Las presiones de un grupo católico a la joven con la eutanasia suspendida: «Esta opción tiene que ser un infierno»

Las presiones de un grupo católico a la joven con la eutanasia suspendida: «Esta opción tiene que ser un infierno»

N., que no puede materializar su derecho a morir por la demanda de Abogados Cristianos, ha tenido que echar a miembros de una comunidad católica que han irrumpido en la habitación del hospital en que vive

La jueza avala la eutanasia de la joven de Barcelona y concluye que su padre no puede impugnar su derecho a morir

Las presiones de grupos católicos que la joven N. denunció durante el primer juicio de la historia de España contra una eutanasia legalmente concedida se han seguido produciendo. Así lo corroboran los mensajes de teléfono a los que ha tenido acceso elDiario.es, en los que los miembros de una comunidad cristiana escriben, en contra su voluntad, a la joven, a quien la Justicia mantiene en suspenso desde hace un año su voluntad de morir dignamente. “Realmente tiene que ser un infierno haber hecho esta opción”, reza uno de los mensajes.

La joven ha enviado una carta al Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) en la que denuncia que no poder materializar su derecho a morir dignamente supone alargar su sufrimiento. El caso se encuentra a la espera de que el TSJC resuelva (desde hace dos meses) el recurso del padre de la joven, que tuvo la custodia retirada durante parte de la minoría de edad de N., contra el aval de la jueza de primera instancia a la eutanasia. El padre está representado por los ultracatólicos Abogados Cristianos.

Durante el juicio, celebrado el pasado mes de marzo, la joven denunció ante la magistrada y la fiscal “coacciones” para impedir su eutanasia por parte de los grupos católicos ligados al centro tutelado donde vivió parte de su minoría de edad y vinculados a una parroquia de Sabadell (Barcelona). Dos mujeres, una de ellas monja, habían irrumpido en la habitación del centro sociosanitario en el que N. vive ahora y la llenaron de cruces y estampitas religiosas, explicó la joven en la vista.

Tras el juicio, expone N., estas conductas han persistido. La joven explica a los jueces que personas vinculadas a la comunidad religiosa han seguido entrando sin su permiso en la habitación del hospital para “charlar” y tratar de convencerla “de que estaba tomando una decisión equivocada”. La joven, que en ocasiones estaba somnolienta debido a los fármacos que le prescriben, les tuvo que echar o llamar a las enfermeras para que les expulsaran.

Dos de las mujeres vinculadas a la comunidad católica que han irrumpido en su habitación (y que también acudieron a la vista) han sido identificadas por N. porque trabajaban en el centro de menores de la Generalitat en el que permaneció la joven durante parte de su infancia, cuando su custodia le fue retirada al padre.

Con ambas mujeres, relata N., mantuvo una buena relación hasta que conocieron su decisión de acogerse a la eutanasia. Desde ese momento, al igual que su padre, las dos mujeres “han intentado por todos los medios” que no ejerza su derecho a morir dignamente, denuncia N.

Además de irrumpir en su habitación sin su permiso, una de las mujeres ha presionado a la joven enviándole mensajes de teléfono. “Me cuesta mucho entender tu actitud de rotura radical al amor de los otros. Realmente tiene que ser un infierno haber hecho esta opción y vivir así”, reprocha la mujer a N. en uno de los mensajes, enviado en respuesta a la petición de la joven para que la dejen en paz y cesen los mensajes y las visitas sin su consentimiento.

En el mismo mensaje, además, es la mujer la que reconoce que otro de los miembros de la comunidad religiosa acudió a la habitación de N. en el hospital, pero alega que ella no le había dicho nada. “Siento mucho que no acojas a los que tienen deseo de estar contigo”, llega a afearle la mujer a la joven.

“Sé que lo estás pasando fatal”

En otro mensaje, del pasado mes de abril, la mujer desea “muy buena Pascua de Resurrección” y le insiste en verle y llevarle una mona, el pastel tradicional que se da a los niños en Catalunya por Pascua. La joven reaccionó pidiendo que la dejaran en paz y que ningún miembro de la comunidad religiosa acudiera más al hospital, petición incumplida por parte el grupo católico, según se desprende de lo relatado por N. a los jueces.

En la sentencia de primera instancia, la magistrada avaló no solo la eutanasia de N., sino que también descartó que su padre tuviera legitimación legal para recurrirla. La jueza se situó así en línea con los expertos que recordaron que la ley de eutanasia no contempla el desacuerdo familiar como un motivo para impugnar judicialmente una eutanasia. Es más, la norma está pensada para que un solicitante a quien la Comisión ha denegado la eutanasia pueda recurrir esta negativa ante un juez, pero no al revés.

La magistrada tumbó todos los argumentos de Abogados Cristianos sobre una supuesta voluntad viciada de la joven para pedir la eutanasia. Los ultracatólicos y su padre aseguraban que la joven había escrito una carta en la que manifestó que quería dar marcha atrás a su petición, extremo que fue desmentido por la joven en el juicio.

N. vinculó ese episodio a las coacciones y entradas sin permiso que las dos mujeres de entornos católicos hacían en la habitación del hospital, y la magistrada avaló la versión de la joven. “No se puede otorgar a la carta el carácter de prueba de voluntad cambiante, pues consta acreditado que N. no era consciente de lo que estaba escribiendo, al dictado de otras personas, dado su estado de somnolencia”, aseveró la magistrada en su sentencia, pendiente ahora de ser ratificada por el TSJC.

Por el contrario, la joven negó con contundencia durante el juicio haber recibido presión alguna por parte de médicos o psicólogos del centro, así como de los expertos de la Generalitat encargados de evaluar su caso. La Comisión de Garantías de la Generalitat, con sus 19 profesionales en pleno, dio el visto bueno a la eutanasia de la joven.

“Sé que lo estás pasando fatal, es durísimo”, escribe la mujer en otro mensaje a N. tras el juicio. En esta ocasión, la católica le manifiesta su voluntad de “reconciliarse” y le desea “paz en el corazón”. Lo que N. quiere, y vuelve a reiterar en su última carta al TSJC, es materializar su derecho a morir dignamente, suspendido desde hace un año.