Cómo ha crecido la ultraderecha antinmigración en un país con un 3% de población extranjera

Cómo ha crecido la ultraderecha antinmigración en un país con un 3% de población extranjera

El partido nacionalista Sanseito logró 14 escaños en las últimas elecciones a la Cámara Alta de Japón. Los analistas afirman que los japoneses están sufriendo una crisis de confianza que está alimentando la xenofobia en medio de la inseguridad económica

El partido hegemónico japonés recibe un duro revés en las elecciones con la ultraderecha en ascenso

La aparición de un partido populista de derecha en las elecciones a la Cámara Alta japonesa celebradas hace una semana, con el eslogan al estilo de Trump “Japón primero”, ha suscitado preocupación por una posible reacción contra la creciente presencia extranjera en el país.

El partido, Sanseito, ha sabido aprovechar la inquietud que generan el aumento de la población inmigrante y la gran afluencia de turistas tras la pandemia. Sin embargo, muchos consideran que la causa subyacente es la inseguridad económica de una población que, aunque comprende la necesidad de mano de obra y visitantes extranjeros, se siente inquieta por los cambios que estos traen consigo y simbolizan.

El nuevo contingente de Sanseito, compuesto por 14 legisladores de la cámara alta, frente al único escaño que obtuvo en las elecciones anteriores, supone sin duda un gran avance, pero sigue siendo una fuerza minoritaria en la cámara de 248 escaños. Su éxito se produce en un contexto en el que se ha alcanzado un récord de 3,8 millones de residentes extranjeros en 2024, las visitas turísticas han superado los 20 millones en el primer trimestre de este año y los precios de los inmuebles en Tokio están aumentando rápidamente debido a los compradores extranjeros adinerados.

“En pocas palabras, creo que los japoneses están empezando a perder la confianza”, dice Masafumi Usui, profesor de psicología social en la Universidad Niigata Seiryo. “Cuando se vive una vida cómoda y se es respetado por los demás, uno se siente seguro y más abierto. Pero cuando las personas sienten que su supervivencia está amenazada o en crisis, empiezan a querer proteger su cultura actual. Creo que eso conduce a cosas como el patriotismo y la xenofobia”.

Adaptarse a una nueva realidad

Usui señala que durante la burbuja económica japonesa de la década de 1980 apenas existía el sentimiento antiextranjero, ya que el país era considerado una potencia a la que admirar y de la que aprender. Sin embargo, a medida que el crecimiento de su PIB se estancó y países vecinos como China y Corea del Sur comenzaron a superarlo en sectores que iban desde la electrónica hasta la construcción naval, sugiere que Japón ha tenido dificultades para adaptarse a su nueva realidad.

“Creo que las personas que participan abiertamente en discursos de odio como ‘fuera de Japón’ siguen siendo una minoría”, afirma Usui. “Pero cada vez más gente ha empezado a decir: ‘¿Por qué gastamos dinero en extranjeros? Gastémoslo en los japoneses’. Y creo que eso es lo que realmente aprovechó el eslogan ‘Los japoneses primero’ de Sanseito en las elecciones. Ha calado hondo entre las personas que sienten la necesidad de proteger la cultura y el modo de vida japoneses”.


Aproximadamente 20.000 personas reunidas en el último mitin de Sanseito antes de las elecciones a la Cámara Alta.

La población extranjera de Japón solo representa alrededor del 3% de sus residentes. Una de las contradicciones es que, para hacer crecer su economía, Japón necesita aumentar esa cifra. La respuesta de Sanseito a la escasez crónica de mano de obra es la automatización y la inteligencia artificial, pero incluso aquellos que desconfían de los inmigrantes reconocen que, en el futuro inmediato, es esencial contar con más trabajadores extranjeros.

Hay alrededor de una decena de vietnamitas en la empresa donde Akio Ono instala aires acondicionados. “Me llevo bien con ellos, como la mayoría de los chicos. Pero cuando van a las casas de los clientes, todavía tienen que ir acompañados de un compañero japonés, ya que sigue habiendo prejuicios, además de problemas con el idioma”, dice.

Las denuncias de delitos cometidos por extranjeros, que a menudo circulan en las redes sociales, también han suscitado recelos, a pesar de que las estadísticas policiales muestran que los inmigrantes cometen proporcionalmente menos delitos que la población autóctona. Ono cree que las noticias sobre bandas de ladrones vietnamitas y chinos son “una parte importante de lo que está alimentando la preocupación por la inmigración”.

“Me caen bien los chicos con los que trabajo, pero si veo a un grupo de vietnamitas o chinos por la calle, me dan un poco de miedo. Creo que muchos japoneses sienten lo mismo”, dice Ono, que votó al partido de izquierda Reiwa.

Los días de gloria quedan atrás

Toyonori Sugita, que dirige una fábrica metalúrgica al sur de Tokio, se inclina hacia la derecha, pero también rechaza a Sanseito. Considera que las principales preocupaciones del electorado son la economía y el impuesto sobre las ganancias, que Sanseito prometió reducir.

“¿Qué pueden hacer realmente para hacer realidad el lema ‘Japón primero’ y obligar a los chinos que compraron tierras a devolverlas?”, se pregunta Sugita.

“Llevo unos tres años con trabajadores vietnamitas aquí, en el marco del Programa de Formación Técnica para Prácticas del Gobierno”, afirma. “En su mayoría son muy trabajadores y serios, a diferencia de algunos japoneses, que se quejan mucho”.

El auge turístico también ha despertado emociones contradictorias. Si bien el dinero que gastan los visitantes en alojamientos de lujo y restaurantes de alta gama, que ahora parecen baratos según los estándares mundiales, impulsa la economía, también es un claro recordatorio del declive de Japón desde sus días de gloria.

Usui señala que los japoneses no habían sido realmente conscientes de la caída gradual de los precios relativos en las últimas décadas hasta que la reciente cobertura mediática sobre el gran gasto de los turistas extranjeros les hizo darse cuenta.

“La realidad es que Japón se ha convertido en un país barato. No se puede negar que los salarios son más altos en el extranjero o que hay almuerzos de erizos de mar por 10.000 yenes [58 euros] para los extranjeros”, dice. “Por lo tanto, para proteger su bienestar emocional y mantener su autoestima, la gente se aferra a la idea de que la cultura japonesa es la mejor”.