Lo que un fanzine fotocopiado del cambio de siglo nos recuerda sobre lo bueno y lo malo de la era internet

Lo que un fanzine fotocopiado del cambio de siglo nos recuerda sobre lo bueno y lo malo de la era internet

Los responsables de Bang!, una publicación que tuvo seis números y que luego devino en Discos y Libros Walden, conmemoran los 25 años de su nacimiento con un nuevo ejemplar y un recopilatorio en libro

Las 10 mejores canciones que compuso y cantó Ozzy Osbourne (con y sin Black Sabbath)

La nostalgia es un sentimiento pegajoso e incluso peligroso si no se contrarresta con, al menos, un poco de visión crítica del pasado. Pero es innegable que hubo cosas que estuvieron muy bien, sobre todo en el ámbito de la cultura y que es difícil que se vuelvan a repetir si no es de manera anecdótica. Es el caso del fanzine Bang!, cuyo primer número se publicó el 16 de julio del año 2000 y que llegó a tener hasta seis entregas. En este presente saturado esa cifra quizá parece raquítica, pero hace un cuarto de siglo ser hiperproductivo en las aficiones no era un imperativo.

La cúpula de Bang! estaba compuesta por tres personas: Manuel Moreno y otros dos individuos que, según dicen, prefieren preservar su anonimato. Tras años de desperdiciar efemérides redondas, han conseguido celebrar el vigésimo quinto aniversario de su lanzamiento con dos acciones. Han recopilado las tres primeras entregas en el volumen Bang! Un fanzine del cambio (de siglo) en Libros Walden, la editorial que dirige el propio Moreno, y han elaborado un nuevo número con motivo de la conmemoración. Quienes compren el libro en la tienda online de la editorial, se lo llevan de regalo, pero también se puede adquirir por separado al módico precio de cinco euros (en su momento costaba 300 pesetas, la conversión es bastante justa).

Aunque en el año 2000 la tecnología estaba un poco más avanzada como para maquetar una publicación sin necesidad de fotocopiar, recortar y pegar, Bang! aún mantenía la estética de los fanzines primigenios. Sobre todo en el número debut, que contenía artículos dedicados a Serge Gainsbourg o John Hughes, reportajes sobre la música cristiana, entrevistas a autores de cómic como Adrian Tomine y secciones deliciosas como Parecidos razonables o Fauna de filmoteca. Estaba hecho en Madrid e incluía algunas referencias solo aptas para la gente de la ciudad –más concretamente, la que se moviese por el barrio de Malasaña–, lo que no le eximía de tener seguidores en otras partes del país. Su canal online estaba alojado en Geocities.com, una plataforma que ya ni siquiera existe pero que muchos recordarán (no hay ningún espacio para la nostalgia en este aspecto).


Portada del primer número del fanzine Bang!

“La tirada era de 100 ejemplares y de algún número se llegó a hacer segunda tirada. Los vendíamos en tiendas de discos como Discos del Sur o de cómics como Madrid Cómics, pero también directamente cuando alguien nos lo pedía por correo adjuntando monedas o billetes, a Madrid y a toda España”, explican por correo electrónico. “Hacíamos también intercambios con otros fanzines como Tremolina, Recuerdos desde Sebastopol, Bajotierra o Cateados. Ellos nos mandaban el suyo y nosotros el nuestro”.

El dinero que necesitaron para elaborar el primer número salió del bolsillo de sus responsables, como es habitual en este tipo de publicaciones. Después, las ganancias se invertían en el siguiente número. “En las fiestas de presentación nos gastábamos más de lo que recaudábamos”, recuerda, “la única ‘financiación’ aparte que hubo fue algún disco gratis que nos mandaban para hacer crítica y que acabásemos vendiendo en La Metralleta”, dice en referencia a una tienda de discos de segunda mano, que continúa abierta en el centro de la ciudad. En las páginas aparecen algunas publicidades, pero de los puntos de distribución como la tienda ya desaparecida Madrid Cómics o La Vía Láctea, uno de los pocos bares de aquella Malasaña que sigue abierto.


Una página del Bang!

Los tres artífices de esta bomba underground se apañaban solos, aunque parecía que era un equipo más grande: “Usábamos varios seudónimos para parecer más”, confiesan. No se trataba de publicaciones escuálidas, ya que cada número tenía unas cien páginas arriba o abajo, bien cargadas de texto –“Algún contenido inventado hay, aunque seguramente lo que parezca inventado es lo más real”, señalan– e imágenes. Para planificar los contenidos se guiaban por sus gustos del momento o sus intereses personales, pero todos tenían en común el humor, aunque no se trataba de un fanzine cómico para nada. De hecho, en el prólogo del volumen recopilatorio, mencionan que en una crítica que publicó la revista Rockdelux lo definieron como ‘comprometido’. “Teníamos que haberlo vendido en Lavapiés”, señala Manuel en el texto. Con sorna, claro.

Elaborar una publicación casera a principios del siglo XXI era laborioso en muchos aspectos, aunque para aquel entonces ya existía internet. Por ejemplo, las entrevistas con personas extranjeras ya se podían hacer por email. “En esa época a la gente aún le hacía ilusión recibir un correo electrónico, así que todos los grupos y artistas tenían su email en su web personal”, recuerdan, “y no solo contestaban sino que se enrollaban en las respuestas e incluso con algunos mantuvimos relación cibernética después. Cuando llegaron las redes sociales eso se acabó, había menos tiempo para emails largos”. Paradójicamente, ahora que hay más vías ahora es más complicado establecer la comunicación.


Artículo sobre el fascismo en el último número de Bang!

Aunque ha resultado divertido revisar los tres primeros números de Bang!, no hay peligro de querer volver al pasado. “No echamos de menos esa época, si acaso ser más joven y no tener resaca. Como se dice en la introducción, era el fin de la etapa preinternet y por eso ahora nos parece significativo”, declaran. No les parece que el actual sea un momento cultural especialmente bueno, aunque consideran que en unos años la gente “mirará hacia atrás al año 2025 con nostalgia y reivindicará los primeros momentos de la IA, el disco country de Beyoncé y los cortes de pelo irónicos. La época dorada del futuro es ahora. Es un pensamiento aterrador y liberador a la vez”.

Cuando ya había pasado más de una década del lanzamiento del primer número del fanzine –y habían perdido la primera oportunidad de aceleración de la efeméride– Manuel Moreno creó la editorial Libros Walden. Se puso en marcha en diciembre de 2013 para reeditar el libro Música moderna de Fernando Márquez ‘El Zurdo’, que se había publicado en 1981 y estaba descatalogado. El proyecto no tenía espíritu de continuidad en sus inicios, ya que su impulsor estaba centrado en su sello discográfico Discos Walden. Sin embargo, los libros ganaron a los discos porque no daban tantos problemas a nivel de negocio (o sea, de dinero).

Durante los cuatro primeros años, la editorial solo publicó cuatro títulos. Pero con el lanzamiento de la primera colección de narrativa en 2017 dejó un poco de lado su espíritu fanzinero y se consolidó. Algunas referencias triunfaron, como Mejor productor de James Robert Baker, mientras que otras que prometían pasaron más desapercibidas como El escondite de Dennis Potter; pero Libros Walden sigue en pie.

Esta historia se incluye con el título Un publirreportaje (más o menos) en el nuevo número de Bang!. No es tan extenso como sus predecesores pero sí tan audaz y divertido. En esta séptima entrega se pueden leer artículos sobre los Gray Panthers, la historia de la camisa aloha, un testimonio sobre volver a conciertos cuando ya duelen las lumbares o reflexiones largas como ¿Os acordáis de cuando el fascismo estaba mal?. Además, se cierra con un kit de supervivencia cultural para cuando suceda la guerra/catástrofe natural/dictadura/invasión alienígena y el lector se encuentre en su búnker municipal/isla privada/celda de prisión gubernamental y exista el peligro de morir de aburrimiento.

Los artífices de Bang! no creen que los fanzines de estas características en formato clásico vayan a tener una nueva época dorada. La autoedición se da más en el ámbito del cómic y las artes gráficas (ahí están las ferias de fanzines) pero no tanto en el del periodismo. El tipo de comunicación entre un grupo reducido de personas sin ánimo de lucro se consigue en las redes sociales, aunque sus responsables consideran que no es lo mismo. “Primero porque la inmediatez y el alcance de las redes potencian la mímesis, ese concepto que a Silicon Valley le gusta tanto en su versión de René Girard, que dice que el deseo humano se configura en función de los deseos de los demás”, señalan.

Y en segundo lugar, “porque las redes mismas controlan tanto el medio como la distribución para además monetizarlos. Se podría decir que los fanzines fotocopiados dependían de las máquinas fotocopiadoras de Xerox para la producción y de las tiendas de cómics o Correos para la distribución, pero no es comparable”, consideran, “quizás el equivalente de los fanzines del futuro será cualquier actividad que evite ese mimetismo binario”. Ellos han vuelto a sentir el placer que les producía hacer el Bang! y después de esta última entrega, se les han ocurrido más temas que podrían ir en un próximo número. “Si eso ocurrirá pronto o dentro de otros 25 años está por ver”, se cuestionan.