluso la sujeción más usada y considerada la más inofensiva —las barandillas de cama— pueden causar problemas. Varios expertos han afirmado que los pacientes a veces intentan trepar por las barandillas, lo que en realidad puede aumentar el riesgo y la gravedad de las caídas y fracturas. “Si te caes por encima de las barandillas, vas a caer desde una mayor altura,” describe Shaun O’Keeffe, geriatra de la Universidad de Galway, en Irlanda.
Algunos pacientes también pueden quedar atrapados entre las barandillas y existen casos dónde personas se han asfixiado entre las barandillas y el colchón.
En cuanto a las sujeciones químicas, estudios sugieren que solo tienen beneficios modestos en cuanto a reducir la agitación, mientras aumentan de forma significativa los riesgos, incluido derrames cerebrales y la muerte.
Consideraciones legales
En España no existe una ley nacional y específica que regule las sujeciones, pero una nueva instrucción de 2022 de la Fiscalía General del Estado insta a los fiscales a controlar el uso de las sujeciones y a reducir progresivamente su uso, asegurándose además de que cuenten con el consentimiento y la prescripción de un médico.
Aunque te parezca mentira, no hay una legislación sobre esto. Hay alguna norma suelta, pero no hay una ley de contenciones
“Aunque te parezca mentira, no hay una legislación sobre esto. Hay alguna norma suelta, pero no hay una ley de contenciones,”, relata Antonio Torres, fiscal delegado de protección de personas con discapacidad y mayores en la Fiscalía Provincial de Barcelona.
Varias fundaciones cómo Cuidados Dignos, Fundación Maria Wolff, y Dignitas Vitae ofrecen cursos de formación a residencias sobre alternativas a la sujeción y certificaciones de “zero sujeciones.” Pero según Iñaki Anton Gorostidi, médico en la residencia Gravi cerca de Barcelona, “es realmente llamativo y también es un poco denunciable el hecho de decir que ellos te acrediten cuando es una entidad privada que acredita a alguien que le ha pagado,” ha dicho.
Las solicitudes de acceso a la información pública presentadas por elDiario.es revelan que los datos sobre el uso de sujeciones en residencias son fragmentados y que no existe un registro centralizado, ya que varias comunidades autónomas siguen redactando informes de inspección a mano.
Sin registro oficial
“Cifras oficiales no hay. Ninguna administración provee este dato porque ni siquiera está considerado un indicador de calidad,” comenta Antonio Andrés Burgueño Torijano, director médico del programa Desatar en la Confederación Española de Organizaciones de Mayores y el pionero en España en la eliminación de sujeciones. Las comunidades autónomas son las responsables de la atención en residencias, “y esos responsables no quieren publicar esos datos,” ha añadido. Burgueño estima que alrededor del 17% de los residentes en residencias españolas —principalmente personas con demencia— están sometidos a sujeciones.
En Navarra, la primera comunidad autónoma en regular contra las sujeciones en 2011, su uso está disminuyendo, pasando de 421 usuarios con alguna forma de sujecion en 2022 a la mitad, 209 casos, en 2024, según datos obtenidos por elDiario.es a través de solicitudes de acceso a la información pública. Sin embargo, un 40%de las residencias y centros de atención a personas con discapacidad incluidos en los datos recibieron algún tipo de advertencia sobre su uso de sujeciones el año pasado, que iban desde la necesidad de elaborar un plan para la eliminación de las sujeciones hasta la falta de consentimiento.
Según datos obtenidos de la Comunitat Valenciana, en el año 2023, un 80% de los 120 incumplimientos registrados por el Servicio de Inspección de Servicios Sociales en residencias de personas mayores estuvieron relacionados con las sujeciones físicas o químicas. En el año 2024, el número había bajado a 13% y 29 incumplimientos.
En Canarias, un estudio de 2017 reveló que alrededor del 85% de los residentes en nueve centros de atención a largo plazo estaban sometidos a sujeciones. Otro estudio del mismo equipo descubrió que en aproximadamente el 80% de los casos no existía un consentimiento informado y en casi el 70% no había prescripción médica.
Algunos de los tipos de sujeciones más invasivos, como los cinturones torácicos y las correas en la cama, pueden incluso ser mortales. En 2012, en Santander, el médico forense del Instituto de Medicina Legal de Cantabria del Ministerio de Justicia, Luis Carlos Quintero Uribe, –que inspecciona a cuerpos que pasan por el juzgado– empezó a notar un patrón: personas mayores de residencias locales parecían haber muerto por sujeciones abdominales. Consultando a sus compañeros descubrió que había muchos otros cuerpos, entre 8 y 10 al año, que presentaban características parecidas.
Tras investigar, encontró que las enfermeras o enfermeros que utilizaban las sujeciones abdominales no empleaban correctamente las correas laterales para evitar movimientos laterales. “Estas personas se iban girando y desplazando poco a poco hacia un lado de la cama, y luego se caían,” ha dicho. Una vez corregido este problema, las muertes se redujeron a una cada cinco años.
Más recientemente, en 2022, una mujer mayor con alzhéimer murió asfixiada debido a las correas que la sujetaban a su cama en una residencia cerca de Madrid que ya está siendo investigada por otra muerte en 2019.
Repensando las sujeciones
Debido a estos riesgos, algunos expertos afirman que las autoridades deberían prohibir por completo las sujeciones en lugar de limitarse a tratar de minimizar su uso. “Es como un arma”, asegura Livia Bicego, directora de enfermería de ASS1 en Trieste, una agencia regional de salud pública en Italia. “Si tienes una, tarde o temprano estarás destinado a usarla.”
Los defensores de los pacientes dicen que la raíz del problema, al menos en el sur de Europa, reside en la creencia cultural de que los profesionales sanitarios –o la propia familia– siempre saben lo que es mejor para la persona mayor. “Es un modelo paternalista,” ha afirmado Leire Cosgaya, consultora de la Fundación Cuidados Dignos, que promueve una atención libre de sujeciones en España.
Varias fundaciones y ONG insisten que el cambio empieza con educar y concienciar al personal de las residencias y plantear alternativas a las sujeciones, como un cuidado centrado en la necesidad de cada persona. Los fabricantes y vendedores de sujeciones también se están adaptando y sacando productos alternativos.
Fernando Ruberte, el dueño de la empresa Eclige especializada en productos geriátricos, ha empezado a vender un sistema dónde pequeños sensores en la ropa de los residentes pueden ser detectados por puertas automáticas que se cierran si una persona no autorizada se acerca, ha explicado. Otros métodos incluyen la musicoterapia, el ejercicio y el entrenamiento del equilibrio, distraer a los pacientes agitados y recurrir a familiares para calmarlos.
En el caso de Joana, dejar que su madre fuera sujetada no era una alternativa y tras dos semanas, consiguió llevársela a casa.“Veíamos que sufría mi madre, era una persona vulnerable porque tenía un Alzheimer avanzado, pero no merecía ese trato.”
Esté artículo ha sido co-publicado en colaboración con UnDark, L’Espresso, y Expresso.
La producción de esta investigación cuenta con el apoyo de una subvención del fondo IJ4EU. El Instituto Internacional de Prensa (IPI), el Centro Europeo de Periodismo (EJC) y cualquier otro socio del IJ4EU no son responsables del contenido publicado ni del uso que se haga del mismo.