Política subtitulada

Política subtitulada

En ese parlamento burbuja que hemos podido observar –no con asombro– se podían descubrir no solo títulos falsos, también falsos títulos, es decir, títulos exprés ganados sobre los culos ociosos de los sillones parlamentarios

OPINIÓN – Teatro de sombras

Tuve la fortuna de conocer personalmente a Marcelino Camacho. Mantuvimos algunas conversaciones, pero nunca sobre metalurgia –y eso que hubiéramos podido, él era fresador, y yo, muy al principio, empecé estudiando bachillerato laboral, industrial y minero. Hablábamos de política y aprendí muchísimo de aquellas conversaciones; era un maestro, mientras que uno aspiraba aún a ser un modesto jurista. Siempre sentí que fue un gran honor ser representado en el Congreso de los Diputados por un metalúrgico y que se mostrara como uno de los grandes protagonistas de la historia democrática del Estado.

Hoy, da la impresión de que el lugar donde se sienta el pueblo para legislar está más lleno de tiktokeros, influenciadores, grupis, fracasados escolares y buleros de títulos, mucho más que fresadores, profesionales, emprendedores… Es como si se empeñaran en mostrar una imagen que no se corresponde con la realidad del país, del esfuerzo, del mérito cívico. Entre subtítulos y los modales, se acusa un enorme desperdicio de tanto gasto en educación privada, al parecer incompleta.

No sé qué ha pasado, pero la realidad del panorama se parece mucho a una pretendida titulocracia, mentirosa y de menor cuantía. Sus señorías llevan unas fechas andando en titulillos. Ha bajado la marea en la carrera de San Jerónimo y ha dejado a la vista un montón de títulos mojados sin validez, carreras curriculares falsas… En realidad, una imagen distorsionada de nosotros mismos en donde abundan los profesionales honestos, emprendedores esforzados, gente trabajadora sin título y otros con un título ganado con esfuerzo de clase.

Ahora comprendemos con más argumentos esa fiebre desenfrenada por obtener títulos y titulillos al peso liberal de tanto instituto y universidad privada

En ese parlamento burbuja que hemos podido observar –no con asombro– se podían descubrir más desechos hasta ahora ocultos bajo el agua alta: no solo títulos falsos, también falsos títulos, es decir, títulos exprés ganados sobre los culos ociosos de los sillones parlamentarios. Convendría una seria revisión de cómo se obtienen títulos en el Estado porque algunos de nuestros representantes que dicen tenerlos no pasarían hoy lo que hace mucho se llamaba la reválida.

Lo grave, visto lo ocurrido con la diputada Núñez, es la mentira; en otros casos, se mantiene la pose contrahecha, pero también galopa una tendencia por aupar en política a los oblatos, iletrados en muchos casos, criados en las ubres del poder orgánico de los partidos desde chiquititos. Quizá si se deciden a estudiar –aunque de manera no reglada– o a leer, observarían lo difícil que era el cursus honorum de los romanos.

Estas tendencias consolidadas entre todos tienen una versión peligrosa entre los titulares del ultraliberalismo. Ahora comprendemos con más argumentos esa fiebre desenfrenada por obtener títulos y titulillos al peso liberal de tanto instituto y universidad privada. Ahora también el apoyo incondicional y selectivo de las comunidades autónomas gobernadas por el PP a las universidades privadas, cuyos mejores exponentes son dos iletrados, sin nociones de fresador, como Isabel Díaz Ayuso y Juan Manuel Moreno Bonilla.

La una a las bravas y el otro, suavón, pero ambos imparables contra la educación pública, la que permite, a pesar de ellos, que los hijos de los trabajadores puedan tener títulos mientras que ellos se conforman con un titulín. En fin, querido Marcelino, si vieras lo que está pasando con la educación en España, ya no quedan ni excelentes fresadores.

Pasen ustedes un buen verano y a mejor ver.